Magritte, Broodthaers y el enigma del objeto belga

Los Reales Museos de Bellas Artes de Bélgica ponen su producción en diálogo

Bruselas,

El 15 de agosto de 1967 falleció Magritte y no hace falta decir que, cincuenta años después, sus pinturas, que son juegos para pensar, continúan seduciendo tanto al público como a semiólogos, filósofos y a otros artistas que han retomado el afán de esta figura emblemática del surrealismo por despojar a las imágenes de su relación con los conceptos.

Conmemorando ese medio siglo de su muerte, los Reales Museos de Bellas Artes belgas han inaugurado la muestra “Magritte, Broodthaers & Contemporary Art”, en la que establecen diálogos entre las obras más conocidas de Magritte y las de otros artistas contemporáneos, sobre todo Broodthaers y Warhol, pero también otras figuras del pop y sus aledaños (Jasper Johns, Rauschenberg, Aman) que con más o menos frecuencia a lo largo de su carrera desarrollaron trabajos que se inspiraban en los suyos o los reinterpretaban, aunque no compartieran técnica.

Además de pinturas, en Bruselas se exhiben esculturas, dibujos, fotografías, vídeos o instalaciones, pero sabemos cuál va a ser La Gioconda de esta exposición: Ceci n’est pas une pipe, negación de una supuesta evidencia que sigue generando teorías filosóficas y que formaba parte de una de las series fundamentales de Magritte: La traición de las imágenes, elaborada en ese periodo convulso y propenso a la irrealidad que fue el de entreguerras, entre 1928 y 1929. La ha cedido para la ocasión el LACMA de Los Ángeles y en torno a ella se celebrará fiesta mayor: no pisaba Bélgica desde hace 45 años.

René Magritte, The Treachery of Images (This is Not a Pipe), 1929, Los Angeles County Museum of Art (LACMA),
René Magritte. Ceci n´est pas une pipe, 1929. Los Angeles County Museum of Art (LACMA)

La ligazón de Magritte con Broodthaers no es ninguna sorpresa porque quizá sea el creador, belga y no belga, que con mayor claridad se ha apropiado del legado de aquel para sus propios fines: componer poemas con objetos, poner en cuestión la representación artística y sus mecanismos, revisar desde sus bases lo que entendemos por sistema del arte y preguntarse cómo debía ser un museo y qué debía encontrar el espectador al acercarse a una exposición. En la retrospectiva que el año pasado, por estas fechas, le dedicó el Reina Sofía tuvimos ya ocasión de comprobar hasta qué punto Marcel, que fue poeta y librero antes que creador y no inició su trayectoria artística hasta cumplidos los cuarenta años, se empapó de las hipótesis de Magritte sobre el status del objeto y del lenguaje para darles una vuelta de tuerca, porque su paso siguiente fue, no negar sus vínculos, sino estrecharlos al máximo, utilizando los objetos como empleaba las palabras cuando escribía versos. De ahí, quizá, la fragilidad material de sus trabajos plásticos.

Marcel Broodthaers. Rue René Magritte Straat, 1968. Stedelijk Museum voor Actuele Kunst (SMAK) © The Estate of Marcel Broodthaers
Marcel Broodthaers. Rue René Magritte Straat, 1968. Stedelijk Museum voor Actuele Kunst (SMAK) © The Estate of Marcel Broodthaers

 

Marcel Broodthaers y René Magritte en 1967. Colección privada. © The Estate of Marcel Broodthaers
Marcel Broodthaers y René Magritte en 1967. Colección privada. © The Estate of Marcel Broodthaers

 

Robert Rauschenberg. Bellini #5, 1989. Fine Arts Museums of San Francisco
Robert Rauschenberg. Bellini #5, 1989. Fine Arts Museums of San Francisco

Magritte y Broodthaers, además de filiación por el poeta Mallarmé, compartieron amistad: desde el fin de la II Guerra Mundial, en 1945, hasta la muerte del primero en 1967. Fue tiempo suficiente para que ambos se incentivaran mutuamente a superar la magia surrealista derivada del encuentro de objetos encontrados para abordar la cuestión del lenguaje en su complejidad.

De uno y otro exhiben los Reales Museos medio centenar de obras; los acompañan los citados Johns, Rauschenberg y Warhol y también David Almetjd, Ruscha, George Condo, Gavin Turk y Cesar Sean Landers. Al margen de su adscripción a unas y otras corrientes, todos ellos, con mayor o menor desarrollo, buscaron romper el cordón umbilical entre las representaciones y lo que las evidencias indican que significan, introduciendo en sus obras el misterio, como Magritte, o la lírica, como Broodthaers.

Aunque La traición de las imágenes se fecha, como decíamos, en los veinte, no fue hasta 1954 cuando las obras de esta serie salieron a la luz, en la Galería Sidney Janis de Nueva York. Sabemos que acudieron a verlas, además de Warhol, Johns y Rauschenberg, los artistas conceptuales On Kawara y Joseph Kosuth, quién llevaría a cabo con sillas o radiadores (reales, representados y escritos) un experimento no muy distinto al de la pipa magrittiana. Aquella exposición, y su acercamiento a Duchamp, fue para estos autores el revulsivo que necesitaban para convertir el objeto en un rugido de contemporaneidad, en la manifestación de que lo banal puede no serlo, o de que hay que aceptar y celebrar la frivolidad del consumo. Esto no es una caja de Brillo, es parte de ti.

Quizá el mayor legado que Magritte trasmitió a sus “hijos” fue su empeño por transmitir dudas y no certezas, por hacer que se tambaleen las creencias sólidas, las afirmaciones que no parecen poder negarse.  Esto no es un paraguas, un guante, una nube o un sombrero, aquí están tus pensamientos y deseos escondidos.

Es aconsejable completar la visita a esta exposición con otras al Musée Magritte o a la casa-museo del pintor. Tendremos la sensación de que Bruselas se ha convertido en una caverna platónica contra la autocomplacencia.

 

Sean Landers. Captain Homer (Seven pipes for seven seas), 2016. Colección privada. © Cortesía del artista y Rodolphe Janssen, Bruselas
Sean Landers. Captain Homer (Seven pipes for seven seas), 2016. Colección privada. © Cortesía del artista y Rodolphe Janssen, Bruselas

 

“Magritte, Broodthaers & Contemporary Art”

MUSÉES ROYAUX DES BEAUX-ARTS DE BELGIQUE

Rue de la Régence, 3

Bruselas

Del 13 de octubre de 2017 al 18 de febrero de 2018

 

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