Los fieles de este lugar seguramente conocéis ya a Gema Rupérez: fue una de nuestras primeras fichadas y os hemos hablado también de sus muestras en la Twin Gallery y la Galleria Opere Scelte de Turín, así como de su participación en diversas ferias. Desde hace, más o menos, siete años, esta artista zaragozana viene tomando como punto de referencia su entorno cotidiano a la hora de crear, tanto en cuanto a temas como en el uso de materiales que le son cercanos. Precisamente por esa voluntad de aproximación a lo real, amplió sus disciplinas de trabajo desde el dibujo inicial hasta las tres dimensiones: la escultura, la instalación y el vídeo.
Los proyectos que hasta ahora ha desarrollado tienen en común su atención a la incertidumbre y la inestabilidad como condiciones vitales de las sociedades modernas: le interesan lo precario y sus efectos, los cambios constantes a los que estamos sujetos y, sobre todo, la vulnerabilidad: qué ocurre con quienes quedan en los márgenes del progreso, ajenos a las oportunidades.
Hasta ahora esos intereses los había asociado fundamentalmente a cuestiones sociopolíticas, ligadas a la desigualdad, la incomunicación, el mercantilismo o la burocracia; en la propuesta que presenta en la Sala de Exposiciones de la Diputación de Huesca ha enlazado, sin embargo, esa vulnerabilidad a los territorios.
Rupérez obtuvo en 2017 la Ayuda a la creación Ramón Acín que concede esa institución por su proyecto Líneas de resistencia, que se relacionaba con una de las bases temáticas en las que vienen profundizando las muestras recientes de la propia Diputación: la despoblación. En ese trabajo, la artista convertía paisajes de la provincia de Huesca, terrenos despoblados, en escenarios propicios para la creación en los que justamente el vacío fuera un elemento creativo, una fuente de ideas. Convirtió tierras baldías en escenografías performativas aptas para repensar las relaciones entre sociedad y territorio y lo que el paisaje tiene de emocional: atraviesa la provincia de Huesca el meridiano de Greenwich y Rupérez lo toma como punto de partida para este trabajo, aludiendo a su doble vertiente de línea científica e imaginaria, objetiva y subjetiva; recordamos que es el eje (invisible) sobre el que mundialmente hemos consensuado nuestro modo de medir el tiempo.
En el texto que acompaña esta exposición, David Armengol vincula “Líneas de resistencia” a la noción romántica de lo sublime, al Land Art, a las artes escénicas y a la tradición artística del paisaje; si bien esas referencias (universales) se dan cita en la obra de Rupérez en el contexto muy específico de Huesca y en conexión con acciones personales de índole íntima, muy ligadas a la privacidad individual: los actos del caminar y el danzar, la jardinería o incluso el viejo tránsito iniciático por lugares desérticos.
La propuesta de la zaragozana consta de una serie de intervenciones llevadas a cabo en torno al meridiano: experiencias individuales que apelan al tiempo y al espacio y que adquieren, precisamente debido a la relevancia en el día a día universal de Greenwich, una dimensión antropológica y social. Cada de una de esas intervenciones activa un espacio vacío, solitario y más bien olvidado y propone su revitalización a partir de la creatividad, investigando la productividad (artística) de los lugares solos, las opciones en ellos de supervivencia y comunicación.
Son diez los trabajos de los que consta esa serie de “Líneas de resistencia”, todos a medio camino entre la vivencia emocional y la crítica sociopolítica y volcados en fotografías, dibujos, vídeos e instalaciones. Se realizaron entre 2018 y 2019 y algunos de ellos dialogan entre sí: es el caso de The last one hymn y The last one. En el primer vídeo, asistimos a la hipnótica coreografía de una sencilla silla de madera en un terreno árido sumido en la niebla; baila el Bella Ciao y, como el paisaje en el que se encuentra y las posiciones ideológicas, a las que remite la melodía, parece tratar de no venirse abajo (como finalmente ocurrirá). The Last One es una fotografía tomada de esa misma silla durante su baile, con un tensor atado a sus patas, un cable que parece evocar un peligro inminente, una fuerza mayor incontrolable.
Meridian es una vídeo-instalación compuesta por cinco monitores en los que Rupérez nos hace fijarnos justamente en ese tensor, convertido en símbolo material de la frontera imaginaria de Greenwich. Durante un minuto y cinco segundos, lo imaginario toma cuerpo y concede entidad al lugar deshabitado; aunque ese cable no pueda verlo nadie, parece manifestar efímeramente su ego.
De la vertiente artificiosa de las fronteras, geográficas y no solo, nos habla Frontier, una instalación lumínica que, en una habitación oscura, dibuja en el suelo esa palabra. Los halos lumínicos adquieren presencia escultórica, pero pueden ser traspasados; de modo que el espectador puede quedarse a un lado de esa frontera o cruzarla: es prácticamente humo.
Con la materialidad más contundente de las piedras nos sorprende Rupérez en Geologies: una recopilación, entre archivística y emocional, de las piedras que encontró mientras trabaja en torno al meridiano. Representan sus desplazamientos, en línea con proyectos de Land Art como los de Richard Long, pero también generan un nuevo paisaje sensible en forma de línea de un horizonte ficticio. Cada una de las piedras, como aquel cable al que la artista dio poder, supone una pequeña presencia con un gran potencial significativo.
Números de plata forman Here: componen las coordenadas, artificiosas, políticas, de un punto del meridiano y se acompañan de una rama intervenida con cemento, su contrapunto natural del mismo espacio. Ya con palabras trabajó en Alone, una instalación textual formada por señalética de los cotos de caza privados: ella asemeja esos rectángulos blancos y negros a obras minimalistas y los convierte en trazos de escritura con potencial simbólico que aluden a lugares solitarios.
Una presencia recurrente en ellos es la de las ortigas: Walking around ortigas nos propone una experiencia inmersiva igualmente simbólica; la de transitar por un pasillo formado por lonas de serigrafía, acordándonos de la relevancia que concedía a estas plantas el protagonista de la novela de Llamazares La lluvia amarilla. La ortiga coloniza lo que el hombre abandonó.
El vídeo y las fotografías que conforman Centrípetal/Centrifugal remiten a la primera silla danzante pero incorporan otras connotaciones: varios aros establecen, con sus movimientos, marcas sobre el terreno, huellas que no dejan de ser sino signos de habitabilidad del paisaje por lo artístico y por lo inanimado.
Y, por último, se invita al público a dejar su propio rastro en la muestra: la instalación Memory propone una acción colectiva, la de borrar un gran muro pintado con barras de pastel negro para desvelar el recuerdo de los territorios olvidados. En esta última pieza vuelven a converger el espacio y el tiempo.
Gema Rupérez. “Líneas de resistencia”
SALA DE EXPOSICIONES DE LA DIPUTACIÓN DE HUESCA
c/ Porches de Galicia, 4
Huesca
Del 9 de marzo al 28 de abril de 2019
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