El Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles atesora en sus fondos la colección de arte contemporáneo de la Comunidad de Madrid, que viene gestándose desde los ochenta y, desde 2013, también obras depositadas por la Fundación ARCO, adquiridas en cada edición de la feria. En conjunto, hablamos de cerca de dos millares de trabajos cuyos relatos se complementan entre sí: los de la colección de la Fundación ARCO ayudan a situar en el contexto internacional las piezas más vinculadas a la escena artística madrileña, y española, de las compras de la Comunidad de Madrid.
Periódicamente, el CA2M revisa este acervo en exposiciones temporales atendiendo a diversos puntos de vista y también a las técnicas representadas: hasta el próximo febrero, una de ellas, comisariada por Manuel Segade y Tania Pardo, nos permite rastrear la evolución del arte textil desde los setenta hasta la actualidad, subrayando la importancia de considerar la tradición en el hilado como herramienta útil para investigar relatos vinculados a la complejidad del tratamiento de las fibras en nudos, giros y cortes.
Recuerda la exhibición, “Colección XVIII: Textil”, que las piezas ligadas a esta disciplina han sido escenario propicio para el ensayo e intercambio de tecnologías cuyo uso tendría después consecuencias de índole social y cultural (especialmente a partir de la mecanización del hilo de algodón en la Revolución Industrial) y que, si bien hasta las décadas de los sesenta o setenta tapices y piezas trenzadas, como fruto de labores minuciosas y lentas, fueron en buena medida devaluados con la excusa de su asociación a lo femenino y al ámbito de lo doméstico, desde entonces la tercera ola feminista ha reclamado sus contribuciones culturales. El arte textil comenzó a percibirse en esos años como un espacio de posicionamiento político y de desafío a las tendencias predominantes, enlazándose estrechamente el vivo pasado del hilo (los inicios de la elaboración textil podrían datarse hace entre 100.000 y 500.000 años) con la transgresión contemporánea, aunque son muchas las connotaciones históricas y culturales vinculadas a los tejidos que han influido en nuestra consideración de los mismos: sus procesos de producción, en interiores o en la naturaleza, hacen que el arte textil esté casi indisolublemente unido a identidades étnicas, de clase y género.
No hay que olvidar que la movilidad de los fragmentos de estos tejidos potenció el desarrollo del comercio, suscitando un tráfico cultural que durante siglos derivó en el intercambio fluido, internacionalmente, de técnicas y signos y también en el desarrollo económico; podemos recordar en este sentido la exportación de tapices de lana desde Flandes al resto de Europa y la mecanización del hilo de algodón en la Revolución Industrial británica. El comisario Seth Sigelaub, vinculado en sus últimos años al Centro para la Investigación Social de Tejidos Antiguos, recordaba que la inspiración de Charles Babbage para el arranque de sus teorías sobre la invención de la computación moderna le llegó en el telar de Jacquard.
Texto y textil, por cierto, comparten origen etimológico: el verbo latino texere, que significa tejer o entrelazar. Históricamente ha adoptado, el tejido, cierta condición de lenguaje no verbal o de forma de notación; así, las piezas de esta muestra, procedentes tanto de la Colección CA2M como de la Colección Fundación ARCO, nos hablan de prácticas estéticas tardomodernas o formalistas, de indignación política, de la carga simbólica asociada a materiales o referencias figurativas, de declaraciones autobiográficas ligadas a lo manual, o de formas estéticas que podemos vincular al trauma colectivo… En definitiva, la riqueza de las posibilidades técnicas y significativas del arte textil demuestra la importancia de esta disciplina en la textura de lo contemporáneo y en nuestra comprensión de la tradición.
Forman parte del recorrido trabajos de autores de generaciones y orígenes muy distintos que han empleado el hilo con fines expresivos o de reflexión política propios, acordes a sus respectivas trayectorias: Caroline Achaintre, Polly Apfelbaum, Nora Aurrekoetxea, Mercedes Azpilicueta, Leda Catunda, Carolina Caycedo, Discoteca Flaming Star, Victoria Gil, Josep Grau-Garriga, Arturo Herrera, Julia Huete, Gabriel Kuri, Teresa Lanceta, Cristina Lucas, Teresa Margolles, Asunción Molinos Gordo, Sonia Navarro, Nohemí Pérez, Laure Prouvost, Belén Rodríguez y Yinka Shonibare.
De Azpilicueta contemplaremos su premiado bordado en lino dedicado a Artemisia Gentilischi y a los postulados de Lea Lublin: sobre una primera tela en ese material aparecen cosidos los contornos de dos de las obras en las que la pintora abordó el tema bíblico de Judith y Holofernes. Esa tela quedaría cubierta con otra de seda en la misma gama cromática del hilo, cercana al color de la sangre, velando el bordado y al mismo tiempo “revelando” los significados y voces que pueden superponerse en la pieza –sobre el ocultamiento de la identidad o la violencia de género– en relación con las ideas de la polaca.
A Grau-Garriga, cuyas piezas textiles recientemente expuso en Madrid la Galería Michel Soskine, se le debe la revitalización de la Casa Aymat de Sant Cugat del Vallès, dedicada a la producción de alfombras y tapices. Tras conocer en Francia piezas en esta técnica medievales y modernas, se convirtió en un revolucionario de la creación textil en nuestro país, colaborando en algunos de sus diseños con Tàpies, Subirachs o Joan Miró. Además, defendió la consideración artística del tapiz por encima de su imbricación artesanal.
La joven artista gallega Julia Huete se ha servido, por su parte, de bordados sencillos para ensalzar la belleza de los lenguajes formales de la abstracción y la poética de los materiales (veremos en Móstoles su Pájaro que es un gesto) y Lanceta viene empleando el hilo como instrumento expresivo desde los sesenta, pero en los ochenta enriqueció su producción tras descubrir el vivo cromatismo de los tejidos realizados en el Atlas Medio, el Alto Atlas, el Anti-Atlas y la llanura de Marrakech. En varias ocasiones ha trabajado junto a mujeres tejedoras marroquíes, aprendiendo de ellas o reclamando la vigencia de lo colaborativo en el contexto de esta técnica.
De Cristina Lucas puede contemplarse la serie de piezas textiles Tufting, que realizó en paralelo al vídeo El rayo que no cesa, un archivo visual que mostraba cronológicamente los datos de los ataques aéreos con víctimas civiles desde la invención de la aviación en 1903; de Margolles, un bordado en oro sobre tela con sangre de una persona asesinada por narcotraficantes en el norte de México y, de Molinos Gordo, Agricultura Fantasma, obra en algodón egipcio, cosido manualmente, donde compara los sistemas de irrigación tradicional de los cultivos del valle y el delta del Nilo con los métodos utilizados por los agronegocios privados de explotación masiva en el desierto.
En Móstoles Sonia Navarro presenta Atocha, una reivindicación del esparto y su tradición y de Belén Rodríguez contemplaremos telones de algodón decolorados con tintes ecológicos distintos entre sí y de evidente riqueza plástica. No os perdáis tampoco el proyecto de Shonibare: una instalación con un maniquí que lleva la indumentaria victoriana de gala de una niña del siglo XIX y que nos invita a reflexionar sobre las contradicciones de la globalización.
De la muestra participará asimismo el colectivo Tejiendo Móstoles: sus tejedoras, cada miércoles por la mañana desde hace varios años, han reivindicado en el CA2M con su labor la importancia del tejido manual a nivel social.
“COLECCIÓN XVIII: TEXTIL”
CA2M. CENTRO DE ARTE DOS DE MAYO
Avenida de la Constitución, 23
Móstoles
Del 29 de octubre de 2020 al 28 de febrero de 2021
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