La Sala de Arte Joven de la Comunidad de Madrid acaba de presentar los proyectos ganadores de la última convocatoria de Circuitos, por la que se otorgan ayudas a la producción a artistas menores de 35 años residentes en esta comunidad. Con esta edición se cumplen treinta desde que esta iniciativa se pusiera en marcha para promocionar el arte joven y servir de trampolín para la incorporación de los artistas al mercado laboral. Por la Sala de Arte Joven han pasado algunos de los creadores españoles más destacados de las últimas décadas, como Mateo Maté, Marina Núñez, Fernando Sánchez Castillo, Alicia Martín, Philipp Fröhlich o Cristina Lucas.
Esta nueva edición llega, además, con un importante anuncio: el compromiso del gobierno de la Comunidad de Madrid de seguir impulsando Circuitos, para lo que a partir del año que viene se incrementará el presupuesto en un 50%.
Los artistas seleccionados en esta ocasión son Fuentesal & Arenillas, Florencia Rojas, Laura San Segundo, Javier Rodríguez Lozano, Carlos Martín Rodríguez, Alexander Ríos Pachón, Nicholas F. Callaway, Fernando Cremades y Antonio Ferreira. Sus trabajos se presentan en una muestra comisariada por Ángel Calvo Ulloa, que ha recurrido a una serie de conceptos extraídos del himno que en 1983 se le encargó al intelectual Agustín García Calvo para la Comunidad de Madrid. Estos términos son “uno”, “libre”, “redondo”, “autónomo” y “entero” y han sido rescatados por Calvo Ulloa con la idea de señalar a Madrid como centro de la producción artística pero también de presentarla como punto de encuentro o cruce de caminos. En este sentido, y de la misma forma que en su día los que escribieron, compusieron e interpretaron aquel himno se juntaron en Madrid sin ser ninguno de ellos originario de la ciudad, los trabajos que aquí vemos son dispares en cuanto a sus planteamientos y vienen de puntos de partida muy distintos pero ahora confluyen todos ellos en la misma exposición. Existe, no obstante, en todos “un componente de memoria, de relato autobiográfico rescatado de intereses o existencias en ocasiones muy distantes, pero que confluyen en ese espacio en que el recuerdo de una situación vivida se convierte en el hilo conductor de un proyecto aislado, o de toda una trayectoria”, como señala el comisario en el catálogo de la exposición.
El primero en recibirnos es el proyecto de Fuentesal & Arenillas, una pieza interactiva —realmente lo es, aunque no se ofrece como tal— en la que los artistas nos proponen un juego de construcción sin reglas escritas. ¿Se toca o no se toca, nos podemos preguntar? De nosotros dependerá traspasar el límite impuesto por la moqueta, rompiendo la barrera espacial y, sobre todo, la convencional.
Junto a esta pieza, que sí, debería ir variando a medida que avance la exposición, en las paredes se exhiben varias fotografías de Laura San Segundo, a las que la artista se refiere como “instantes fotográficos”. Su trabajo gira en torno a la idea de traducir en representaciones visuales aquellas cosas que solo se pueden sentir con el cuerpo, poniendo el foco en la sombra y no en los objetos; en lo que va a ser y no en lo que es. En el caso de Florencia Rojas, artista que también comparte este espacio de la planta baja, encontramos un original montaje de fotografías documentales con la Dehesa de la Villa como escenario y el recuerdo de la Guerra Civil. Las imágenes muestran una división del territorio por estratos (subsuelo, superficie y cielo) y en cada uno de ellos la artista ha contado con la colaboración de profesionales de distintas áreas, como arqueólogos, historiadores e ingenieros de Telecomunicaciones, para dar forma a este trabajo.
Javier Rodríguez Lozano —reciente ganador del Premio a la producción artística Fundación Banco Santander – Open Studio— reelabora el lenguaje urbano a partir de las pintadas borradas de las paredes de mármol del metro de Madrid y de las luminarias del subterráneo que comunica la estación de Retiro con el parque. La presencia de varios gatos alude al gentilicio de los madrileños y sugieren esa dualidad entre el animal callejero y doméstico.
Fernando Cremades, que ha desarrollado buena parte de su trabajo en torno a la radiactividad, ha dejado a un lado en esta ocasión los entornos extremos para centrarse en lo cotidiano. Ha instalado en la sala un contador Geiger que registra en un lugar de paso los índices a los que estamos expuestos en la sala, con la intención de llamar la atención sobre aquellas cosas no perceptibles a simple vista y que sin embargo afectan a nuestro discurrir diario. Tranquilos, ya ha comprobado que la radiación es mínima. Esta se estudiará durante los tres meses que dura la exposición y al finalizar ofrecerá un registro en forma de tabla con los datos obtenidos cada segundo. Sobre la pared podemos ver también un plano de cómo los distintos tipos de radiación afectan a nuestro cuerpo.
En la planta superior se han reunido los trabajos de Carlos Martín Rodríguez, Nicholas F. Callaway, Antonio Ferreira y Alexander Ríos Pachón. Martín Rodríguez presenta, a modo de instalación, varias piezas escultóricas ensambladas, obtenidas mediante distintos procesos en los que se confronta objetualidad, digitalización y corporalidad. Toma como punto de partida el término affordance o enacción de la psicología cognitiva contrapuesto a una arqueología de los normal map usados en los gráficos 3d, que permiten detallar al máximo la iluminación y el relieve de un objeto. Como explica el artista “los mapas se representan como la envoltura desplegada del objeto y son, sin embargo, una superficie falseada que pretende engañar al ojo”.
La propuesta de Nicholas F. Callaway parte de un hecho histórico, la Guerra Civil, para acabar convirtiéndose en una pieza de extraordinaria intimidad. Buscando en su barrio la huella de la guerra descubre en una contraventana de su propia casa un agujero de bala que le sirve de argumento para armar este curioso proyecto. Decide convertir la habitación en la que había tenido lugar el impacto en una cámara oscura en la que la luz entra a través de ese hueco de siete milímetros y logra proyectar a la inversa el punto exacto desde el que el disparo había sido realizado.
La historia que da origen al trabajo de Antonio Ferreira seleccionado en esta convocatoria también tiene un componente personal en cuanto a que surge de algo acaecido en su entorno. A partir de la hipertrofia sufrida por la batería de la tablet de su madre, que desfigura completamente el aparato, Ferreira establece una relación con la hipertrofia ocular provocada por diferentes afecciones, vinculando, con cierta ironía, ojo y mecanismo electrónico, el primero como dispositivo blando y el segundo como órgano postizo.
Finalmente, Alexander Ríos Pachón aborda la problemática de las migraciones y presenta su visión de una sociedad enraizada en la lógica colonial racista institucionalizada. El trabajo de Ríos Pachón se apoya en los medios de masas y en esta ocasión presenta un programa televisivo ficticio basado en los que diariamente se emiten en las televisiones, planteando de un modo informativo y pedagógico, aunque empapado de crítica e ironía, esa realidad cotidiana de una sociedad “moderna” que se cree civilizada pero en la que viven alojados muchos tipos de violencia.
Con el objetivo de dar a conocer fuera de la Comunidad de Madrid el trabajo de estos jóvenes artistas, la exposición viajará en el último trimestre de 2020 a la Sala Borrón de Oviedo y a LABoral Centro de Arte y Creación Industrial de Gijón, gracias al programa de intercambio de exposiciones entre el Principado de Asturias, la Fundación LABoral y la Comunidad de Madrid.
“Circuitos de Artes Plásticas 2019”
Avenida de América, 13
Madrid
Del 14 de noviembre de 2019 al 19 de enero de 2020
