”Ya no nos importa”. La ruina clásica desde lo contemporáneo

Nuevos posicionamientos ante el pasado, la historia o el canon, en la Sala de Arte Joven

Madrid,
n_yanonosimporta_sala_arte_joven_fran_meanaFran Meana. Productores y Productos /Producers and products, 2018  Compuesto de mármol blanco y granito gris, acabado al acido, aluminio pulido
Fran Meana. Productores y Productos, 2018

La Sala de Arte Joven de la Comunidad de Madrid presenta “Ya no nos importa”, una de las exposiciones ganadoras en la pasada edición de la convocatoria “Se busca comisario”. Si en marzo nos aproximábamos en este mismo espacio a la idea de futuro, a través de la selección de artistas realizada por Neme Arranz y Marta Echaves para “The Futch”, esta vez son el pasado y la historia, desde nuevos posicionamientos artísticos ante el concepto de ruina, los que se despliegan frente a nosotros, de la mano de la joven comisaria Virginia de Diego y del trabajo de los seis artistas participantes: María Jesús González y Patricia Gómez, Diego Delas, Alejandría Cinque, Fran Meana y Nicolás Lamas.

El tema escogido por de Diego nace de preocupaciones e intereses presentes tanto en su trabajo como artista como en su faceta investigadora y así lo descubrimos en el título de la tesis sobre la que está trabajando, dentro del programa de Doctorado en Bellas Artes de la Universidad Complutense: “Arqueología y Destrucción en las prácticas artísticas contemporáneas”. Lo que vemos en la exposición responde o trata de dar respuesta a preguntas que la comisaria se ha planteado en alguna ocasión como, por ejemplo, ¿qué pasaría si todo lo que conocemos como ruina se transformara en normalidad objetual? Así, veremos piezas en las que no existe la memoria, otras que presentan los vestigios de la destrucción, o algunas que ponen en duda lo canónico y lo históricamente aceptado como lo correcto. La exposición, como las ruinas o la arqueología, está construida con múltiples capas y cada uno  podemos establecer nuestras propias lecturas.

Al entrar en la sala, una estatua clásica (una copia procedente de las aulas de la Facultad de Bellas Artes) nos recibe de una manera un tanto molesta, entorpeciendo el paso, casi como si hubiera sido abandonada allí momentáneamente, esperando la ocasión de ser llevada a su sitio. Pero no, es en realidad una llamada de atención para hacernos reflexionar acerca de la forma en la que las esculturas clásicas están dispuestas en los museos y de cómo nosotros nos solemos posicionar ante ellas, con la obligación, muchas veces, de adaptar nuestra mirada. Aquí, al toparnos con ella, tenemos la oportunidad de mirarle a los ojos, rompiendo con la visión de arriba abajo y con la idea de verticalidad, un concepto bastante arraigado a lo “clásico”. Su presencia allí, sin embargo, no evita que nuestra atención se dirija rápidamente hacia las paredes de la derecha de la sala, cubiertas por la instalación de María Jesús González y Patricia Gómez (Valencia, 1978 / Valencia, 1978), un buen ejemplo de lo que podríamos considerar práctica arqueológica destructiva. Las artistas empapelaron la que fuera la casa de Ramón Acín en Valencia, y lugar de reunión de intelectuales, para después arrancar el papel de las paredes, llevándose con él parte del estrato del muro. Se trata de una pieza muy estética en su composición, a base de 504 paneles estampados, cargada además de historia y de historias, pero en la que la idea de reconstrucción del pasado puede verse fácilmente alterada con el simple hecho de no seguir el orden y la numeración específica de cada fragmento de papel en relación con su disposición original, de forma que su colocación aleatoria o intencionadamente modificada da lugar a nuevos relatos, entrando en juego la especulación en el ámbito de la ruina.

María Jesús González y Patricia Gómez. Casa Ena, 2016. 504 piezas de estampación por arranque (medidas variables)
María Jesús González y Patricia Gómez. Casa Ena, 2016

Sobre la construcción de historias trabaja también Diego Delas (Aranda de Duero, 1983), en esta ocasión más vinculadas a su propia experiencia. Las dos obras que el artista tiene en la exposición, Ashes for the Bandit (2014) y All the rooms I entered by mistake (2015) están construidas por amontonamiento de cosas y de palabras que el artista va superponiendo y que marcan un punto en el tiempo. All the rooms I entered by mistake en concreto habla del momento en el que deja su primer estudio en Londres, ciudad en la que reside, y decide hacer esta pieza con parte del suelo de la habitación, que él convierte aquí en las paredes de una chimenea en recuerdo a un hogar, sobre la que luego coloca una silla y una figura. Una torre de equilibrios precarios que remite a la construcción de historias y a la que Virginia de Diego se refiere como si fuera una jenga, ese juego en el que tienes que apañártelas para ir retirando las piezas inferiores para colocarlas en la parte superior sin que todo se desmorone. Lo curioso es ver cómo el elemento más frágil de la construcción, unas botellas, son las que sustentan todo el bloque.

Alejandría Cinque. El abrazo de Salmantis, 2016 Fotografías en color enmarcadas
Alejandría Cinque. El abrazo de Salmantis, 2016

En la planta superior de la sala encontramos el trabajo de Alejandría Cinque (Madrid, 1990), al que merece la pena aproximarse ya desde los primeros escalones o, mejor aún, desde la estatua de la que hablábamos al principio, en un intencionado juego de planos. La visión de las fotografías, colgadas en la parte baja de la pared, va cambiando a medida que ascendemos y hasta que nos encontramos junto a ellas y comprendemos que, deliberadamente, han sido colocadas a la altura del pubis. Se trata de una selección de seis imágenes tomadas a estatuas de la facultad que presentaban los genitales amputados o fragmentados. En realidad, forman parte de un trabajo de investigación y un comisariado mucho más amplio sobre la necesidad de plantear en la Facultad de Bellas Artes una realidad hasta ahora ajena a los cánones de belleza, que es la vinculada a lo queer, a las distintas identidades y a las formas de ser y sentirse los cuerpos. Cuestiones que no son ajenas tampoco a las nociones de poder o de verticalidad, rompiendo aquí el binomio de la masculinidad y la feminidad.

Ese punto de activismo implícito en el trabajo de Cinque lo encontramos también, aunque con un aspecto distinto, de corte político, en el de Avelino Sala (Gijón, 1972). Su pieza, Museo Arqueológico de la Revuelta, presenta una vitrina de apariencia museística que alberga en su interior una serie de piedras, cada de una de ellas acompañada de una pequeña etiqueta con un nombre de ciudad y una fecha. Tras esta apariencia se enmascara un juego entre lo arqueológico y lo revolucionario, pues cada una de esas piedras hace alusión a una manifestación o una revuelta popular en diferentes lugares del mundo –queda en el aire si el artista estuvo o no en cada uno de esos escenarios–. Lejos del carácter de ruina histórica, Sala presenta piezas activas, que no han sido rotas por el paso del tiempo sino que, al contrario, han sido lanzadas como artefactos con la intención de destruir algo.

Frente a estos fragmentos están los de Fran Meana (Avilés, 1982), que en su caso tienen la particularidad de dejar de ser restos para convertirse en obras en sí mismas. Aunque forman un todo, cada uno de ellos funciona independientemente de los demás. Esta es la única obra creada ex profeso para la exposición y en ella encontramos un nuevo posicionamiento hacia la ruina. Meana la usa como molde para crear materializaciones de nueva creación y elabora una serie de planchas de cemento que muestran figuras que reconocemos como formas geométricas pero de las que desconocemos su significado, como si de un jeroglífico se tratara. Debemos dar por hecho que no entenderemos el contexto a pesar de tener los fragmentos de la pieza y de saber que el origen del proyecto está en una metodología pedagógica aplicada en las Escuelas Ave María de Arnao a partir de 1913, de la que, eso sí, no se conserva ninguna documentación.

Finalmente, encontramos varias piezas de Nicolás Lamas (Lima, 1980), cuyo trabajo, al igual que sucedía en el de Delas, funciona por acumulación. Entre las obras expuestas nos ha gustado especialmente Agreement (2016), dos sillas sin asiento ni respaldo, colocadas una frente a la otra y entre medias el espacio justo para sostener una vasija de porcelana. Atendiendo al título se trataría de un acuerdo relativo o una conversación más que incómoda, imposible, puesto que no es factible sentarse en esas sillas y porque si las separásemos haríamos caer la vasija. Por otro lado, podemos intuir un diálogo irónico entre el presente y el pasado, representados por las estructuras metálicas de IKEA y por la reminiscencia inconsciente que nos ofrece la vasija. Un equilibrio precario entre objetos siempre a punto del desastre, la ruina a punto de suceder.

Nicolás Lamás. Agreement, 2016. Sillas de IKEA, vasija de porcelana (medidas variables). Cortesía del artista y de Meesen de Clercq (Bruselas)
Nicolás Lamás. Agreement, 2016

La exposición se completa con un catálogo y dos mesas comisariadas en la Biblioteca de la Facultad de Bellas Artes de la Complutense y en la propia Sala de Arte Joven; visitas dinámicas; una performance a cargo de Vera Amores; una mesa redonda y varios encuentros con la comisaria.

En cuanto a “Se busca comisario”, programa destinado a mostrar la creación más joven y facilitar el acceso profesional, tanto a artistas como a comisarios, os recordamos que la convocatoria para la próxima edición ya está abierta y que el plazo para presentar solicitudes termina el 15 de junio.

 

“Ya no nos importa”

SALA DE ARTE JOVEN DE LA COMUNIDAD DE MADRID

Avenida de América, 13

Madrid

Del 30 de mayo al 22 de julio de 2018

 

 

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