Para ser justos, en el dibujo, como en el arte, como quizá en casi todo, las innovaciones consisten en utilizar los materiales y manipularlos de otra manera, en transformar el concepto clásico de realización, más que en grandes revoluciones.
Repasamos algunas de las técnicas que han marcado su devenir en el siglo XX, sobre todo desde 1912. Algunas existían antes, pero cobran un nuevo rumbo:
CADÁVER EXQUISITO
Es un tipo de dibujo característicamente surrealista en el que físicamente son apreciables las marcas de doblez del papel, una y otra vez plegado para permitir la intervención inocente de los diversos autores sobre la representación anterior. Cada cadáver exquisito puede contener, en su realización espontánea, procedimientos sencillos o complejos, desde el dibujo a lápiz al gouache. El resultado suelen ser pinturas unitarias pero incoherentes, caracterizadas por el despliegue de figuras extrañas.
El cadáver exquisito nació cuando los poetas surrealistas, en sus reuniones, cogían secretamente palabras al azar de los periódicos y con ellas formaban poemas inconexos. Los pintores les imitaron sirviéndose de imágenes, representando objetos sin pensar, trasladados al papel directamente desde el subconsciente.
FROTTAGE
Se trata de captar la textura o el relieve de un objeto mediante lápiz blando o pastel. Esta técnica la desarrolló sobre todo Max Ernst, que en 1925 elaboró su serie Historia natural: frottages a lápiz de maderas, hojas… diversos objetos con textura. En una de las obras de esta serie se inspiró en un suelo veteado: colocó el papel sobre baldosas de madera y pasó el lápiz por encima; a partir de esa imagen marcada en el papel, trabajó sus motivos propios, de forma más consciente, acabando la imagen.
Además de lápiz blando sobre papel, también se sirvió del grabado, pero siempre buscó que se percibiera la sombra del dibujo que era la base de las obras. También solía desplazar el papel durante el frotado para insistir en algunas zonas o cubrir de blanco aquellas sobre las que no quería llamar la atención.
Las técnicas surrealistas, y esta también lo es, juegan mucho con el azar: sin ejercer un control intelectual sobre las cosas, se producen piezas no premeditadas, como ocurre con los encuentros de objetos inesperados. La casualidad genera formas imprecisas que el artista desarrolla exaltando lo fortuito y estimulando su imaginación.
Hay que recordar que, para trabajar con frottage, el papel no debe ser demasiado grueso.
DECALCOMANÍA
Hablando de técnicas ligadas al movimiento surrealista… la decalcomanía asocia imaginativamente formas a manchas casuales en las que el hombre no ha participado.
De modo rudimentario, la idea ya se manejaba en la Antigüedad (Filóstrato); la recuperaron Leonardo y los teóricos del siglo XVI. En el XIX la exploró Víctor Hugo, quien dejaba secar manchas fortuitas de tinta y, a partir de ellas, elaboraba paisajes misteriosos, y también Goya, al final de su vida.
El ejercicio de la decalcomía también estimula la imaginación, la capacidad asociativa espontánea. Los surrealistas la retomaron y potenciaron para liberar la creatividad del peso de la razón, jugar con lo paradójico y lo anecdótico. Cuánto más incoherente resultaba la imagen, más les gustaba.
Si, en sus decalcomanías, los románticos continuaban con su mano la imagen vista, los surrealistas preferían insistir en la extrañeza y en los encuentros inverosímiles.
Podemos distinguir, de hecho, las decalcomanías sin objeto preconcebido (aquellas en las que el artista no interviene, solo deja secar las manchas de tinta casuales) y las decalcomanías del deseo (aquellas en las que el autor sí interviene en función de la imagen que le sugieren las manchas y la sigue explorando). Las hay muy complejas, como León-ventana (1936), de Óscar Domínguez, en la que se incorporan colores sobre el papel y se taparon algunas zonas con una plantilla, cinta de enmascarar o líquido de acuarela para que la tinta no penetre demasiado.
FUMAGE O AHUMADO
Esta técnica consiste en acercar una cerilla o vela al papel o lienzo. Según la proximidad entre ambos, se producirá oscurecimiento, quemado, o la presencia de un punto carbonizado con una mancha clara alrededor.
A partir del impacto del humo -con mayor o menor nivel de control por parte del artista- se elabora una composición abstracta con pincel y óleo, así que se enlazan azar y creación deliberada.
Aunque estas piezas sean abstractas, hay posibilidad, en alguna ocasión, de encontrar en ellas figuras reconocibles: microbios, plantas, estructuras internas de las cosas (patatas, pasta de dientes), otros mundos dentro del visible lejanos a lo racional, como los que plasman los surrealistas en sus fotografías.
Yves Klein, místico e investigador constante, consideraba que los cuatro elementos eran también creadores, así que se sirvió del fumage en los cincuenta y los sesenta, por influencia surrealista, y utilizó agua en sus lienzos para crear determinadas formas. Bombero al lado.
PAPIER COLLÉ
El collage caracterizó cierto tipo de escultura, no solo de pintura; con ese nombre nos referimos a obras en cualquier tipo de soporte con objetos pegados. Con el tiempo se ha convertido en sinónimo de papier collé (papel encolado sobre papel, en origen).
Sus inicios se remontan a 1912, en época cubista, y sus iniciadores fueron Braque y Picasso. Ese año el francés encontró en una tienda de Avignon papel pintado semejante a madera para hacer falsos zócalos; lo compró, lo recortó y pegó trozos en dibujos cubistas al carboncillo que ya había iniciado. También incorporó letras, a modo de referencia de la realidad; en el fondo, también podemos considerar el papel pintado un elemento de reconocimiento: el mundo está presente en el cuadro y el collage introduce al cubismo en el mundo de los objetos reales.
El procedimiento sedujo enseguida a Picasso y Juan Gris; este último incorporaba a sus obras recortes de papel de falsa madera y de periódico, a veces con noticias concretas de su época, aunque no se trata de obras politizadas, en general.
Se riza el rizo: no buscan representar, sino presentar. El collage pasó del cubismo a todos los movimientos de vanguardia como un ejercicio antivirtuosista, pues es una técnica sencilla que no implica dominio técnico, rompiéndose con la primacía de este. A veces tiene una vertiente política y también se hizo presente en fotografías, pegando recortes de prensa o componiendo positivos y negativos arbitrariamente.
Los dadaístas alemanes, críticos con el partido nazi, introdujeron en sus collages imágenes de personajes de la época con un planteamiento crítico o irónico.