Gerhard Richter: imágenes del todo y la nada

La Queensland Art Gallery le dedica una retrospectiva

Brisbane,
Gerhard Richter. Abstract painting (726), 1990. Tate
Gerhard Richter. Abstract painting (726), 1990. Tate

Es inevitable, y seguramente lo será para quienes vivan el siglo que viene, pensar en Gerhard Richter como la figura emblemática que resume las preocupaciones, convulsiones, técnicas y géneros del arte de la segunda mitad del siglo XX y de los inicios del XXI: lo abrumador de su trabajo quedó patente hace cinco años cuando la Neue Nationalgalerie berlinesa, el Pompidou y la Tate Modern le dedicaron la retrospectiva “Panorama”, el resumen a sus cinco décadas de experimentación con la imagen.

Artista universal, podemos referirnos también a él como profundamente alemán: Friedrich le ha influido de forma decisiva, tanto como la historia germana pasada y la reciente. Conoció, siendo niño, los rigores de la II Guerra Mundial (había nacido en Dresde en 1932 y entre sus ruinas sobrevivió a los bombardeos), vivió durante años en la Alemania Oriental y aprovechó, en los sesenta, una visita a la segunda edición de Documenta para escapar al Oeste providencialmente, porque poco después se levantaría el Muro de Berlín.

Y también decimos que es genuinamente alemán porque tanto en sus procesos de trabajo como en el manejo de su trayectoria se desenvuelve con orden, constancia y disciplina. Método y mesura. Cuando critica los precios que sus obras alcanzan en el mercado del arte lo hace desde una austeridad auténtica: ni en su personalidad aparente, ni en su aspecto ni en su obra hay espacio para la extravagancia; ante la prensa se muestra reservado y discreto.

Por eso apenas habla tampoco de sus obras; les cede a ellas los mensajes. Cuando en los sesenta ya se preconizaba esa muerte de la pintura convertida en apocalipsis que no llega, Richter revitalizó el medio haciéndole portador de múltiples significados y retomando los viejos géneros desde perspectivas absolutamente contemporáneas: nada parece hablar más de la incertidumbre de nuestro tiempo que los efectos difuminados de sus paisajes, sus personales vistas marinas, sus retratos y desnudos, naturalezas muertas y temas históricos.

Tal es su enraizamiento en la tradición que una de sus obras más significativas es una gran vidriera (19 metros de altura) que podemos ver en la Catedral de Colonia y que resulta de una modernidad avasalladora. Él mantiene simpatías por la Iglesia, pero no cree en Dios, y cuando se le encargó que el tema de esta pieza fueran los mártires cristianos del s. XX, prefirió no seguir la regla y optar por realizar una obra abstracta formada por miles de cuadros de colores unidos de forma azarosa. Merece la pena visitar el interior del templo para disfrutar de sus efectos, aptos para suscitar experiencias, quizá próximas a la espiritualidad, a creyentes o no.

Gerhard Richter. Reader (804), 1994. San Francisco Museum of Modern Art
Gerhard Richter. Reader (804), 1994. San Francisco Museum of Modern Art

Richter comenzó realizando murales, algunos de contenido político, antes de empezar a trabajar en foto-pinturas que tenían como punto de partida imágenes familiares.  En la Academia de Arte de Düsseldorf, en la que se formó y sería profesor, descubrió la obra de informalistas como Dubuffet y Fautrier, también la de Giacometti y las experiencias de los artistas de Fluxus.

Si en aquellos momentos se le adscribió al llamado Realismo Capitalista, nacido bajo los efectos del Pop y de la complicada situación de la Alemania posterior a la guerra, entrada la década de los sesenta dejó a un lado los ecos del Informalismo para volcarse en lo que muchos califican como grisallas: utilizando fotos en blanco y negro que llegaban a sus manos a partir de múltiples fuentes (como decíamos, las familiares, y también la publicidad o la prensa) les aplicó pintura sin romper con sus géneros habituales, retratos y paisajes.

Pero como los caminos seguidos por Richter no son lineales sino propios, mediada aquella década regresó a la influencia pop y al estudio del cromatismo vivo en trabajos como Seis colores, del 66, para regresar después a los paisajes, quizá el género que más ha cultivado, desde técnicas y perspectivas radicales.

El color lo ha estudiado Richter desde multiplicidad de enfoques, desde la vivacidad y la multitud de combinaciones a la monocromía, que es la no forma y el no mensaje que él entiende como vía idónea para expresar lo inexpresable.

Cuando aún desarrollaba grisallas, comenzó a interesarse por la abstracción sin dejar a un lado lo figurativo: sus composiciones sin forma compartieron tiempo con sus enigmáticas imágenes de velas y calaveras, a modo de vanitas, con paisajes y naturalezas muertas.

Richter dice que, para él, el acto de pintar equivale al acto de pensar, y por su misma naturalidad y fluidez lo hace sin intenciones ni pretendiendo perfeccionarse en estilos definidos.

En el año en que celebra su 85 cumpleaños, efeméride que ha celebrado pintando precisamente una serie de lienzos sobre la duda como punto de partida para la creación, la Queensland Art Gallery de Brisbane (Australia) le brinda una retrospectiva, “The life of images”, que repasa la variedad de su producción, desde sus más intimistas retratos hasta sus grandes lienzos abstractos.

Se trata de la primera exhibición de Richter en este país, cuenta con préstamos de colecciones públicas y privadas de medio mundo e incide en su virtuosismo técnico, el rigor de sus procedimientos de trabajo y en su influencia en creadores posteriores.

Se articula en torno a ATLAS Overview, un extenso panel que contiene el proyecto de archivo enciclopédico de Richter “ATLAS 1962”, aún en curso: es una colección de fotografías, bocetos, collages y cortes que Richter fue dibujando para sus pinturas a lo largo de su carrera. El artista ha seleccionado y organizado personalmente la selección de piezas que se exhiben en Brisbane, entre las que figuran retratos icónicos como Reader (804) o Ella (903-1), los bodegones Two candles (499-4) y Orchid (848-9) o el muy evocador paisaje Meadowland (572-4).

Gerhard Richter. Phantom Interceptors (50), 1964. Froehlich Collection, Stuttgart
Gerhard Richter. Phantom Interceptors (50), 1964. Froehlich Collection, Stuttgart

 

 

“Gerhard Richter. The life of images”

QUEENSLAND ART GALLERY & GALLERY OF MODERN ART

Stanley Place, Cultural Precinct

South Bank, Brisbane

Del 14 de octubre de 2017 al 4 de febrero de 2018

 

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