“Sinfonía visual, ritmo de movimientos combinados exentos de personajes en el que el desplazamiento de la línea de un volumen en una cadencia variable crea la emoción, con o sin cristalización de ideas”. Así hablaba Germaine Dulac de La rueda de Abel Gance (1923), en la que los personajes ya no eran los únicos factores importantes, y la longitud de las imágenes, su oposición y su acuerdo, tenían un papel principal.
Ese mismo año Man Ray filmó Le retour de la raison, un corto de tres minutos realizado a base de fotomontajes, a modo de cadáver exquisito: las imágenes que lo componían estaban realizadas con chinchetas, sal y pimienta espolvoreadas sobre el celuloide, cerillas o tiras de papel.
Su exhibición al público, organizada por Tristan Tzara, fue un fracaso y se considera que supuso el fin del dadaísmo y el surgimiento del surrealismo, movimiento en el que ya podemos englobar otros filmes de Ray como Emak Bakia (1926) y L´étoile de mer (1929), respuesta onírica a un poema de Robert Desnos sobre la mujer.
Otra de las grandes figuras del cine de entonces era René Clair, aunque él continuó rodando hasta los sesenta, así que participó en diversas estéticas, desde el impresionismo, el dadá y el surrealismo hasta el realismo poético. Su París dormido (1924) es un mediometraje que refleja la vida de la ciudad intercalando figuras estáticas y un montaje rápido valiéndose de estereotipos del cine policiaco y del fantástico e incorporando en la trama elementos surrealistas: un científico inventa un rayo con el que paraliza la vida urbana. Pero su principal obra, trabajo cumbre en las vanguardias y el dadaísmo, es Entreacto, de ese mismo año, que combina imágenes elaboradas desde y para la fascinación (y la absurdez), la búsqueda de sensaciones y la expresión de sentimientos en un montaje de destacado ritmo que rompe la lógica temporal. La concibió Clair como complemento visual para un ballet de Satie y en ella colaboraron Francis Picabia, Duchamp y Man Ray.
El propio Duchamp llevó a cabo un año después Anemic Cinema, su única película. Se trata de un cortometraje, en el que colaboró Ray, cuyas imágenes son círculos descentrados y en espiral que giran gracias a un dispositivo especial. Algunos discos tienen inscripciones de texto, otros crean una pura ilusión, pero esta obra ya anticipa el surrealismo, que como sabéis, surge a raíz de disidencias en el grupo Dadá.
El cine estrictamente surrealista exigió llevar al lenguaje cinematográfico el método del automatismo psíquico, la destrucción de toda causa y consecuencia, del orden temporal y, en el camino, de toda narratividad. Por eso su número de títulos fue pequeño y de hecho hubo cineastas, como Clair, que rechazaron abiertamente la posibilidad de crear cine surrealista. Este medio no fue la principal vía de expresión de los artistas surrealistas, la mayoría más interesados por la política, la literatura o la pintura, lo que sin embargo no resta interés a sus proyectos fílmicos.
El cine estrictamente surrealista exigió llevar al lenguaje cinematográfico el método del automatismo psíquico, la destrucción de toda causa y consecuencia, del orden temporal
Por temática, entronca con esta corriente el cine de Buñuel posterior a La Edad de Oro, pero sin duda el filme fundador del surrealismo cinematográfico fue La concha y el reverendo de Germaine Dulac, con guión de Artaud, que luego polemizó con la cineasta al no gustarle el tono feminista de la obra y su estética romántica preciosista. En sus secuencias eróticas pudieron inspirarse Dalí y Buñuel para Un perro andaluz.
Son obras también de referencia Un perro andaluz y La edad de oro, que Buñuel filmó en Francia con guión suyo y de Dalí. El director compartía con los surrealistas su interés por los sueños y los recuerdos y por el psicoanálisis, y la segunda película, financiada por un aristócrata, el vizconde de Noailles, para escándalo de los surrealistas, aborda la imposibilidad del amor, la figura del padre como obstáculo para alcanzar el placer, lo agresivo de la sexualidad y la fatalidad del destino, temáticas que serían habituales en el cine del aragonés.
Para conocer mejor el cine dadá y surrealista, como hemos dicho escaso pero fascinante, podéis acercaros, hasta el 19 de junio, al Centro Pompidou de Málaga. Allí se muestran una quincena de películas seleccionadas por el comisario Philippe-Alain Michaud. Un grupo de ellas, las adscritas al Dadaísmo y fechadas entre 1921 y 1924, se concibieron como armas revolucionarias; otras, fechadas en la segunda mitad de la década de los veinte, están dominadas por el intento de plasmar los sueños y el inconsciente.
Entre sus autores encontraremos a Viking Eggeling, Hans Richter, Man Ray, Clair, Picabia, Fernand Léger, Dudley Murphy y los imprescindibles Luis Buñuel y Germaine Dulac.
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