La Colección Coca-Cola se funde con la del Lázaro Galdiano

Se presenta por primera vez al público madrileño, estableciendo un diálogo con el arte del pasado

Madrid,
Cristina Lucas. Sin título. Serie: Nunca verás mi rostro, 2005. Colección de la Fundación Coca-Cola
Cristina Lucas. Sin título. Serie: Nunca verás mi rostro, 2005. Colección de la Fundación Coca-Cola

Continuando con la línea iniciada en 2011 bajo la denominación “La Colección invitada”, el Museo Lázaro Galdiano presenta ahora, por primera vez en Madrid, una exposición de obras pertenecientes a la colección de la Fundación Coca-Cola. Lo hace, además, en un momento especial para la compañía de refrescos, que celebra el sesenta y cinco aniversario de su llegada a España y el veinticinco de su Fundación, concebida como instrumento para impulsar la creación artística. Esta se constituyó en 1993 precisamente con la colección de arte, al frente de la cual está Lorena Martínez de Corral, que ha sido quien ha ejercido también el comisariado de esta muestra, que lleva por título “Descubriendo un diálogo en el tiempo” y que permanecerá abierta al público hasta el 13 de enero de 2019.

Para su presentación en Madrid se han elegido 64 obras que han  sido distribuidas a lo ancho y “alto” del edificio que fuera la casa del coleccionista José Lázaro. Los que lo conocéis sabéis que está repleto de obras de arte, por lo que resulta sorprendente el hecho de que para este nuevo montaje solo haya sido necesario retirar ocho piezas de la colección, en cuyo discurso han sido perfectamente integradas las nuevas inquilinas temporales. No ser invasiva era  una de las premisas de la comisaria y lo ha conseguido, así como lograr un diálogo entre el arte antiguo y el arte contemporáneo en el que todo sume. En este sentido, Elena Hernando, directora del museo, recuerda que exposiciones como esta dan continuidad a la visión progresista de Lázaro Galdiano y que confrontar maneras diferentes de concebir la realidad que nos rodea contribuye a acentuar nuestro espíritu crítico.

Cada obra y su ubicación en las salas tiene una correspondencia con la temática o el tipo de piezas que en ellas se custodian. Prácticamente nada se ha dejado al azar, aunque hay obras que parecieran tener allí su espacio reservado. La exposición nos recibe con una fotografía de Bleda y Rosa con la que la comisaria da inicio a ese diálogo pretendido a lo largo de toda la muestra y que, en este caso, le sirve perfectamente para introducir la idea de tiempo a la que se alude en su título pero también de espacio, ya que nos conecta con otro de los grandes atractivos de este museo: su jardín.

Aunque si hay una obra que ha servido de inspiración a Lorena Martínez de Corral para esta exposición esa es Cantonada, de Ignasi Aballí, la serie de fotografías de un barrio de Ámsterdam cuyas calles llevan por nombre el de grandes maestros de la pintura, propiciando así el encuentro en sus esquinas entre Velázquez y Holbein o entre Miguel Ángel y Courbet, por poner algunos ejemplos.

Ignasi Aballí. Cantonada (Velázquez-Holbein) y Cantonada, (Michelangelo - Courbet), 2005. Ignasi Aballí. Cantonada, 2005. Colección de la Fundación Coca-Cola2005
Ignasi Aballí. Cantonada (Velázquez-Holbein) y Cantonada, (Michelangelo – Courbet), 2005. Colección de la Fundación Coca-Cola2005

La referencia al coleccionismo y a la figura del coleccionista no podía faltar y la encontramos en la obra de Miguel Ángel Gaüeca Nobody knows Vermeer told me this (2004). Los materiales, su variedad y la maestría en su empleo es algo sobre lo que también es fácil reflexionar visitando la rica colección de objetos del Lázaro. Su correspondencia en el arte contemporáneo está aquí representada por piezas como las de Adolfo Schlosser, José Miguel Pereguíñez, e incluso un vídeo de Sergio Prego colocado entre bustos romanos. Los paralelismos son constantes, como el de la obra de Darío Villalba, cuya presencia es también un homenaje y un recuerdo al artista recientemente fallecido. Su Torso (1995) junto al Carlos II niño de Herrera Barnuevo nos habla del poder, pero en este caso vinculado al deporte y a la preponderancia que este ha adquirido en determinados ámbitos. Cerca de ellos, en la sala de las joyas, está una de esas piezas que han encontrado su espacio de manera fortuita. Allí, en la penumbra, nos sorprende una obra de Ana Laura Aláez que lleva por título Pulseras (1993). A quien también parecían estar esperando las paredes de este museo es a Victoria Civera, y su Cataplaf (2006), en la sala del Salvador adolescente. En otros casos, como el de Juan Muñoz, cuya escultura exige una visión completa alrededor de la pieza, su ubicación también estuvo bastante clara desde el principio, igual que sucede con algunas obras de mediano tirando a gran formato, que por sus dimensiones han sido colocadas en los espacios de las escaleras, como las fotografías de Carmela García y Miren Doiz o las pinturas de Miki Leal y Juan Ugalde, todas ellas dotadas de sentido dentro de la narración propuesta. Una propuesta, por cierto, en la que no faltan los discursos femeninos. Son interesantes las relaciones que se establecen entre las mujeres artistas presentes en ambas colecciones, como en la habitación que comparten Susy Gómez y Blanca Muñoz con Sofonisba Anguissola o la inclusión de una obra de Cristina Lucas entre las mujeres dolientes de la sala 17, la dedicada a la pintura flamenca de los siglos XV al XVII. Una misma actitud varios siglos después. Y si hablamos de mujeres no podemos dejar de mencionar la presencia de la gran Helena Almeida, que nos dejaba por sorpresa hace apenas dos días.

Jorge Perianes. Expansión IX. Serie plantas, 2007. Colección de la Fundación Coca-Cola
Jorge Perianes. Expansión IX. Serie plantas, 2007. Colección de la Fundación Coca-Cola
Gonzalo Sicre. Taza china, 2003
Gonzalo Sicre. Taza china, 2003

La muestra recoge también alguna pieza de vídeo, como el archiconocido Un impulso lírico de alma (2008), de Manu Arregui, que no por haberlo visto muchas veces deja de atrapar, o el Recoil (2002) de Sergio Prego, antes mencionado; así como una instalación de Daniel Canogar. Especial también es la pieza de Teresa Lanceta (San Joaquín 9, 1996) camuflada entre los tejidos de la colección de Lázaro Galdiano y curiosa la perfecta adecuación de la Taza china (2003) de Gonzalo Sicre. En definitiva, y nos dejamos muchas piezas por mencionar, encontramos a lo largo del recorrido un buen trabajo de convivencia natural entre ambas colecciones, en el que además del trabajo de la comisaria cabe destacarse la colaboración de la conservadora jefe del Lázaro, Carmen Espinosa.

Ahora toca que los visitantes también se impliquen en este encuentro entre diferentes artistas, disciplinas, materiales  y momentos históricos y disfruten descubriendo y comparando el poder de obras de arte concebidas en contextos creativos tan diferentes.

 

“Descubriendo un diálogo en el tiempo”. Obras de la colección de la Fundación Coca-Cola

MUSEO LÁZARO GALDIANO

C/ Serrano 122

Madrid

Del 27 de septiembre de 2018 al 13 de enero de 2019

 

 

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