En la muerte de Jonathan Brown

Ha muerto, a los 82 años, Jonathan Brown, el gran hispanista estadounidense que dedicó el conjunto de su trayectoria a estudiar la pintura del Siglo de Oro español y, especialmente, a Velázquez. Dirigió la tercera edición de la Cátedra del Museo del Prado y en el mismo centro comisarió exposiciones históricas como “Velázquez, Rubens y Van Dyck” (1999) o “La Almoneda del Siglo. Relaciones artísticas entre España y Gran Bretaña. 1604-1655” (2002).

Miguel Falomir, director de la pinacoteca, le ha dedicado hoy este obituario: El fallecimiento de Jonathan Brown es una gran pérdida para la historia del arte español y una tristísima noticia para el Museo del Prado. El mejor modo de resumir la larga y fecunda relación entre el hispanista estadounidense y la institución es afirmando que el Museo del Prado ha sido tan importante para Brown como Brown lo ha sido para el Museo del Prado. Brown visitó el Prado por primera vez en 1958 y ahí surgió su amor por el arte español, a cuyo conocimiento y difusión contribuyó de forma decisiva. Fue uno de los mayores especialistas en nuestro Siglo de Oro, autor de decisivos trabajos sobre Murillo o Ribera y máxima autoridad en Velázquez, pero su curiosidad le llevó igualmente al Renacimiento, Goya o Picasso. Dos ideas recorren estos escritos: salvar la separación entre arte y sociedad imperante en nuestra historiografía hasta entonces, y resituar el arte español en su contexto europeo y global, inquietudes plasmadas en publicaciones como Imágenes e ideas en la pintura española del si­glo XVII (1981) o El triunfo de la pintura: sobre el coleccionismo cortesano en el siglo XVII (1995), y en su interés último por una aproximación integral al arte hispánico que incluyera el realizado en los virreinatos americanos. De este magisterio intelectual se han beneficiado generaciones de historiadores y, muy particularmente, quienes disfrutaron de su generoso tutelaje en el Institute of Fine Arts de Nueva York, entre ellos varios profesionales del Museo del Prado.

La relación de Brown con el Museo del Prado se dilató durante 64 años y evolucionó a la par que lo hacía su trayectoria vital y profesional. Empezó visitándolo como turista y estudiante, después como estudioso de sus fondos, y mantuvo con él una relación aún más estrecha como miembro de su consejo científico y comisario de las exposiciones “Velázquez, Rubens y Van Dyck” (1999) y “La almoneda del siglo: relaciones artísticas entre España y Gran Bretaña, 1604-1655”, (2002), esta última realizada en colaboración con su íntimo amigo y recurrente colaborador sir John Elliott. Asiduo conferenciante en el museo, en 2012 fue titular de la Cátedra del Prado, dejándonos unas interesantísimas Reflexiones de un hispanista a la sombra de Velázquez, cuya lectura revela hasta qué punto el Prado fue fundamental en su vida.

Pero más allá de esta dilatada relación profesional e institucional, Brown sintió el Prado como algo propio. Sufrió con sus malos momentos y contribuyó decisivamente a superarlos a través de un decidido activismo en los medios y discretas pero eficaces gestiones personales. Ahora que parece inminente el inicio de las obras del Salón de Reinos, conviene recordar que sin Brown y Elliott, que dedicaron en 1980 a este espacio palaciego uno de los libros más bellos e influyentes sobre el siglo XVII español (Un palacio para el rey: el Buen Retiro y la corte de Felipe IV), probablemente nunca hubiera sido una realidad. Su inauguración será el mejor modo de recordar y agradecer su gran contribución al Museo del Prado y a nuestro país.

Jonathan Brown

 

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