El Greco, primer moderno

El Museo del Prado confronta su obra con el arte contemporáneo

El Greco y la pintura moderna

MUSEO NACIONAL DEL PRADO

Pº del Prado, s/n

Madrid

Artista: Greco, El (Domenicos Theotocopoulos)
Madrid,

Tan influyente como lleno de misterio. Para muchos pintores del último tercio del s XIX y los comienzos del XX, la figura de El Greco ocupó un lugar muy peculiar y la enorme variedad de direcciones en que se hizo patente la influencia del cretense nos habla de la capacidad de fascinación y la complejidad de su pintura.

Los visitantes extranjeros que conocían sus obras en el Real Museo de Pinturas de Madrid creían hallar un tesoro oculto y, para terminar de vislumbrarlo, debían ampliar su recorrido a El Escorial y a Toledo, y adentrarse en sus iglesias y conventos para profundizar en la pintura de El Greco, casi ignorado internacionalmente (no así en España, donde ya era estimado desde comienzos del XIX), hasta el surgimiento del Romanticismo.

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El Museo del Prado presenta, hasta el 5 de octubre, “El Greco y la pintura moderna”, muestra que forma parte del programa de exposiciones conmemorativo del cuarto centenario de la muerte del artista y que estudia la huella de los temas y estilos cultivados por el maestro en la producción de creadores fundamentales del arte contemporáneo, como Manet, Cézanne, Picasso, Modigliani, Chagall, Kokoschka, Saura o Pollock. Componen el proyecto 106 obras, veintiséis de ellas de El Greco y dos de ellas esculturas a él atribuidas por sus vínculos estilísticos con algunas de sus pinturas. Varias proceden de los fondos de nuestra pinacoteca; el resto han sido cedidas para la ocasión por setenta instituciones públicas y privadas de quince países.

“El Greco y la pintura moderna” examina el interés de los pintores españoles del XIX, como Mariano Fortuny o Ricardo de Madrazo, por la obra del griego de Toledo, especialmente por su colorido y su obra La Trinidad; la incidencia de la Anuciación del cretense en la luminosidad y el cromatismo de Cristo muerto con ángeles de Manet y su decisiva influencia en el Cubismo y el Expresionismo a través de la figura de Cézanne, que creó su propia versión de Bañistas y La dama del armiño (hoy se pone en entredicho la atribución de esta pintura a El Greco, pero entonces no existían dudas).

Un capítulo esencial de la exposición se centra en las aproximaciones de Picasso a la obra de El Greco, al que dedicó el malagueño diversos dibujos y al que evocó también en su Entierro de Casagemas (El entierro del señor de Orgaz) y La comida frugal (las manos de los paupérrimos comensales remiten a San Pedro y San Pablo).

Entre los pintores españoles que más notablemente valoraron el legado de El Greco desde 1890 encontramos a Zuloaga, que en Mis amigos incorporó referencias a La visión de San Juan y retrató a escritores de su generación que también apreciaron su arte, como Pío Baroja, Unamuno u Ortega y Gasset. También retrataría a Maurice Barrès, autor de El Greco o el secreto de Toledo. Otro de esos pintores fue, pese a la aparente contradicción de su luz con la obra de El Greco, Sorolla: en el Prado podrán verse sus retratos del marqués de la Vega Inclán, fundador de la Casa Museo de El Greco, y Manuel Bartolomé Cossío, autor de la primera monografía importante del pintor. Ramón Pichot retrataría igualmente a Rusiñol caracterizado como El caballero de la mano en el pecho, una de las obras de El Greco que gravita especialmente sobre esta muestra y sobre numerosísimas pinturas contemporáneas.

Tampoco escaparon a la influencia de El Greco Delaunay, fundador del orfismo, que se inspiró en San Sebastián para crear Gitano; los expresionistas Schiele y Kokoschka, Macke, Beckmann, Steinhardt o Hofer, que conocieron una versión de El expolio en la Alte Pinakothek de Munich y también el Laocoonte, muy libremente interpretado por el holandés Korteweg.

Soutine tomó el sentido ascensional de los trabajos de El Greco, su personal y arrebatado uso del color y sus pinceladas ondulantes y largas en Hombre rezando y Chagall tomó el esquema compositivo de la Anunciación a la hora de plasmar la inspiración de un artista en Visión. Autorretrato con musa.

Más allá de Europa, y de la II Guerra Mundial, se extendió el sello inspirador del estilo de El Greco. Los mexicanos Orozco y Diego Rivera y el chileno Roberto Matta se interesaron por su obra y Pollock copió reproducciones de sus pinturas en varias ocasiones de la mano de su maestro Benton.

Bomberg (Escucha Oh Israel), Bacon (Mujer tumbada), Giacometti y Saura también quisieron retomar la energía anímica propia de la obra del cretense.

 

 

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