Degas contra el defecto (y el estereotipo)

Varios cines proyectan un documental sobre el pintor los días 25 y 26 de marzo

Madrid,

Entre finales de 2017 y principios de 2018, el Fitzwilliam Museum de Cambridge conmemoró el centenario de la muerte de Edgar Degas con una muestra retrospectiva que comprendía pinturas, pasteles, dibujos, acuarelas, grabados y esculturas en bronce y cera y que incidía en la fascinación del artista por la experimentación técnica y en su deseo por expandir su obra hacia nuevos medios de expresión, vertientes de su carrera que a menudo pasan desapercibidas en favor del deleite suave que hoy encontramos en sus escenas de bailarinas, que no dejaron de ser enormes desafíos para su autor.

Aquella antología se estructuraba temáticamente, presentaba numerosos desnudos y escenas de cafés, además de las dedicadas a la danza y también mostraba al gran público una faceta temática menos estudiada de su producción: los paisajes. Si, por un lado, prestaba atención al deseo de Degas de tomar lo mejor de los maestros (copió trabajos de artistas del Renacimiento italiano y también de algunos de sus contemporáneos, como Ingres y Delacroix, de los que poseyó obras), por otro señalaba su influencia en piezas de autores posteriores, de Walter Sickert a Francis Bacon pasando por Picasso, Lucian Freud, Frank Auerbach, R.B. Kitaj y Ryan Gander.

Degas, pasión por la perfecciónAunque decenas de obras de Degas llegaron de colecciones europeas y norteamericanas y varias de ellas se exhibían al público por primera vez, buena parte de las piezas entonces expuestas en Cambridge procedían de las colecciones del mismo Fitzwilliam Museum, el único del Reino Unido que reúne las condiciones para conservar las esculturas de cera, arcilla y plastilina que se encontraron en el estudio del artista, tras su muerte en 1917. Por eso allí se filmó “Degas, pasión por la perfección”, el documental a cargo de Exhibition on Screen que los próximos días 25 y 26 de marzo, lunes y martes, proyectarán varios cines españoles (la lista es larga, podéis consultar el más cercano).

Dirigido por David Bickerstaff (al frente de otros muchos documentales artísticos), nos presenta a un Degas taciturno, solitario y perfeccionista hasta la obsesión: hasta la pérdida de visión. Las salas de aquella exposición británica se alternan en la obra con las calles y escenarios de París por donde pasearía el pintor para situarnos en su contexto (además de cultural y social, también crítico) y poner de relieve la evolución de las lecturas sobre su pintura; caso evidente es el de las citadas bailarinas, hoy epítome de delicadeza y, en su época, piezas controvertidas: acudían al ballet de la Ópera de París hacia 1900 muchachas de familias desfavorecidas buscando un sustento y la que esculpió en 1881 fue considerada grotesca y similar a un especímen médico por el aspecto un tanto primitivo de su rostro. Ni el público ni el artista las miraron como nosotros, como encantadoras ninfas, sino más bien como niñas pretendiendo sobrevivir: uno de los grandes afanes de Degas fue captar la vida cotidiana y lo persiguió con determinación férra, incapaz de sentirse satisfecho de sus avances.

Esa fuerza de voluntad que no dejaba de alimentar su frustración explica en buena medida por qué fueron tantas (150 se encontraron en su estudio) las esculturillas que realizó en materiales, si no efímeros, sí muy frágiles: ser sobrevivido por un bronce le parecía una gran responsabilidad.

Como todos los documentales de Exhibition on Screen (y de Bickerstaff), este destaca por su cuidadísima fotografía; combina la narración de su trayectoria vital y artística con profundizaciones a cargo de expertos del Fitzwilliam Museum y es apto tanto para los conocedores de Degas como para un público amplio. No esquiva su vertiente personal más controvertida (su posible misoginia, su cerrazón religiosa y un evidente antisemitismo), pero subraya lo que de su legado habría de tomarse como impronta: defendía, sobre todas las cosas, la importancia de la naturalidad frente a la idealización y la estetización de los cuerpos, estáticos o en movimiento, desnudos o cubiertos y fue uno de los primeros impresionistas en tomar como modelos a personajes corrientes de la vida urbana contemporánea, aunque, a diferencia de sus compañeros, se negó a pintar al aire libre.

Quizá su cariño a la soledad le condujo a acercarse a los bohemios, a los espectáculos y cafés donde encontró las figuras especiales y semiderruidas que llevó a sus cuadros, por las mismas razones por las que le interesaron las jóvenes bailarinas.

Cuando su ceguera le impidió pintar, se dedicó a modelar intuitivamente mientras pudo; podemos sospechar que enervando su ánimo perfeccionista: Si mi vista sigue atenuando, no voy a ser capaz de modelar nunca más. ¿Qué voy a hacer con mis días, entonces?

 

 

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