Anatomías del arte: el cuerpo también se inventa

El Museo San Telmo examina la historia del desnudo en el arte

San Sebastián,

Tras su paso por el Museo Nacional de Escultura de Valladolid, hoy llega al Museo San Telmo de San Sebastián “La invención del cuerpo. Desnudo, anatomía, pasiones”, un repaso a la representación del cuerpo humano en el arte a partir de un centenar de piezas en el que se hace hincapié en el Renacimiento y la Ilustración, dos etapas fundamentales a la hora de introducir innovaciones en la plasmación de las figuras por su mayor atención, precisamente, a lo terrenal sobre lo divino.

No faltan trabajos de Juan de Juni, Pedro de Mena, Anchieta, Berruguete, Ribera, Rubens, Zurbarán o Le Brun llegados de los principales museos españoles e internacionales, desde el Prado a la Galleria Borghese pasando por la Biblioteca Nacional, el Museo Thyssen, el Lázaro Galdiano o el Louvre.

“La invención del cuerpo” incide en que en esas épocas, el Renacimiento y la Ilustración (los siglos XV, XVI y XVIII), las representaciones del cuerpo no solo mutaron sus formas e intenciones -como, sometiéndolo a una diferente evolución, ocurrió en otras fases de la historia del arte- sino que los cambios en esas imágenes anatómicas fueron tan profundos que podemos llegar a hablar de una reinvención, aparejada, como decíamos, a las nuevas visiones humanistas y modernas del hombre y de su entorno.

Atribuido a Artemisia Gentileschi. Alegoría de la pintura, hacia 1630-1640. Musée de Tessé, Le Mans
Atribuido a Artemisia Gentileschi. Alegoría de la pintura, hacia 1630-1640. Musée de Tessé, Le Mans
Atribuido a Jan Massys. Casta Susana, hacia 1535-1545. Museo San Te
Atribuido a Jan Massys. Casta Susana, hacia 1535-1545. Museo San Telmo

Si en los tiempos precedentes a aquellas corrientes, en el arte gótico y en el barroco, el cuerpo era, o bien casi ignorado (en el medievo) o bien objeto de imágenes dolientes y descarnadas, respondiendo a un enfoque del mundo marcado por el reverencial respeto a lo divino o por la conciencia de nuestra vida efímera, los artistas renacentistas e ilustrados, dejándose inspirar por la filosofía socrática que defendía la necesidad de conocerse a uno mismo, encontraron en lo humano una fuente inagotable de exploración, espiritual y creativa, y se dejaron llevar por ella a la hora de trabajar en composiciones a veces muy audaces -no deberíamos dejarlo de lado- en las que tenía cabida la impronta de anatomistas y geómetras, de la literatura y el mundo grecorromano, la propia experiencia del entorno (cobró vigor la valoración de lo sensible en toda su riqueza) y las imágenes difundidas por la imprenta.

Muchos autores pudieron conocer De humani corpori fabrica (1543), una obra entonces esencial para el conocimiento del cuerpo que incluía riquísimas ilustraciones (estas eran lo fundamental del tratado) y también los escritos de Alberti: en De pictura proponía un método riguroso de representación de la figura: atender primero a esqueleto y músculos, después a la carne y a la indumentaria.

La comisaria de esta exposición, María Bolaños, considera que podemos hablar, en Renacimiento e Ilustración, de una civilización del cuerpo en la que crece la confianza en las capacidades humanas, aunque vaya aparejada a dudas morales sobre sus límites, a muchas contradicciones y al mantenimiento mayoritario de la fe. Así, conviven en las imágenes que podemos ver ahora en San Sebastián vivos y muertos, espontaneidad y ciencia, erotismo y análisis de la carne. El siglo XVIII fue además, por herencia del barroco, una etapa fundamental en el estudio de lo fisionómico, del reflejo de las pasiones en los gestos. Lo anticipó Descartes (Todo lo que es pasión en el alma, es acción en el cuerpo) y Montaigne subrayó ese nexo íntimo entre nuestro adentro y nuestra afuera: Somos maravillosamente corporales. Le Brun fue el encargado de codificar esa narratividad corporal, sobre todo la del rostro, y sus análisis fueron el punto de partida para tratadistas españoles como Carducho, Pacheco y Palomino y también para los volúmenes humanos de Velázquez o Ribera.

Las distintas secciones en las que se articula la muestra están dedicadas a la reunión del examen anatómico y el artístico del cuerpo, a los estudios de las proporciones, a las investigaciones sobre la estatuaria clásica, la teatralización (corporal) de los sentimientos, las paradojas surgidas al hacer dialogar lo físico y lo sagrado, las imágenes anatómicas propias de la Contrarreforma, el tratamiento del desnudo femenino y su viraje hacia la reproducción o hacia lo erótico y, para terminar, a las relaciones plásticas entre carne y color.

Entre esos apartados destacan dos, porque buena parte de las obras corresponden a la figuración religiosa (como decíamos, el Museo Nacional de Escultura de Valladolid coproduce la exposición, así que podemos explorar esa profundización ambigua en el terreno movedizo en que confluyen santidad y desnudo, con Cristo en la cruz como gran punto de partida) y también abundan las representaciones femeninas, que sobre todo en Italia, pudieron adoptar en el siglo XVI una carnalidad hasta entonces inédita, de la mano del color y acompañada de referencias conceptuales. Ese cromatismo acentuado no dejaba de significar emocionalidad: no vive esta solo en los gestos.

Si queréis saber más, tened en cuenta que la comisaria ofrecerá, el domingo 25 de noviembre, una conferencia sobre la exposición a las 12:00 horas y que el 14 de febrero, a las 19:00 horas, lo hará Manuel Arias, subdirector del Museo Nacional de Escultura.

Luca Cambiaso. Prendimiento de Cristo, s. XVI. Museo Nacional del Prado
Luca Cambiaso. Prendimiento de Cristo, s. XVI. Museo Nacional del Prado

 

“La invención del cuerpo. Desnudo, anatomía, pasiones”

MUSEO SAN TELMO

Plaza Zuloaga, 1

San Sebastián

Del 24 de noviembre de 2018 al 17 de febrero de 2019

 

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