Medio centenar de esculturas y diecinueve trabajos en papel componen la retrospectiva “Martín Chirino. Crónica del Viento”, que podrá verse en los espacios de Fundación CajaCanarias en La Laguna y Santa Cruz de Tenerife hasta el 31 de enero del año próximo. La presentación de la muestra en esta isla tiene un especial significado para el artista, que confiesa encontrar en ella “una suerte de Ítaca donde siempre deseo regresar para encontrar mi hogar, mi espacio”.
En sus inicios, Chirino se interesó por la producción de Miró, Picasso y Julio González y por el constructivismo de El Lissitzky, a los que homenajeó en sus primeros trabajos. Durante la posguerra desarrolló una labor esencial en la renovación de las artes plásticas en nuestro país, labor que se acentuó cuando compartió investigaciones, en un mismo taller canario, con Manolo Millares y tras incorporarse, ya en 1958, al grupo El Paso, tan enraizado en sus principios a la tradición española como crítico con la situación política y social de aquel momento.
El punto de partida de la muestra, y de la obra de Chirino, es la espiral, que el escultor entiende como una referencia ancestral, un eje desde el que trabajar y un símbolo sinuoso y sin aristas de Canarias y de los ritmos del viento y el mar. Atraído en su infancia por las representaciones simbólicas creadas por los indígenas canarios que descubrió en el Museo Canario, el yacimiento de Balos y la Cueva Pintada de Gáldar, trasladó las dudas y reflexiones que aquellas obras le suscitaron al dibujo en el espacio, la forja y la soldadura autógena.
Intentando alcanzar la máxima expresividad del hierro con un mínimo de materia, ha buscado dotar de solidez a sus espirales para que éstas contrastaran, pese a su forma voluble, con la levedad del viento. En esta antología canaria, la espiral se nos presenta como pregunta que se alarga para adentrarse en lo no visible, lo incierto, el cuestionamiento constante.
Dicha espiral y su uso mayoritario del hierro forjado (aunque también ha trabajado con madera y piedra volcánica) contienen los fundamentos del trabajo de Chirino: la noción del plegado y desplegado, el desarrollo horizontal y vertical en el espacio y la curvatura de un material que, en las manos del artista, y recuperando la tradición de la forja, se hace dúctil.
La obra escultórica de Chirino puede agruparse cronológicamente a partir de motivos concretos, cuyo referente se encuentra siempre y en último término en la naturaleza y el mundo real, en los que insiste durante un tiempo prolongado hasta agotar todas sus posibilidades expresivas.
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