Sus primeros años de formación se desarrollan en la isla donde conviven, por entonces, las tradiciones venecianas y bizantinas, mostrando ya por estos años sus grandes dotes como colorista. A finales de 1566 se establece en Venecia donde estudia la obra de Tiziano y Tintoretto, entrando en contacto con la peculiar iluminación de Bassano. En Roma, a finales de 1570, se relaciona con el miniaturista Giulio Clovio y con los eruditos españoles Pedro Chacón y Luis de Castilla. En 1572 cuenta ya con taller propio en el que se realizan cuadros de pequeño formato. A España llega hacia 1576, principios de 1577, para pintar la Alegoría de la Liga Santa (1579), monasterio de El Escorial. Al ver frustradas sus expectativas de participar en la decoración del monasterio, decide instalarse en Toledo donde lleva a cabo importantes encargos, obras deudoras del manierismo italiano con un brillante colorido y una atrevida composición, en la que priman las distorsiones de las figuras. Por estos años, Felipe II le encarga El Martirio de San Mauricio (1580 – 1582), en el Monasterio de El Escorial; obra importante en cuanto muestra algunas de las constantes de su estilo como la destrucción de las normas de la perspectiva y el espacio así como cierto interés por el hermetismo conceptual. En 1586 inicia en Toledo El entierro del conde de Orgaz, Iglesia de Santo Tomé, donde lleva hasta sus últimas consecuencias la doctrina idealista de origen neoplatónico, explorando las cualidades expresivas del color y de la forma, en la que crea agudas deformaciones. Su obra, caracterizada por el cultivo de escenas de gran emotividad, apenas encuentra seguidores en la Península a no ser por algunos cuadros de Luis Tristán, y por la influencia que ejerce en Velázquez.

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