Andy, una escultura griega en Málaga

Llega al Museo Picasso su mayor exposición en España

Málaga,

Hace treinta y cinco años, uno de los galeristas que más contribuyó a la renovación del panorama galerístico español, Fernando Vijande, presentaba en Madrid la que fue la primera muestra de Andy Warhol en nuestro país, “Pistolas, cuchillos, cruces”, y esa exposición trajo aquí al creador pop durante nueve días de enero. El éxito de la muestra fue discreto, pero al menos sí contribuyó a abrir la capital a la creación internacional.

Y Warhol vuelve. Tras su paso por los centros CaixaForum de Barcelona y Madrid, el Museo Picasso de Málaga presenta desde mañana la mayor exposición española del autor, un recorrido poliédrico por una producción inclasificable que el comisario, José Lebrero, ha concebido conjugando criterios cronológicos y temáticos y subrayando tanto el empleo de Warhol de todos los medios de reproducción que tuvo su alcance como la cara más conocida o esquivada de su producción: la que da fe de su conciencia de la muerte, del carácter efímero de los mitos a los que su Factoría retrató una y otra vez.

Son casi 350 las piezas expuestas en el MPM, llegadas de colecciones públicas y privadas internacionales. Dada la popularidad imposible de medir de Warhol y su conversión en mito cotidiano, Lebrero ha querido dirigir esta exhibición a un público transversal, a los conocedores del pop y al espectador medio, pero sobre todo ha buscado dirigirse a esos jóvenes que seguramente tienen copias de sus trabajos a mano, quién sabe sí tatuadas: esta exposición aportará el necesario contexto a su obra diversa y a menudo banalizada. Por eso conjuga su producción menos divulgada y más intelectual (cine experimental, episodios televisivos underground) con sus proyectos de potencial público masivo, como la videoinstalación que llevó a cabo en colaboración con Velvet Underground en los setenta, rabiosamente actual pese a las décadas a sus espaldas.

Vista de sala de la exposición "Warhol. El arte mecánico" en el Museo Picasso Málaga
Vista de sala de la exposición “Warhol. El arte mecánico” en el Museo Picasso Málaga

La exhibición da fe de la conciencia temprana del artista de Pittsburgh del potencial de relación del arte y el negocio y de lo poco que le costó asimilar que podía ser tanto autor como productor, pero también de la vitalidad que su obra mantiene hoy, un buen envejecimiento que el comisario achaca a que, salvadas ciertas distancias, nuestra sociedad materialista y de consumo de hoy tiene mucho que ver con aquella en la que Warhol nació y en la que desarrolló su producción multiforme y mecánica. Su serie de sopas Campbell no nació de una búsqueda espiritual sino de su alimento diario y del dibujo doméstico que de ellas realizó su madre Julia Warhola; además, Andy, al trasladarse a Nueva York y comenzar a trabajar en escaparates y diseños publicitarios, no pretendía convertirse en un artista en sentido romántico sino ganarse la vida.

Revisando la ingente variedad de trabajos, de técnicas y formatos que él y su equipo manejaron, podemos dejar a un lado, sin pudor, etiquetas: Warhol fue un artista y como tal ha entrado en los grandes museos de arte contemporáneo; también un creador visual, un diseñador y un sólido empresario, y esa condición múltiple -dice Lebrero- podemos interpretarla como un valor adicional y no necesariamente como un demérito.

Desde sus comienzos, en los cincuenta, adoptó un proceso de trabajo reactivo: fue habitual que trabajara en proyectos propuestos por terceros, normalmente por galerías o museos, y no apartado en la soledad de su estudio. En esos mismos inicios manejó ya la idea de la obra múltiple, por ejemplo en la serie de estampas navideñas que le encargó Tiffany y que ahora se exhiben por primera vez en nuestro país próximas a los retratos con pan de oro de un joven Warhol que fotografió su amigo Art Kane. Del resultado, dijo este: Veo a Andy como un griego del siglo IV a.C (…) Un personaje antiguo en un mundo atómico. Quedaba claro ya que estaba dispuesto a utilizar cualquier tipo de materiales y procedimientos para sacar partido a imágenes que podían ser originales o no.

A fines de aquella década de los cincuenta, Warhol ya era buen conocedor del arte no comercial y, cuando en Nueva York triunfaba el arte abstracto, él decidió presentar su primera individual en una galería de Los Ángeles, en 1961. Presentó sus series Campbell sin éxito de ventas, pero no importó mucho: solo tres años después ya era un mito cultural y había definido ciertos ritos, como el manejo frecuente de la dualidad (en el Museo Picasso vemos el antes y el después de una rinoplastia tomado de una imagen comercial de revista barata) y de recursos de reproducción mecánica que, en el fondo, solían constituir su modo de prestar atención a la belleza física; no conviene pasar por alto la importancia que Warhol dio a su propia imagen y tampoco al hecho de que no se gustó. Igualmente, no hemos de olvidar que donde hay repetición hay diferencia, del mismo modo que una función teatral nunca es exactamente igual: toda reproducción, manual o no, implica pérdida y deterioro.

Aquí hay ironía, seriedad, alegría, romanticismo y conciencia del tiempo que escapa

Warhol tuvo, además, el talento evidente de percibir que en la Norteamérica de su tiempo la fe religiosa había decaído en favor de los ídolos comerciales y los mitos del cine: por eso, y no por otra razón, a Marilyn también la representó con pan de oro basándose en la imagen promocional de uno de sus filmes. Los retratos warholianos de la actriz coincidieron en el tiempo con su suicidio, del mismo modo que a Jackie Kennedy nos la presenta en el funeral de John. Era consciente Andy, y nos lo hizo ver, de que los mitos, a diferencia de los dioses, no duran siempre; las estrellas son fugaces.

Vista de sala de la exposición "Warhol. El arte mecánico" en el Museo Picasso Málaga
Vista de sala de la exposición “Warhol. El arte mecánico” en el Museo Picasso Málaga

Como una estrella, pero de cabaret, retrató a Mao en fechas próximas a la primera visita de un presidente estadounidense a China (fue Nixon) -aquí vemos el retrato del dirigente que atesora la Fundació Suñol- y también forma parte de “Warhol. El arte mecánico” una recreación de las nubes de plata que presentó en la galería de Leo Castelli en 1966 en una exhibición de paredes vacías. Las nubes se elevan y proyectan nuestro reflejo, como esperamos del arte, y en su momento se realizaron con materiales con los que la NASA experimentaba.

La mayoría de sus retratos de celebridades datan de mediados de los setenta y muchos los realizó por encargo, así que le proporcionaron financiación para proyectos menos comerciales. Entre ellos, los filmes de cuatro minutos y un segundo de duración (lo que dura un rollo) que dedicó a Bob Dylan, Susan Sontag, Dalí, Duchamp o Edie Sedgwick.

La exhibición cuenta también con una vasta selección de portadas, cubiertas o productos textiles ideados -que no realizados- por Warhol y procedentes de los fondos de Paul Marechal. También con sus vanitas insospechadas en forma de calavera de sonrisa burlona, accidentes de tráfico, suicidios, pistolas, sillas eléctricas y con una de las piezas de su serie Oxidación: su respuesta al expresionismo abstracto y a su defensa del arte nacido de las pulsiones internas en forma de orina sometida al paso del tiempo. Aquí hay ironía, seriedad, alegría, romanticismo y conciencia del tiempo que escapa.

Andy Warhol. Silver Liz, 1963. Colección Froelich. The Andy Warhol Foundation for the Visual Arts
Andy Warhol. Silver Liz, 1963. Colección Froelich. The Andy Warhol Foundation for the Visual Arts
Andy Warhol. Brillo BOX, 1964-1968. Museo Colección Berardo, Lisboa. The Andy Warhol Foundation for the Visual Arts
Andy Warhol. Brillo BOX, 1964-1968. Museo Colección Berardo, Lisboa. The Andy Warhol Foundation for the Visual Arts

 

 

“Warhol. El arte mecánico”

MUSEO PICASSO MÁLAGA

Palacio de Buenavista

c/ San Agustín, 8

Málaga

Del 31 de mayo al 16 de septiembre de 2018

 

 

Guardar

Guardar

Comentarios