Joan Brossa sin etiquetas

ARTIUM revisa su antipoesía

Vitoria,

A Joan Brossa ni solo se le mira ni solo se le lee, y lo que es imposible es estudiarlo atendiendo a clasificaciones cerradas y periodos, por eso, cuando están a punto de cumplirse veinte años de su muerte, ARTIUM y el MACBA han decidido plantear una muestra, que ya pudo verse en Barcelona y que mañana se inaugura en Vitoria, donde el público puede acercarse a la variedad su trabajo dejando a un lado limitaciones académicas sobre etapas concretas y categorías y prestando atención a la vertiente oral y performativa de su producción.

“Poesía Brossa”, que ha sido comisariada por Teresa Grandas y Pedro G. Romero, reúne nada menos que 600 piezas y una documentación igualmente abundante; no con el objetivo, como decíamos, de plantear una muestra enciclopédica, sino de resaltar cómo el artista nunca imprimió limitaciones técnicas a sus ideas (aquí tienen cabida sus incursiones en el cine, el arte de acción o el teatro) y cómo tampoco dudó en rodearse bien a la hora de desarrollarlas, porque en ARTIUM pueden verse proyectos en colaboración con Miró, Tàpies, Portabella, Mestres Quadreny o Carles Santos.

Nacido en Barcelona en 1919, Brossa inició su andadura artística en los cuarenta, siendo uno de los fundadores del colectivo Dau al Set, y en su revista del mismo nombre presentó textos surrealistas, deudores del automatismo psíquico, que supusieron el arranque de una producción literaria en la que utilizaría la palabra con fines experimentales, moviéndose en territorios abiertos donde convergen acciones, imágenes y objetos y donde es posible ironizar con los frutos de la asociación y la descontextualización de imágenes.

Y no dejaría de hacerlo –de investigar el poder de la palabra–, porque el depósito de sus trabajos que la Fundación Joan Brossa efectuó al MACBA en 2011 lo define, ante todo, como poeta: comprende 50.000 documentos, 6.000 libros, casi otras tantas revistas, un centenar de publicaciones de artista, 130 poemas visuales, un millar de fotografías, 150 instalaciones y otro millar de carteles. Sobre una selección de ellos se articula esta exhibición, en la que los comisarios hicieron frente al reto de hacer al público consciente de la constante experimentación de Brossa con esos múltiples medios, y con la oralidad, en el marco de las convenciones expositivas inevitables en cualquier museo.

Joan Brossa Kembo 1988 Col·lecció MACBA. Consorci MACBA. Fons Joan Brossa. Dipòsit Fundació Joan Brossa
Joan Brossa. Kembo,1988. Col·lecció MACBA. Consorci MACBA. Fons Joan Brossa. Dipòsit Fundació Joan Brossa

El centro nos enseña los lenguajes distintos entre los que se debatió en sus primeros escritos, su poesía seminal, con un importante componente lúdico; sus más maduras incursiones en la  danza, el cine o el humor, en las que en ocasiones intercalaba referencias a la situación política y cultural de Cataluña; los trabajos en los que, ya instaurada la democracia e incipiente el consumismo, criticó con ingenio la consideración de los objetos como mercancía, y las piezas en las que se aprecian con más claridad los vínculos de Brossa con autores con los que mantenía afinidades tanto formales como temáticas; es el caso de Nicanor Parra, Ian Hamilton Finlay o Marcel Mariën. En unas y otras obras veremos cómo, además, quiso comulgar con la magia, se adentró en el activismo social y se esforzó por mantener un espíritu curioso y transgresor.

Buena parte de las obras que ahora exhibe el museo vasco han sido restauradas durante los últimos seis años y algunas son inéditas, sobre todo sus poemas visuales. A la multiplicidad de técnicas con que trabajó se refiere Teresa Grandas como una impureza que no deriva de ambigüedad alguna, sino más bien de un territorio rizomático, de la marginalidad que transita en la interrelación, en el cruce constante, en lo poético entendido como un todo.

Brossa tenía querencia por los objetos cotidianos de valor material escaso, los que perfectamente podían utilizar los creadores povera; y también por los antiguos: unos y otros le permitían atrapar al espectador desde un enfoque duro y directo; la violencia de las imágenes no admite divagación estética. Fueran antiguos o humildes, entre todos los objetos posibles Brossa se decantaba por los atemporales, aquellos que ayer y hoy todos hemos utilizado continuamente, desde zapatos a imanes pasando por dedales o sellos. No destacan por su belleza, pero permitían a este autor expresar una visión del mundo propia, y al presentar unidos los que nada tienen que ver entre sí lograba sorprender al espectador como hicieron los surrealistas, hablándonos, a partir de esas combinaciones inesperadas, de la distancia entre lo estético y lo útil, de crueldades, de crítica política.

En el que podríamos llamar ajuar Brossa también encontramos elementos tomados del juego y de la magia: naipes perforados por un candado que niega el azar, dados y chisteras convenientemente manipulados para convertirse en poemas y en símbolos.

Y también era Brossa un gran aficionado al carnaval. Admiró al transformista italiano Fregoli y coleccionó material y documentación sobre él, llegando a dedicarle algunos de sus libros. No son raros en su producción los antifaces, el confeti y las máscaras y no los utiliza solo para generar contrastes que muevan a la sonrisa; también para referirse, desde la ironía amarga, a las relaciones entre las personas y su entorno, a la falsedad y el régimen de las apariencias.

Joan Brossa Eclipsi 1988 Col·lecció MACBA. Consorci MACBA. Fons Joan Brossa. Dipòsit Fundació Joan Brossa
Joan Brossa. Eclipsi, 1988. Col·lecció MACBA. Consorci MACBA. Fons Joan Brossa. Dipòsit Fundació Joan Brossa

Dado que, como decíamos, podemos considerar a Brossa fundamentalmente poeta, las letras también desempeñan un rol crucial en sus trabajos: el alfabeto era su herramienta para plasmar su vida interior y le concedía gran valor porque entendía que este era una síntesis simbólica del lenguaje, capaz de contener en sí, a su vez, toda la vida y la poesía. Los seres vivos eran, para el catalán, personas, animales, plantas y… letras, capaces estas de expresarlo todo, desde el nacimiento a la muerte. Ellas protagonizan, adquiriendo fisicidad corpórea, sus poemas urbanos, dejándose tocar y rodear.

“Poesía Brossa” se ha estructurado en cinco secciones: la primera recoge sus escritos, como aquellos en los que toma partido por Miró frente a Dalí o muestra sus afinidades con Tàpies; la segunda reúne sus Suites y sus Poemas habitables, en los que confirió a sus objetos variantes poéticas muy ricas a partir de mínimas intervenciones en ellos, y la tercera revisa cómo su poética se nutrió de referencias nada convencionales, de lenguajes no artísticos, como el citado de la magia o el del erotismo.

Por último, la cuarta presenta una selección de sus obras en un montaje inspirado en el de tres exposiciones que presentó a finales de los ochenta en los centros Mosel & Tschechow de Múnich, La Máquina Española de Madrid y Joan Prats de Barcelona; y la quinta evidencia las conexiones de la obra de Brossa con artistas internacionales.

Como ocurrió en Barcelona, la presentación de “Poesía Brossa” en Vitoria se acompaña de varias actividades: Idoia Zabaleta, Txubio Fernández de Jauregi y Pako Revueltas desarrollarán performances el martes, el miércoles, el sábado y el domingo de esta semana. Además, la comisaria Teresa Grandas, el director escenográfico Roger Bernat, el artista Iñaki Gracenea y el escritor Manu López Gaseni hablarán de Brossa en ARTIUM en varias sesiones que tendrán lugar en junio y septiembre. El programa de estas actividades podéis consultarlo aquí.

 

“Poesía Brossa”

ARTIUM. CENTRO-MUSEO VASCO DE ARTE CONTEMPORÁNEO

c/ Francia, 24

Vitoria

Del 30 de mayo al 23 de septiembre de 2018

 

 

 

Guardar

Comentarios