En el año en que se cumplen 170 años de la creación de Kunsthalle Bremen, el Museo Guggenheim ha decidido acercar a Bilbao parte de las obras maestras de sus colecciones: un recorrido por el arte nacido en Alemania y Francia durante los siglos XIX y XX que presta especial atención a las corrientes romántica, impresionista y postimpresionista y también a la colonia de artistas de Worpswede y al expresionismo alemán.
“Obras maestras de la Kunsthalle Bremen: de Delacroix a Beckmann” ha sido comisariada por Christoph Grunenberg, director de ese centro, y Petra Joos, curadora del Museo Guggenheim Bilbao, y nos permite adentrarnos, además, en la propia historia de la Kunsthalle, que como decíamos abrió sus puertas en 1849 recogiendo el testigo de la Kunstverein de Bremen, una asociación nacida un cuarto de siglo antes y formada por aficionados y expertos en arte que deseaban mejorar la apreciación social de la belleza estética.
En principio, aquella asociación la formaba un número reducido de ciudadanos comprometidos con la creación artística que se reunían para charlar sobre sus colecciones de dibujos y grabados, pero progresivamente sus miembros aumentaron y comenzaron a poner en marcha exposiciones públicas mientras conformaban sus propios fondos, que serían los iniciales de Kunsthalle Bremen.
El museo tuvo como primer director científico al historiador del arte Gustav Pauli, que se encargaría de refinar aquella colección otorgando relevancia en ella al diálogo entre el arte francés y el alemán. Sus adquisiciones se vieron favorecidas por las comunicaciones globales de Bremen, núcleo comercial y empresarial cuya actividad industrial lo emparenta con Bilbao.
La nueva muestra del Guggenheim comienza repasando los últimos coletazos del clasicismo en artistas clásicos galos y germanos y los inicios del Romanticismo en ambos países: si en Francia primaron temas literarios y la atención a las grandes pasiones, en Alemania se encontraron en el paisaje metáforas de esos sentimientos y un escenario idóneo en el que reflexionar sobre la mortalidad y sobre los ideales del mediterraneísmo clásico.
En esa primera sección, Del Clasicismo al Romanticismo, se acentúa la fascinación que Roma ejerció sobre los pintores alemanes, entre ellos los nazarenos, admiradores de la belleza rafaelesca, y también se recogen las búsquedas preimpresionistas de la Escuela de Barbizon, localidad a la que llegaron en 1860 Manet, Renoir o Pissarro para comenzar a crear al aire libre y a partir de la luz.
Frente al racionalismo académico de la Ilustración, terminaría extendiéndose por Europa aquel Romanticismo que no giraba la mirada ante nuestras pasiones más oscuras y que dio primacía al color sobre la línea. Delacroix fue su mayor representante francés, y está ampliamente representado en los fondos de Kunsthalle Bremen; en Alemania sobresaldrían Karl Gustav Carus, Johan Christian Clausen Dahl, Caspar David Friedrich y Friedrich Nerly, que hicieron dialogar pintura de paisaje, ciencia y estética.
Friedrich no visitó Italia, pero Carus sí, y sus paisajes costeros le inspiraron un precioso Atardecer junto al mar (1820-1825), en el que enlazó lo terreno y lo espiritual, yendo mucho más allá de la mera representación de la naturaleza. Pero fue el primero, Friedrich, quien con mayor emoción dotaría de subjetividad al paisaje: a Bilbao ha viajado La puerta del cementerio, en la que contrapuso la vida terrenal sombría y la luminosa vida futura, una esperanza.
La segunda sala de la exposición se centra en las propuestas impresionistas. En este apartado encontramos trabajos de Paul Cézanne, Edgar Degas, Eva Gonzalès, Claude Monet, Pierre-Auguste Renoir y Auguste Rodin en diálogo con los de Lovis Corinth, Max Liebermann y Max Slevogt: veremos cómo las relaciones entre los autores de una y otra frontera se intensificaron conforme nos acercamos al fin del siglo XIX.
No falta en el Guggenheim una pintura emblemática en la historia de Kunsthalle Bremen: Campo de amapolas (1889) de Van Gogh. Su compra por Pauli suscitó en Alemania gran controversia entre quienes consideraban que esa adquisición suponía una afrenta al arte nacional y quienes entendían, desde un enfoque más contemporáneo, que esas barreras geográficas o políticas eran secundarias porque la creación nunca podría sujetarse a ellas. Otra adquisición, la de Pueblo entre los árboles (Marines) de Cézanne, causaría años después un debate parecido.
Esta exposición nos permitirá, por otro lado, adentrarnos en las particularidades del Impresionismo alemán respecto al de nuestros vecinos: Max Liebermann, Max Slevogt y Lovis Corinth prestaron atención a los efectos lumínicos sobre la naturaleza, pero mantuvieron un dibujo preciso y emplearon tonalidades más apagadas. Fijaos en el Desnudo tendido (1899) de Corinth: su punto de partida es la Maja desnuda de Goya.
Y también asistiremos en esta muestra al nacimiento de la Escuela de Pont-Aven: Gauguin y Émile Bernard se conocieron allí en 1886 y anticiparon el desarrollo de la abstracción con sus obras concebidas esencialmente como superficies planas cubiertas de colores dispuestos en cierto orden.
Y el epílogo de la exhibición, en la sala 307, recoge obras de Worpswede y Die Brücke, de expresionistas y surrealistas.
Worpswede es una localidad cercana a Bremen cuyos páramos pantanosos y campos de brezo inspirarían a una colonia de artistas que más adelante tomarían a los autores de Barbizon como modelo. Una de ellas fue Paula Modersohn-Becker, que pintó, además de numerosos autorretratos, a los lugareños y los paisajes en torno a ambas ciudades alemanas, y que está bien representada en la exposición del Guggenheim. También realizó bodegones y naturalezas de inspiración francesa.
Hay que recordar que Pauli, ese primer director académico de Kunsthalle Bremen, apoyó desde sus inicios a la colonia de Worpswede y también se encargaría de organizar la primera retrospectiva de Paula Modersohn-Becker tras su muerte temprana, en 1908. Además, no hace tanto, en 2007, el mismo centro volvió a exponer su trabajo situándolo en el marco de la vanguardia francesa en el cambio de siglo.
Kunsthalle Bremen fue, asimismo, el único museo donde los miembros de Die Brücke llegaron a ver mostrada al público su obra mientras el colectivo existió como tal. Su arte, joven, significativo y libre, también ha llegado a Bilbao, como el de Max Beckmann, un emblema en los fondos del centro. Mientras los pintores ligados a El Puente quisieron deshacerse de toda convención, este autor, vinculado a la Nueva Objetividad, abogó por renovar lazos con la tradición.
Contemplaremos su Autorretrato con saxofón (1930), uno de los cuarenta que realizó, y también sus visiones tenebrosas del mundo del cabaret, el circo y el vodevil. Como él, Otto Dix también quedó marcado por las dos guerras mundiales, y la amargura y el deseo interior de escapar llegó asimismo a sus retratos, como el de Franz Schulze (1921), sin perder cierto tono satírico. En Dresde fundaría el Dresdener Secession Gruppe 1919, colectivo radical de artistas crítico con la sociedad de su tiempo.
En el marco ya del surrealismo, destacó en Alemania la figura de Richard Oelze, que fue alumno del propio Dix y también de Klee y que trabajaría a partir del legado de sus compañeros franceses, pero sobre todo desde una óptica estrictamente personal y un marcado sentido de la introspección psicológica.
En sus obras, muy precisas, encontramos seres híbridos entre lo humano y lo animal sumidos en ambientes oníricos; se contraponen en Bilbao a las del segundo periodo surrealista de André Masson, bajo la influencia de Dalí o Picasso. Y el malagueño también forma parte de esta exposición: Kunsthalle Bremen, como otros museos alemanes, adquirió su producción gráfica de la mano del marchante Michael Hertz, pero su pieza más importante en este espacio es su tardío retrato de Sylvette David (1954).
Picasso había conocido a esta muchacha de 19 años en Vallauris (era hija de un galerista) y le dedicó cuarenta dibujos y pinturas, entre ellas esta, que un periódico de Bremen calificó como sinfonía en gris. La Kunsthalle fue, por cierto, el centro alemán que atesoró del autor del Guernica un mayor número de grabados.
“Obras maestras de la Kunsthalle Bremen. De Delacroix a Beckmann”
Avenida Abandoibarra, 2
Bilbao
Del 25 de octubre de 2019 al 26 de febrero de 2020
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