Carsten Höller alucinógeno

La obra reciente del artista belga se muestra en Milán, en Massimo de Carlo

Milán,

Lleva casi tres décadas sirviéndose de técnicas diversas para explorar asuntos como la infancia, la seguridad, el amor, el futuro y la duda en obras que sumergen al espectador en experiencias sensoriales inmersivas y que tienen mucho que ver con su anterior faceta como ingeniero, que Carsten Höller abandonó definitivamente en 1993 para dedicarse de lleno a la creación.

Este autor, uno de los primeros en estrenar el Centro Botín de Santander, quiere que el público sea la pieza clave en cada uno de sus proyectos y pulsa sus reacciones desde criterios casi científicos ante imágenes concebidas para la confusión y la ambigüedad, no tanto para la vista como para la psicología y el cuerpo. Cada una de sus exposiciones (una de las más recordadas, la que ocupó en 2006 la Tate Modern con sinuosos toboganes) es un campo de experimentación y pruebas, y con ellas trata Höller de introducirse en nuestras cabezas y medir nuestros actos ante sus obras.

Carsten Höller. "Mushrooms mathematics" en Massimo di Carlo, Milán
Carsten Höller. “Mushrooms mathematics” en Massimo di Carlo, Milán
Carsten Höller. "Mushrooms mathematics" en Massimo di Carlo, Milán
Carsten Höller. “Mushrooms mathematics” en Massimo di Carlo, Milán

Su último experimento lo presenta, hasta el próximo 12 de enero, uno de los dos espacios en Milán de la Galería Massimo de Carlo, sala que también cuenta con sedes en Hong Kong y Londres. Se trata de “Mushroom Mathematics”, el proyecto que supone el regreso del belga a Italia después de que, a principios de este mismo año, presentara en el Palazzo Strozzi “The Florence Experiment”.

En Milán podemos ver una serie de pinturas y esculturas con los que Höller ha querido transformar la galería en una máquina para la duda. De entrada, el espectador encuentra una gran vitrina que alberga casi medio centenar de réplicas de hongos de diversos colores, tamaños y formas, cada una formada por el llamado hongo matamoscas y por otros hongos comestibles, no comestibles o venenosos, en una proporción de mitad y mitad.

Ese hongo matamoscas, cuyo nombre científico es Amanita muscaria, tiene historia e incluso pasado cultural: cuenta con propiedades venenosas y psicoactivas y ha sido muy utilizado en ritos chamánicos. Aparece -podéis sorprenderos- en cuentos de hadas, en películas de Walt Disney y en videojuegos de Super Mario Bros como símbolo de lo inesperado, y estaba presente incluso en las tarjetas navideñas de la época victoriana. Hablando de Navidades, tiene también conexiones con Santa Claus: en origen este personaje era una figura chamánica del norte de Europa, una especie de sacerdote artista y sanador cuyos colores, rojo y blanco, podrían remitir a los de esta seta alucinógena que no debía ser rara en ciertos ritos cultivados entre Laponia y Siberia.

Implicaciones igualmente misteriosas contienen las esculturas de grandes setas que nos esperan en la sala principal de Massimo di Carlo: están también realizadas con Amanita muscaria y con otros hongos, en la misma proporción que las anteriores de la vitrina. Por ese pasado plagado de ambigüedades del que hablábamos antes, y por las dudas que, al parecer, aún mantienen los científicos sobre el hongo matamoscas y sus poderes alucinógenos, Carsten Höller nos presenta estas piezas como icono de la incertidumbre en toda su riqueza y como símbolo de las eternas preguntas, de las investigaciones históricas y científicas sin fin. Llama la atención del espectador sobre el hecho de que estas setas no solo abren la mente de quien los consume hacia direcciones impredecibles, sino que además continúan reproduciéndose por caminos que, en buena medida, continúan escapando a los estudios humanos.

A estas esculturas gigantes las rodean en Milán pinturas de formato redondo, cuadrado o con forma de diamante, de diferentes tonalidades pero del mismo tamaño. Pertenecen a su serie Division Paintings y se basan en un sencillo principio de partición matemática: se pinta una línea en la mitad de la superficie de los lienzos, dividiéndolos en dos partes de igual tamaño, y posteriormente, conforme al mismo patrón geométrico, una de las mitades de esas superficies se subdivide una y otra vez. La apariencia de estas obras es sencilla, limpia, pero desde su simplicidad podemos entender que ejemplifican un camino para alcanzar el infinito (el más complejo de los conceptos), un camino menos sinuoso pero con el mismo fin que las setas que flanquean.

Forma parte también de esta exposición la minimalista L Platform, una plataforma de hojalata con círculos cuyos diámetros se relacionan matemáticamente con las dimensiones de la pieza en su conjunto. Además, la disposición misma de estos también obedece a un principio de líneas divisivas: en el centro de cada uno se cruzan dos ejes. Falta el círculo final y la obra queda abierta… de nuevo al infinito.

Con sus hongos, de tamaño natural o gigantes, y sus pinturas lineales abstractas “Mushroom Mathematics” propone, en suma,  una combinación vibrante de geometría y magia, una vía para conjugar lo racional y lo inimaginable.

Carsten Höller. "Mushrooms mathematics" en Massimo di Carlo, Milán
Carsten Höller. “Mushrooms mathematics” en Massimo di Carlo, Milán

 

 

Carsten Höller. “Mushrooms mathematics” 

MASSIMO DI CARLO

Piazza Belgioioso, 2

Milán

Del 15 de noviembre de 2018 al 12 de enero de 2019

 

 

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