El Museo Würth, por las ramas

Muestra en una exposición las obras de su colección ligadas a la madera y los bosques

Agoncillo, La Rioja,
David Hockney. Felled Trees on Woldgate, 2008. Colección Würth
David Hockney. Felled Trees on Woldgate, 2008. Colección Würth

Cuando, a mediados de los 2000, David Hockney cambió el sol californiano, las piscinas y los bañistas atractivos por los bosques del condado de Yorkshire donde había nacido, nos sorprendió. También el hecho de que no eligiese para representarlos solo papel y óleo, sino además su iPad y su iPhone: su gusto por la tierra, los vientos, las nieves y el comportamiento de la lluvia (lo atávico) llegó parejo en el tiempo a su obsesión por las nuevas tecnologías.

Decía entonces de los árboles, coincidiendo con su muestra “David Hockney: Una visión más amplia”, que presentó en el Museo Guggenheim Bilbao, que, como en el caso de las personas, no había entre ellos dos iguales, y que eran una poderosísima manifestación de la fuerza vital de la naturaleza. Era un creador pop, que brilló al calor del movimiento que convertía en símbolos los objetos de consumo, quien presentaba entonces árboles a modo de tótems, cuidando los matices cromáticos que provocan en sus ramas las estaciones.

Y quizá no tuvo que sorprendernos, dado que para un artista escapar del peso de la naturaleza se ha demostrado casi una tarea tan hercúlea como escapar de la familia. Él es uno de los artistas presentes en “La llamada del bosque”, la muestra, titulada parafraseando a Jack London, que hoy inaugura el Museo Würth de Agoncillo (La Rioja) para repasar la presencia temática de los árboles y la madera en las pinturas y esculturas de sus fondos, cuyo arco cronológico se inicia en el siglo XIX (si dejamos a un lado un capítulo interesante dedicado a Antiguos Maestros que se expone en la Johanniterkirche alemana).

Encontraremos en la muestra trabajos que subrayan que los mitos y significados ligados a los bosques perviven en el arte contemporáneo y que en este continúan siendo presentados como espacios de introspección o de libertad, de fantasía y de miedo, o como lugares con valores metafóricos ligados a la política o la religión. Quizá por la influencia de las narraciones populares, artistas de ayer y hoy los han abordado como lugares de vida, en los que refugiarse,  o de muerte, por su hostilidad; como origen de nuestro sustento y también de infinitos riesgos.

El recorrido de la exposición se inicia en el impresionismo, de la mano de Sisley, Max Liebermann o Pissarro, y viene a reivindicar que nuestro arraigo a la tierra es tan instintivo (e íntimo) que ni el tiempo, ni la tecnología, ni la industria han podido terminar con él, siendo el arte testigo y testimonio de ese hecho, que otros se obstinan en negar, desde enfoques muy diversos, en lo formal pero también en lo temático: desde el siglo anterior a la actualidad, unos y otros artistas han optado por incidir en la belleza de lo incontrolado, en los mitos asociados a la naturaleza, en la necesidad de que las ciudades no den la espalda a su entorno o en las consecuencias de la degradación medioambiental galopante, asunto este último especialmente tratado por las nuevas hornadas de artistas que han decidido mirar al campo en tiempos de invasión cultural de lo urbano.

Al mismo tiempo que la exposición nos invita a analizar cómo en el arte de los últimos dos siglos se ha hecho presente la naturaleza, podemos asistir a un recorrido por las grandes corrientes creativas de este periodo, desde el impresionismo citado, el surrealismo (Max Ernst) o el expresionismo (Kirchner) hasta los artistas que en las últimas décadas se han adentrado en la naturaleza convirtiéndola en escenario y material desde postulados del Land Art (Christo, David Nash, Magdalena Jetelová), transformándola en metáfora histórica y humana (Anselm Kiefer, Gerhard Richter) o en materia prima y entorno con el que dialogar (Richard Deacon). Hay que subrayar también la presencia en la exposición de obra de Paula Modersohn-Becker, por infrecuente en los museos españoles y porque esta artista se formó, en inicio, junto a un colectivo de pintores que trabajaban en el pueblo de Worpswede, próximo a Bremen, y que predicaban un retorno, tanto a la naturaleza en el arte, como a los valores asociados tradicionalmente a la gente de campo en la vida en general.

Forman la colección Würth 18.000 piezas atesoradas desde los sesenta por iniciativa de Reinhold Würth. La mayoría se fechan desde el s. XIX, como decíamos, y el grueso de los fondos lo componen trabajos de los maestros del s. XX (de Nolde a Pollock pasando por Warhol o Chillida, Magritte, Liechtenstein, Fontana o Lüpertz).

 

“La llamada del bosque. Forest Fascination”

MUSEO WÜRTH LA RIOJA

Avenida Cameros, parcelas 86-88

Polígono Industrial El Sequero

Agoncillo

Del 20 de abril de 2018 al 28 de abril de 2019

 

 

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