Sempere y Felipe Pantone en el MUBAG: ayer y hoy de la geometría

Alicante, 22/12/2023

Este año, entre otras muchas efemérides artísticas, se ha conmemorado el centenario del nacimiento en Onil (Alicante) de Eusebio Sempere, una de las figuras fundamentales del arte cinético en España, que basó su poética en el color y la luz y que cultivó una creación, en expresión de Vicente Aguilera Cerni, con infinitas derivadas: Es un arte a la vez concreto, poético, lógico e incluso, urbanístico.

Autor de acuarelas, gouaches, relieves luminosos, collages, pinturas, móviles, esculturas y proyectos interdisciplinares, viajó en dos ocasiones a París y ambas supusieron un punto de inflexión en su carrera. En la primera, en 1948-1949 y con el apoyo del Sindicato Español Universitario, trabajó en composiciones que tendían a lo abstracto sin alcanzar plenamente la ausencia de motivos identificables, bajo la influencia de Mondrian, Matisse, Kandinsky o Braque, a quienes conoció en sus talleres. En aquel tiempo, además, coincidió con autores españoles allí, como Chillida o Palazuelo.

No mucho más tarde, en 1950 y tras un periodo en Valencia donde no logró el favor de la crítica, regresó Sempere a su refugio francés. En aquella segunda fase parisina, el contacto con Auguste Herbin, Josef Albers, Sonia Delaunay o la artista cubana Loló Soldevilla lo llevó a alejarse definitivamente de la figuración para centrarse en una abstracción que en sus trabajos sería cada vez más pura y, paso a paso, más hondamente basada en la geometría: desarrolló dibujos sintéticos, estructuras con dos o más planos superpuestos, a modo de celosías, y también otras composiciones lineales ejecutadas sobre papel o a través del collage, el relieve y el óleo. Estas obras vinieron a suponer un anticipo de los móviles y otras esculturas cinéticas que más tarde, a partir de los sesenta, comenzó a producir en metal.

Participó Sempere, igualmente, en distintas ediciones del Salon des réalités nouvelles, un espacio donde, en 1955, mostró relieves luminosos móviles y un manifiesto en el que hacía referencia a la luz como elemento con el que construir un diálogo poético a través del tiempo. Esas piezas, sin duda cinéticas, las exhibió en el mismo año en que tuvo lugar la que se considera exposición inaugural de esa corriente: “Le mouvement”, en la Galería Denise René.

Ante las dificultades de su vida en la capital francesa, y dado su cada vez mayor interés por el avance de las vanguardias en España, regresó a Madrid al iniciarse el año 1960, en la época de mayor auge de nuestro informalismo. Se vinculó al Grupo Parpalló, promovido por el mencionado Aguilera Cerni para conectar la creación artística valenciana con el panorama internacional, tras la interrupción causada por la Guerra Civil, y se sumó también, de su mano, a la Primera exposición conjunta de arte normativo español y, a continuación, a la trigésima Bienal de Venecia (1960) y a la sexta de São Paulo (1961). Dos años después, en 1963, una beca de la Fundación Ford le permitió viajar por Estados Unidos, donde expuso en 1964 y 1966 en la sala Bertha Schaefer de Nueva York, además de participar en colectivas en el MoMA; en este tiempo, Juana Mordó lo representaba en España y le dedicó una muestra retrospectiva en 1965; también Zóbel lo incluyó en la inauguración del Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, en 1966.

En aquella etapa, tanto sus esculturas como sus pinturas evolucionaron hacia el apogeo de la geometría, el cinetismo y el arte óptico, conforme a un estilo claramente identificable. Sus procesos de trabajo eran siempre meticulosos y elaboraba línea por línea, atendiendo a una regla personal y célebre de desarrollar unas superficies sutiles y poéticas, pero contundentes y ricas, en las que la interacción de la línea y el color con la luz resultara vital; abordaba el alicantino sus esculturas como pinturas en tres dimensiones.

Tras las exhibiciones que, con motivo de este centenario, le han brindado el MACA de Alicante o la Galería Guillermo de Osma de Madrid, el Museo de Bellas Artes Gravina de la ciudad levantina lo homenajea en la exhibición “Seriación y cromatismo cinético”, en la que repasa una selección de su obra gráfica confrontándola con la del joven autor argentino Felipe Pantone, que se trasladó de niño a España, se formó en la Facultad de Bellas Artes de Valencia y aborda en su producción tanto las posibilidades de dinamismo en el arte como la revolución digital y cuestiones de actualidad. En sus proyectos suele situar en colisión, justamente, un pasado analógico y un futuro digital (prácticamente uno humano y uno maquinal), diseñándolos a partir de cuadrículas no regulares, patrones ligados al op art y formas geométricas que suscitan vibraciones cambiantes a medida que el espectador se desplaza en torno a sus composiciones.

Bajo el comisariado de Óscar García García y María José Gadea, el recorrido de esta exhibición incide en que ni para Sempere ni para Pantone la estampación consistía en la mera reproducción de obras, sino en la experimentación y en su reinvención; y en los puntos de comunión entre el artista centenario y el que inicia su andadura: el estudio de la citada geometría y de los efectos lumínicos, la apelación al movimiento y a sensaciones ópticas; para ambos el espectador era quien culminaba sus procesos creativos. Si el de Onil, pionero de la serigrafía en nuestro país, llegó a la exploración del color y de la luz a partir de la observación de la naturaleza, el argentino ha evolucionado a partir de sus incursiones primeras en el graffiti y en el arte digital.

De las 57 piezas, todas serigrafías, que podemos contemplar en Alicante, la mitad corresponden a Sempere y proceden de la Diputación provincial, y el resto a Pantone, y llegan desde su colección personal; destaca entre ellas un enorme mural que supera los cinco metros de anchura.