Land art

No es un movimiento homogéneo ni asociado a la naturaleza, sino a la tierra, entendiendo como tal al planeta mismo, pues sus obras se insertan en un contexto que va más allá de los límites “naturales” para adentrarse en otros más cosmológicos y complejos. Se ubican, más que en un espacio físico natural, en unas coordenadas espacio-temporales particulares que escapan a la escala humana.

En el Land Art el tiempo se riza, pliega, dobla, bifurca o detiene, creando espacios paralelos al que habitamos. No es casual que se desarrollase en los sesenta, pues entonces el optimismo científico derivado de la carrera espacial inundó el imaginario colectivo y alteró los conceptos espacio-temporales al uso (huella de Amstrong).

En el Land Art, la naturaleza evanescente del presente continuo se incorpora a cada paso que da el tiempo, dejándose atrapar sólo en la acción materializada de la huella.

Se asocia este movimiento a la naturaleza y a esculturas de exterior, más allá de galerías y museos, pero incluye manifestaciones muy dispares, desde las que respetan el aspecto inicial del paisaje que intervienen hasta los que alteran su imagen radicalmente pasando por los pensados para hacer frente a espacios degradados.

En el contexto de la divulgación y manipulación de las posibles consecuencias de la teoría de la relatividad y del origen del Big Bang, obras representativas de Smithson, Morris, Nancy Holt o Richard Long proponían una revisión de la obra de arte dentro de un tiempo lineal y un espacio euclidiano, una revisión que se relaciona con otra social y política (en paralelo a mayo del 68, Vietnam…).

El Land Art también cuestionó el afán tecnológico de la ciencia, planteando si se trata de un progreso o de un devenir cíclico.

La escultura tiene ahora poco que ver con el objeto artístico en sí, la obra es un caminar y no importa tanto la materialización de la experiencia. Se trata de un proceso interminable donde se combina todo a cada momento: lugar, situación, atmósfera, artista y todo lo que en ese momento sucede.

Las formas laberínticas, simples, regulares y repetitivas del Neolítico fueron muy utilizadas como signos de agujeros negros por los que desplazarse en el tiempo y como antiguos arquetipos culturales.