Supuso una revolución en todos los ámbitos del arte: perspectiva, polimetría, geometría, composición, color… El Cubismo trajo la destrucción del ilusionismo tradicional para presentar la realidad como el artista la veía (la ve), desde todos los puntos de vista posibles. Tomando a Cézanne y a sus pinturas planas basadas en formas geométricas como punto de partida, los cubistas se empaparon también de las investigaciones científicasen materia de óptica, química y física que se desarrollaban en los inicios del s XX: fue en 1905 cuando Einstein formuló su teoría de la relatividad, transformando nuestra visión del espacio y el tiempo.
En los talleres de Paris se conocía también el arte primitivo y negro y se ponía en valor la esencialidad del objeto alejado de su entorno.
Nacido en la capital francesa hacia 1906 de la mano de Picasso y Braque, se extendió después por Europa y América y mantuvo conexiones con otras tendencias coetáneas.
Se considera que el primero en referirse al Cubismo como movimiento fue Apollinaire, aunque no todos lo calificarían así: en el primer Coloquio sobre Arte Contemporáneo que tuvo lugar en 1971 en el Museo de Arte e Industria de Ste Étienne se concluyó que fue un fenómeno artístico pleno de práctica plural y diversa en el tiempo que creó numerosas poéticas (orfismo, sincronismo) y que se desarrolló en numerosos puntos de expansión geográfica.
Louis Chassevant también se refirió al Cubismo hacia 1905 y 1906, cuando aludió a “cubos” presentes en obras fauvistas que también bebían de Cézanne, y el primer testimonio recogido en prensa escrita sobre el movimiento que tuvo a Picasso como gran figura nos lo ofreció Vauxcelles, pero si queremos realmente aprender a fondo los recovecos del Cubismo de una fuente primaria tenemos que recurrir a Du Cubisme, el ensayo de Albert Gleizes y Jean Metzinger, que además de pintores fueron teóricos y que en 1912 publicaron esta obra con la colaboración de un editor parisino que era también poeta, Eugène Figuière.
Considerada primer manifiesto estético del Cubismo, esta obra se presentó coincidiendo con la Section d´ Or de aquel año y tenía como objetivos, según el propio Gleizes, sintetizar y clarificar las meditaciones que dieron origen al Cubismo (pues entendían que toda pintura nace de una reflexión) y despejar equívocos y malentendidos. Era importante que fueran los propios pintores artífices de los cambios que se proponían quienes diesen sus explicaciones, y no teóricos que rara vez pisaban los estudios.
Aquel ensayo alcanzó entonces una repercusión importante –se tradujo a varias lenguas- y contó con ilustraciones de Cézanne, Picasso, Derain, Braque, Metzinger, Marie Laurencin, Gleizes, Léger, Duchamp, Picabia y Juan Gris.
Tal fue su éxito que pasados treinta y cinco años, en 1947, Du Cubisme se reeditó, contando entonces con una introducción de Gleizes, un epílogo de Metzinger y de once estampas de algunos de los artistas que cedieron sus ilustraciones para el ensayo de 1912 a los que se sumó Jacques Villon.
Eran seis aguafuertes, dos aguatintas y tres puntas secas, que aunque se elaboraron durante la década de los veinte, no se estamparon y publicaron hasta el 47.
A lo largo de este verano (desde hoy y hasta el 29 de agosto) y como muestra de transición entre la de Art Decó recientemente finalizada y la retrospectiva de Max Bill que llegará a Madrid en octubre, la Fundación Juan March exhibe un ejemplar de esta reedición de Du Cubisme y todas sus estampas, pertenecientes a los fondos de esta institución, así como tres óleos de los autores del libro: Nature morte, fruits, verre et noix, de Metzinger, y Les Musiciens y Composition de Gleizes. Estas obras proceden de colecciones particulares. A ellas se suma el grabado Homme au chapeau (1914-1915) de Picasso, que ha cedido para la ocasión la Fundación malagueña del artista.
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