Philipp Fröhlich y el imaginario de Hänsel y Gretel

El artista presenta en Juana de Aizpuru pinturas inspiradas en el relato recogido por los hermanos Grimm

Madrid,

No llores Hänsel. He ido dejando trocitos de pan a lo largo de todo el camino. Solo tenemos que esperar a que la Luna salga y podremos ver el camino que nos llevará a casa.

En sus comienzos, apenas había en las pinturas de Philipp Fröhlich huellas que nos permitieran averiguar su origen, conocer su temática o sus tramas. Le gustaba borrar esas pistas que pudiesen parecernos demasiado claras, pero ya entonces partía de asuntos que le hubiesen llamado la atención en su experiencia cotidiana o en sus lecturas, planteando en sus lienzos escenografías, pequeños mundos en los que vivir inmerso mientras trabajaba. De ahí que prefieriese los grandes formatos, más aptos para el despliegue de universos paralelos.

Philipp Fröhlich. Entonces Gretel, de un empujón, la precipitó en el interior y, cerrando la puerta de hierro, corrió el cerrojo (detalle), 2018
Philipp Fröhlich. Entonces Gretel, de un empujón, la precipitó en el interior y, cerrando la puerta de hierro, corrió el cerrojo (detalle), 2018

El proyecto que desde hoy presenta en la Galería Juana de Aizpuru también partió de un texto y, en inicio, de un propósito relativamente sencillo: pintar un cuadro inspirado en un pasaje concreto del relato de Hänsel y Gretel, aquel en el que los pájaros del bosque picotean las migas que Hänsel ha ido esparciendo en el camino para poder seguir la misma estela en el regreso a casa y no perderse.

Pero esa idea primera se fue complicando: Fröhlich decidió leer de nuevo la historia para empezar a trabajar y fue encontrando en ella imágenes riquísimas y complejas de las que podía extraerse un potencial artístico inusitado; detectó que los temas centrales de este cuento de hadas (la necesidad de tener cuidado con las apariencias y falsas amabilidades ajenas, la buena fortuna intrínseca a los buenos y humildes, los peligros de la satisfacción temprana) eran abordados por los Grimm con una amplitud inesperada y con recursos de contraste y variaciones que le ofrecían, como pintor, un mundo de posibilidades. Hay que recordar que Engelbert Humperdinck también supo encontrarlas para componer su ópera Märchenoper.

Ante este cuento, simple solo en la superficie, popular e inspirador, Fröhlich decidió dejar a un lado (parcialmente) su anterior cultivo de la sugerencia, el misterio y la pintura fundamentalmente descriptiva para adentrarse en terrenos narrativos en los que adoptar una actitud, como artista, más interpretativa. Actitud que no se contradice con el gran nivel de detalle con el que ha realizado esta serie: antes de llevar a cabo cada una de las pinturas, las diseñó en maquetas a pequeña escala -procedimiento habitual para él, que estudió escenografía con Karl Kneidl-. Esos pasos le sirven para separar el proceso de creación de la imagen del acto de pintar en sí, es decir, la materialización escultórica, más o menos lúdica y provisional, de sus pensamientos y su posterior desarrollo pictórico.

El artista alemán ha encontrado, además, relaciones entre esa preparación de maquetas previas a la pintura (entendiendo como reducción mentirosa esas piezas) y los juegos narrativos que en el cuento enlazan realidad y engaño: los padres de Hänsel y Gretel les mienten al decirles que recojan leña en el bosque en lugar de que les envían allí para que alguien se apiade de ellos y palie su hambre y los niños, a su vez, les engañan a ellos tras conocer sus intenciones y marcar el camino de regreso a casa.

Son muchas las imágenes del cuento con gran fuerza plástica (la más destacada, quizá, la de la nuevamente engañosa casa de pan, chocolate y azúcar), pero es la senda de migas la que más tiempo permaneció en la mente de Fröhlich. El pintor la relaciona con un motivo recurrente en sus obras anteriores: el del camino que dirige la composición hacia el interior de sus espacios pictóricos.

En esta última serie ya no hay tal estela: las aves la han borrado, y con ella la posibilidad de retorno. Al desaparecer, el bosque ha quedado convertido en un laberinto inhóspito con múltiples amenazas posibles para los dos niños inocentes. Esas migas de pan representaban una protección casi divina; sin ella hay caos.

Lo que veremos en Juana de Aizpuru son escenas individuales de esta historia, pero realizadas atendiendo a una visión de conjunto, sin rigideces cronológicas que no permitieran al espectador una libertad interpretativa amplia, la misma con la que Fröhlich se ha aproximado al relato. Cuenta al artista que ha trabajado en esta propuesta dos años y que aún le sorprenden los recovecos de este cuento tan clásico como abierto a infinitas exploraciones.

Philipp Fröhlich. "Hänsel y Gretel" en la Galería Juana de Aizpuru
Philipp Fröhlich. “Hänsel y Gretel” en la Galería Juana de Aizpuru

 

“Hansel y Gretel”

GALERÍA JUANA DE AIZPURU

c/ Barquillo, 44

Madrid

Del 14 de febrero al 30 de marzo de 2019

 

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