López Cuenca: poema, crítica y ciudad

El Museo Reina Sofía abre su primera gran retrospectiva

Madrid,

La última gran muestra de Rogelio López Cuenca en Madrid tuvo lugar en 2016: pudo verse en la Sala Alcalá 31, repasaba su obra desde los noventa e incidía en la importancia en ella del lenguaje y de la conjunción de ironía, poesía y crítica social y política.

Ahora es el Museo Reina Sofía el que despliega, en la tercera planta de su edificio Sabatini, un compendio de la producción del artista malagueño desde los ochenta en “Yendo leyendo, dando lugar”, su mayor individual hasta ahora, que permitirá al público conocer las que han sido notas constantes en su carrera y las derivaciones múltiples a las que han dado lugar, siempre con la palabra como punto de partida, porque López Cuenca es poeta además de artista visual.

Trabaja, ha explicado hoy Borja-Villel, haciendo cosas de menos y no cosas de más, sirviéndose de lo que ya existe, de mercancias que le sirven para revelar cómo funcionan los mecanismos del poder y del pensamiento. Pero sus caminos críticos no se dirigen solo a lo político y sus tentáculos o a nuestra recepción e interpretación de la historia, también a usos y costumbres habituales en nuestro modo de mirar; al propio sistema del arte y al museo como uno de sus emblemas (barreras de seguridad nos indican aquí que nos encontramos frente a piezas artísticas, separándonos de ellas y a la vez invitándonos a la transgresión).

Cercano en sus intereses a los afanes de la vanguardia por no establecer fronteras artificiosas entre vida y creación y también al Pop Art menos normativo, se ha servido este autor de técnicas muy diversas (desde la pintura irónica al vídeo-poema pasando por instalaciones y fotografías, y sobre todo por objetos preexistentes), para bucear en lo que dicen de nosotros, de quienes nos precedieron y de quienes nos gobiernan nuestra visión de lo exótico o de la belleza, la especulación urbanística, el drama de los refugiados o la turistificación de casi cualquier enclave con casi cualquier excusa.

Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca "Yendo leyendo, dando lugar" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía
Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca “Yendo leyendo, dando lugar” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía
Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca "Yendo leyendo, dando lugar" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía
Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca “Yendo leyendo, dando lugar” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía

El recorrido de la muestra se inicia con proyectos que, desde mediados de los ochenta, realizó en colaboración con Agustín Parejo School y con otros colectivos vinculados al arte de acción, como UHP o Peña Wagneriana. Manejaba entonces López Cuenca, como hoy, la idea de que no existe la obra de arte singular y autónoma: las entiende como eslabones de una cadena histórica en la que unas y otras piezas entablan relaciones de afinidad o de discusión más o menos acalorada.

En los ochenta como hoy, reivindica asimismo la lectura y la apropiación como actos esencialmente creativos: piezas como Poem, Poesie pour le poivre o Brixton Hill, todas de la segunda mitad de esa década, se alejan de las técnicas poéticas tradicionales para acercarse al collage o el détournement (la transformación del significado o las utilidades de objetos cotidianos y derivados de sistemas político-sociales dominantes). En la estela de Broodthaers, que pasó hace no demasiado por el MNCARS, o de Valcárcel-Medina y Brossa, él se ha servido del trabajo con elementos gráficos, con el sonido y el espacio para practicar una poesía expandida abierta en igual medida a las investigaciones materiales y a las lingüísticas. El malagueño ha citado hoy entre sus influencias básicas la literatura poética europea y americana desde el romanticismo, la publicidad comercial y la señalética pública: materiales muy próximos, y de ahí el título de esta exposición.

Le interesa la opacidad del lenguaje: no concibe esa poesía como un mecanismo verbal al servicio de un yo enunciador, de la todopoderosa subjetividad individual, sino como un campo abierto a la tipografía y la imagen, sin necesidad de que estas se vinculen al texto. Generan en su producción un tercer territorio en el que el lector/espectador puede cuestionarse hasta qué punto su credulidad construye lo que ve en mayor medida que las obras en sí.

Y no cree tampoco López Cuenca en la excelencia intelectual concedida a la escritura como acto genial solitario, sino en la presencia de lo verbal en todas las artes: a fuerza de referirnos a la palabra como medio de expresión básicamente literario -considera- hemos secuestrado la posibilidad de entender que la imagen y el color también son un lenguaje; esa es la clave de su proyecto Read Estate.

Reflexiones semejantes plantea al trabajar en óleo sobre lienzo, técnica que, a ojos cotidianos, solo puede tener uso artístico: la maneja desde la pura ironía, negando de hecho la propia pintura merced a los derechos de las imágenes.

La ciudad ha sido terreno habitual de sus poemas abiertos, no solo a sus espacios, también a su pasado. Valiéndose de material de archivo y reclamando un ejercicio profundo de memoria histórica que vaya más allá del monumento, dedicó el proyecto Málaga 1937 a quienes en febrero de aquel año y durante la Guerra Civil huyeron de esa ciudad a Almería y fueron asesinados. Se sirvió para su realización, en 2007, del recurso poético de la errata y también de la apelación a la universalidad: los pies de foto no se corresponden exactamente con las imágenes y estas, a veces, no testimonian esos hechos concretos sino otros análogos. Un documental enlaza aquel episodio con otros éxodos y los testimonios en prensa contribuyen a refugiar el relato en la palabra; se esquiva así, en parte, la resurrección del dolor por lo particular mientras el sonido amplificado demanda que episodios como este no queden en el silencio.

Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca "Yendo leyendo, dando lugar" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía
Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca “Yendo leyendo, dando lugar” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía

A la Málaga presente y a las ciudades convertidas más en escenarios para la inversión que en lugares que habitar dedicó López Cuenca Casi de todo Picasso, proyecto que incide, a partir del sarcasmo y la acumulación, en la malagueñización forzada del pintor y la picassización, con fines económicos y turísticos, de esta ciudad a partir del fortuito hecho del nacimiento del artista allí.

Se ha elaborado, según López Cuenca, un relato artificiosamente construido, hegemónico y sin fisuras, que liga a Picasso con la ciudad donde apenas residió y que ha convertido a Málaga en una gran tienda de souvenirs. No todos los que forman parte de la sala dedicada a este trabajo son reales: algunos se han parodiado, pero es muy difícil distinguirlos del resto.

Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca "Yendo leyendo, dando lugar" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía
Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca “Yendo leyendo, dando lugar” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía
Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca "Yendo leyendo, dando lugar" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía
Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca “Yendo leyendo, dando lugar” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía

También forman parte de esta antología su mapa colaborativo de la especulación inmobiliaria en Valencia durante los años de la burbuja y múltiples trabajos relativos al que califica como “desorden geopolítico contemporáneo”, del que considera un precedente a la descolonización desordenada del Sáhara Occidental. Con ellos, empleando de nuevo recursos propios de la publicidad o poéticos, como el calambur, busca el artista subrayar que lujo y expolio son realidades no solo coincidentes sino interrelacionadas y que siguen construyéndose fronteras en base a colores de piel y privilegios.

Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca "Yendo leyendo, dando lugar" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía

La antología se cierra con un proyecto específico para el Reina Sofía: Las Islas. Maniquíes masculinos visten una suerte de uniforme internacional para el turismo global. De lejos, sus camisas son hawaianas; de cerca, contienen muy directas alusiones a las fantasías añejas del colonialismo y de una otredad exótica que han generado violencias. Esos modelos se acompañan de un vídeo que recopila sueños imposibles en relación con naturalezas vírgenes de las que adueñarse, de otro que recoge el texto en el que Michele da Cuneo, navegante italiano que acompañó a Colón, narra cómo transformó a una indígena que le fue regalada y de tres crucigramas en cuyas imágenes mujeres que rompieron con las normas posan como las bellezas calladas que no son.

Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca "Yendo leyendo, dando lugar" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía
Vista de la exposición de Rogelio López Cuenca “Yendo leyendo, dando lugar” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/ Román Lores. Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía

 

Rogelio López Cuenca. “Yendo leyendo, dando lugar”

MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS

c/ Santa Isabel, 52

Madrid

Del 3 de abril al 26 de agosto de 2019

 

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