Arte y arquitectura: los estrechos lazos

El Centro Botín estudia sus nexos en una muestra que integra en su discurso el edificio de Renzo Piano

Santander,

Un extenso elenco de artistas que han dirigido talleres de artes plásticas en la Fundación Botín o que han obtenido becas de esta misma institución (Leonor Antunes, Miroslaw Balka, Carlos Bunga, Martin Creed, Patricia Dauder, Fernanda Fragateiro, Carlos Garaicoa, Carsten Höller, Julie Mehretu, Jorge Méndez-Blake, Muntadas, Juan Navarro Baldeweg, Sara Ramo, Anri Sala y Julião Sarmento) forman parte de la última muestra colectiva abierta en el Centro Botín de Santander, “Arte y arquitectura: un diálogo”, que cierra asimismo el programa expositivo de este espacio en 2020.

Bajo el comisariado de Benjamin Weil y poniendo en relación el discurso expositivo con el edificio de Renzo Piano, la exhibición explora cómo se relacionan los artistas con los espacios donde se muestran sus trabajos, cómo estos modifican o no la percepción de las arquitecturas y en qué medida estas y el arte plástico se influyen mutuamente. Todos los autores seleccionados, de forma más o menos explícita, se han interesado por la arquitectura, integrándola a veces en sus investigaciones, y el genovés es es uno de los arquitectos fundamentales de nuestro tiempo que han diseñado museos artísticos (desde el mismo Centro Botín hasta el Pompidou, el parisino junto a Richard Rogers, pasando por el Whitney Museum o la Fundación Beyeler).

Por eso la muestra se vertebra en dos direcciones: la incidencia en el sentido estético de la arquitectura, más allá de su funcionalidad y carácter utilitario (postulaba el Movimiento Moderno que la forma sigue a la función, camino que retomaría la Bauhaus), y su presencia en el planteamiento de numerosísimos proyectos artísticos.

El enfoque estrictamente funcional del diseño de edificios y mobiliario ha ocupado un lugar fundamental en las indagaciones de un amplísimo número de artistas desde hace cerca de seis décadas; la voluntad de muchos de estos creadores de alcanzar la pureza formal explica su uso depurado de materiales cuidadosamente seleccionados para generar objetos de austeras formas geométricas. Esos artistas estaban asimismo interesados en abordar el espacio expositivo como parte integrante de su pensamiento y de sus procesos de trabajo, de ahí las modificaciones perceptivas derivadas de la relación vibrante entre un objeto escultórico, el color o la luz con el espacio.

Recuerda la exhibición que los arquitectos idean edificios, pero raramente participan de su construcción, encargada a ingenieros u otros profesionales; sí supervisan ese proceso para asegurarse de que la obra final se ajusta al diseño previsto. De ese modo trabajaban también los artistas minimalistas, que se desligaban del proceso de la elaboración de sus piezas y dejaban a un lado la vertiente artesanal de su trabajo en pos de la neutralidad del objeto producido industrialmente.

Carsten Höller. Seven Sliding Doors Corridor, 2017
Carsten Höller. Seven Sliding Doors Corridor, 2017

Situada en la segunda planta del Centro Botín, la muestra comienza refiriéndose a la arquitectura como objeto y contando, justamente, con piezas vinculadas formalmente a la filosofía del minimalismo. Conforme a aquellos procedimientos en los que la destreza manual se dejaba a un lado trabajó Carsten Höller en Seven Sliding Doors Corridor (2016), utilizando materiales y mecanismos electrónicos para dar lugar a una experiencia física que aúna referencias a la arquitectura corporativa y a la de la ciencia ficción. El proyecto del belga consiste en un pasillo de quince metros de longitud con siete puertas correderas y una superficie de espejo en varios niveles de opacidad, pudiendo así el espectador mirar de dentro a fuera o viceversa. Se trata, por tanto, de un espacio dentro del espacio arquitectónico, ambos en interacción.

En la misma sala puede contemplarse No Window No Cry (Renzo Piano & Richard Rodgers, Centre Pompidou, Paris) (2012) de Anri Sala, la réplica a escala real de un ventanal de ese museo, en el que se presentó la pieza por vez primera. Al haberse dispuesto delante del ventanal del Centro Botín, establece la pieza una relación entre el ventanal del primer museo diseñado por Renzo (el Centre Pompidou) y el del cántabro, uno de los más recientes, haciendo emerger cierta continuidad formal entre los dos edificios, separados por cuatro décadas.

Miroslaw Balka suele “escuchar” la arquitectura de los lugares donde exhibe sus esculturas desde los noventa y entiende que la huella que queda de ellas en esos edificios es, también, arquitectura. A Santander ha llegado de él 196 x 230 x 141 (2007), una estructura hueca y triangular que evoca la entrada a otra dimensión espaciotemporal, quizá a una mina, con una bombilla desnuda que ilumina su interior y se apaga cuando el visitante se acerca para introducirse en un pasillo que se estrecha.

La obra expuesta de Méndez-Blake consta de ladrillos. Desde el fondo de un naufragio (2011) se compone de dos estructuras en forma de torre que remiten a las primeras construcciones industriales y escenifican teatralmente una antología de versos de Mallarmé; funcionan a modo de sujetalibros o de sostenes de las paredes de una biblioteca.

Algunos de los escultores representados en la exhibición se inspiran claramente en la estructura lingüística de la arquitectura y otros han elegido abordar temáticas ligadas a lo ornamental, planteando así una reflexión sobre el estatus de la obra de arte inserta en un edificio (aunque a veces los arquitectos asumen el acabado de sus construcciones, de este suelen ocuparse autores vinculados a las artes plásticas o decorativas). Algunas obras de esta exhibición remiten, por eso, a la tradición de la pintura al fresco y la escultura monumental, parte nada menor de la historia de la arquitectura.

Nos referimos a Intento de conservación (2014), de Carlos Bunga, que cuenta con una pintura tridimensional sobre cartón colocada en una vitrina empotrada en la pared de la sala, o al proyecto de Sara Ramo, que hace una referencia clara a la arquitectura en dos piezas que también aluden formalmente a las artes decorativas: Intratable (tributo a Ivens Machado) (2019), una columna de proporciones monumentales y Hendija (2019), una ranura en la pared donde ha insertado objetos coleccionados por ella misma. Para esta autora, protagonista de varias muestras recientes en Madrid, todo espacio edificado es una cáscara, una piel o una máscara; propugna dar la vuelta a los edificios, cavar sus suelos, atravesar sus paredes, vestir y humanizar las columnas… Ella dice que hay que buscarle al espacio las entrañas, invocar la arquitectura instintiva.

Carlos Bunga. Intento de conservación, 2014
Carlos Bunga. Intento de conservación, 2014

La pieza mural de Martin Creed, Work No. 2696 (2016), da lugar, por su parte, a una distorsión perceptiva del espacio a través de colores y espejos, recursos habituales de las artes decorativas. Aunque parezca minimalista, esta obra llama la atención del espectador por la doble presencia de la pintura en sí y su reflejo en el espejo.

Otra pieza de Sala forma parte de la muestra: All of a Tremble (Encounter I) (2017), basada en la producción semi-industrial de papel pintado para fabricar un instrumento musical y realizada con unos cilindros de impresión como los que hace décadas se empleaban para crear los diseños de los papeles. Su obra es una pared cubierta de papel pintado que obstaculiza la visión de la ciudad de Santander, y los motivos ejecutados a mano, propios del papel pintado, parecen ser obra de la máquina que vemos fijada al muro, pero no podemos asegurar si dicha máquina está imprimiendo o interpretando una rara y repetitiva partitura musical. Al acercarnos comprobamos que el aparato está inmóvil, y que dos de esos antiguos cilindros de impresión de papel pintado activan un conjunto de remaches diseñados al efecto que convierten los motivos del papel en una melodía. Del mismo modo, la estructura diáfana y suspendida del entramado de metal de la obra Discrepancies with Oaxaca textile II (2018), de Leonor Antunes, se inspira en los diseños de tejidos tradicionales de Oaxaca. Se trata de un elemento decorativo con evidente peso arquitectónico.

Patricia Dauder presenta Floor (2018), un conjunto de noventa piezas desgastadas de pavimento de parqué dispuestas sobre el suelo del espacio expositivo, componiendo un rectángulo sobre el ha colocado una obra en papel aparentemente quemada. Esta pieza se relaciona directamente con la arquitectura del Centro Botín y reflexiona sobre la memoria atrapada en los elementos arquitectónicos; su estructura evoca, además y de nuevo, el arte minimalista. El parqué es un suelo que está arrancado del lugar donde tendría su función y, por tanto, se ha producido aquí un desplazamiento que lo transforma en escultura.

Patricia Dauder. Floor, 2018
Patricia Dauder. Floor, 2018

La segunda sala de la muestra lleva por título La arquitectura como sujeto. Cuenta con obras de Julião Sarmento inspiradas en el mencionado Movimiento Moderno; el portugués fue estudiante de arquitectura antes de artista y, en su pintura, esa disciplina tiene un protagonismo fundamental, literalmente y en cuanto a la construcción de un espacio pictórico. Su Neutra Blue Lilies (2011) forma parte de una serie de piezas que inició hace una década y alude, desde su mismo título, al arquitecto austríaco Richard Neutra, uno de los responsables de nuestra visión de Los Ángeles como meca de un estilo de vida relajado y cercano a la naturaleza; fue pionero en el empleo de nuevos materiales en la arquitectura residencial. De esas casas californianas, Sarmento se fija en su morfología, en su construcción orgánica y su pureza de líneas y estética minimal.

Carlos Garaicoa, que también estudió arquitectura, recurre a esta disciplina para reflexionar sobre la pobreza en Cuba, su país. En La palabra transformada (I, II, III, IV, V, VI, VII, VIII) (2009), conjuga la estructura arquitectónica de las vallas publicitarias con el lenguaje propio de la propaganda y crea collages que restituyen su integridad a edificios en ruina. Su instalación está compuesta por ocho cajas de luz y una gran mesa cubierta de mantas de corte, como las usadas por los diseñadores gráficos; esta es casi un constructo arquitectónico.

De Navarro Baldeweg, el único de los presentes en la muestra que se ha dedicado profesionalmente a la arquitectura, contemplaremos Habitación plata con figura (2006) y Habitación roja con figura (2005), pinturas de interiores cuya temática se acerca más al plano arquitectónico que a un espacio real de habitación. Una figura dibujada es indicador de escala pero también adopta la forma de un elemento decorativo.

Juan Navarro Baldeweg. Habitación roja con figura, 2005
Juan Navarro Baldeweg. Habitación roja con figura, 2005

Un enfoque semejante, aunque de corte más conceptual, ha adoptado Fernanda Fragateiro, cuya instalación en el Botín consta de tres elementos: Elevation (Quiet Side); Ordinariness and Light, after Alison and Peter Smithson (2018); y Blue Window (2018), todos ellos trabajos referentes al proyecto social de los Robin Hood Gardens, de Alison y Peter Smithson: un edificio que en principio fue emblema de la utopía moderna y que acabó mostrando sus evidentes defectos.

Antoni Muntadas, por su parte, exhibe Cercas (Fences / Rejas) (2009), una serie de doce fotografías que presentan los accesos enrejados a viviendas de zonas residenciales de São Paulo; estas imágenes invitan a la reflexión sobre la forma en la que, al intentar mantener sus propiedades a salvo de miradas de extraños, los ciudadanos acaban encerrándose, convirtiendo su hogar en una suerte de prisión.

También Julie Mehretu reflexiona sobre la importancia de la arquitectura como marco de estructuras y de interacciones sociales, haciendo uso del dibujo técnico y de siluetas de edificios como base de muchas de sus composiciones. En Santander podemos ver Epigraph, Damascus (2016), un políptico de grabados que forma parte de un corpus de obra de la artista sobre la destrucción producida por la guerra civil siria.

 

“Arte y arquitectura: un diálogo”

CENTRO BOTÍN

Muelle de Albareda, s/n

Jardines de Pereda

Santander

Del 10 de octubre de 2020 al 14 de marzo de 2021

 

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