Treinta y cinco escultores de diecinueve países (ninguno de ellos español) participan hasta el próximo 1 de octubre en una nueva edición, la quinta, de Skulptur Projekte Münster, una cita con la escultura en esa ciudad alemana que viene celebrándose cada diez años desde 1977. Esta vez ha sido dirigida por Kasper König y comisariada por Britta Peters y Marianne Wagner, y sus propuestas crecen: el arco de propuestas se amplía a la performance y el vídeo. También los escenarios lo hacen: algunos trabajos podrán verse en la vecina localidad de Marl.
Entre los artistas seleccionados para exponer en Münster figuran grandes nombres de la creación actual, como Cosima von Bonin, Andreas Bunte, Gerard Byrne, Jeremy Deller, Pierre Huygue, Mika Rottenberg, Gregor Schneider, Thomas Schütte, Hito Steyerl o Cerith Wyn Evens. Ellos, y el resto de los participantes, presentan en la ciudad alemana proyectos inéditos y específicos para la ocasión diseminados por varios espacios públicos (algunos se encuentran bastante alejados del centro, con el fin de integrar en la cita a la periferia).
El objetivo de Skulptur Projekte Münster ha sido, desde sus inicios, ampliar públicos para el arte y ahondar en las relaciones existentes y posibles entre creación, espacio público y entorno urbano. De hecho, las obras presentadas, sean esculturas o performances, suelen relacionarse con el contexto social e histórico de Münster, pero apuntan más allá: también se relacionan con un presente global, fomentan la participación activa de los espectadores y analizan, en algunos casos, las actuales conexiones de la escultura con la publicidad y la arquitectura urbana.
Junto al puerto Oscar Tuazon presenta Burn the Cofragment, una escultura que funciona como un horno que quien necesite podrá utilizar para calentarse o para cocinar; Ayse Erkmen ha elegido crear un puente sumergido, On Water, para conectar dos áreas de la zona portuaria industrial permitiendo a los caminantes mojarse los pies mientras lo transitan (tranquilamente porque los buques no pueden pasar por allí, así Erkmen llama la atención sobre la escasez de espacios peatonales en algunas ciudades); y Huygue, uno de los más esperados, ha llevado a Skulptur Projekte Münster After Alife ahead, una gran instalación concebida como un complejo organismo vivo que no se presenta al aire libre sino en el interior de una pista de hielo en desuso. Parece un rompecabezas en tres dimensiones en la que todo lo que parece muerto acaba dando signos de vida, empezando por un aparente pilar que es, en realidad, una colmena.
A la propuesta de Gregor Schneider en el museo LWL, que remite a un Merzbau, hay que acceder individualmente (puede que tras esperar cola). Se trata de una suerte de apartamento en el que cada estancia se ilumina de forma distinta, huele de manera diferente y cuenta con algún distintivo que señala su función. En el cuarto de baño nos inunda el olor a productos de limpieza tóxicos y algo resulta incómodo: la ducha está goteando y parece que alguien olvidó tirar de la cadena.
Inquieta, pero en Münster también hay espacio para el humor. Cosima von Bonin y Tom Burr han dispuesto un camión Mercedes Benz estratégicamente para impedir la visión de una escultura de Henry Moore a la entrada del Kunstverein. Los propios lugareños interpretan la obra como un recordatorio de las escépticas reacciones que suscitó la primera edición del Skulptur Projekte Münster: los ciudadanos pensaron que recibirían esculturas inofensivas, Moores elegantes, e hicieron frente a obras conceptuales y desafiantes.
Hay espacio, sutil pero evidente, para el recuerdo a la crisis de los refugiados: en lugar de abordar el asunto en propuestas escultóricas o performativas específicas, más o menos críticas o bienintencionadas, la muestra ha optado por ofrecer visitas guiadas en distintos idiomas, incluyendo árabe, turco o alemán para principiantes, reflejando el cada vez más diverso tejido social de Alemania hoy.
