Dadá ruso, algo nuevo con aquellos residuos

El peso del movimiento en Rusia, a examen en el Reina Sofía

Madrid,

“Curiosamente, parece ser que las tendencias dadá hicieron su primera aparición en Rusia, donde la influencia futurista seguía siendo muy fuerte”. Con manifiesto y bajo la luz y taquígrafos de Tzara, el dadaísmo nació en 1916 en Zúrich, al calor del Cabaret Voltaire, pero quien se atrevió a encontrar en Rusia, y un par de años antes, los primeros esbozos del movimiento artístico antidogmático por excelencia fue Hans Richter, en un libro esencial para entender esta corriente que se editó en Londres en 1965: Dada. Art and Anti-Art.

No fue el único en pensarlo: el erudito y mecenas Nikolái Jardhiev refrendó su opinión en sus últimos escritos (falleció en 1996) al encontrar características protodadaístas en la ópera Victoria sobre el sol, de 1913 y de carácter absurdista.

Una recreación de la misma, datada en 1981, se proyecta en “Dadá ruso 1914-1924”, la muestra que el próximo miércoles se abre al público en el Museo Reina Sofía bajo el comisariado de Margarita Tupitsyn. Es la primera que relaciona el arte de vanguardia ruso con los caminos del dadaísmo internacional y forma parte de una trilogía de exhibiciones que este centro dedica a la complejidad de las relaciones creativas entre centro y periferia, un ciclo iniciado con “Pessoa. Todo arte es una forma de literatura” que culminará en noviembre con “Pintura, amor y fantasía. Artistas extranjeros en París, 1944-1968”.

Las piezas expuestas, numerosísimas y llegadas de museos y colecciones rusos y europeos, se fechan entre el inicio de la I Guerra Mundial y 1924, año en que murió Lenin –que, recordemos, fue vecino del Cabaret Voltaire en sus tiempos suizos– y en que irrumpió con fuerza el surrealismo. En los dadaístas rusos encontramos incontables conexiones con sus compañeros del resto de Europa: fascinación por la ironía, por lo teatral y paródico; un antibelicismo, si cabe, más marcado; la tensión entre lo afirmativo y lo negativo (da significa sí en ruso) y entre la palabra y la imagen, una influencia patente de los ready-made duchampianos, y de los objetos cotidianos en general, y una búsqueda continua de la excentricidad.

La muestra da a conocer trabajos de autores muy poco conocidos en España (Iván Kluin, Gustav Klutsis, Iván Puni, Olga Rozanova, Ilia Zdanévich, Varvara Stepánova) entrelazados con los de artistas más conocidos del dadá europeo (Man Ray, Picabia, Kurt Schwitters, Tzara) y con los de creadores rusos constructivistas o suprematistas que fueron contemporáneos y conocedores cercanos del dadaísmo y compartieron con él experimentaciones (Ródchenko, Malévich, El Lissitzky). Predominan las pinturas y dibujos, pero, al encontrarnos ante una tendencia absolutamente transversal en sus técnicas, son muchas las proyecciones de largos y documentales, la documentación impresa y también la poesía y las piezas musicales que nos esperan tras varios pares de cascos.

Vista de la exposición "Dadá ruso 1014-1924" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores
Vista de la exposición “Dadá ruso 1014-1924” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores
Alekséi Morgunov. Estudio para El barbero se fue a los baños públicos, 1915. Stedelijk Museum, Ámsterdam
Alekséi Morgunov. Estudio para El barbero se fue a los baños públicos, 1915. Stedelijk Museum, Ámsterdam

La muestra se inicia exhibiendo las que Tupitsyn bautiza, como Jardhiev, como manifestaciones protodadaístas en Rusia, un arte que pretendía alejarse del futurismo y renegaba de él (lo suficiente como para que Marinetti calificase a sus autores como falsos dadaístas), pero que aún así contaba con sus huellas.

En esta sección encontramos obras vinculadas al ready-made y al collage, trabajos relacionados con la citada ópera del absurdo Victoria sobre el sol, de cuyo diseño se encargó Malévich, y obras no objetivas, dominadas por los ensamblajes y los relieves elaborados con objetos encontrados, a cargo de Kluin, Larionov, Puni, Rozánova o Tatlin. También Cuatro cuadrados de Malévich o Dibujo con línea y compás de Ródchenko, nacidos, sobre todo este último trabajo, con vocación de ser más concepto que objeto.

Como sus colegas europeos, los dadaístas rusos también padecieron, odiaron y ridicularizaron la I Guerra Mundial y el ambiente militarista en el que surgió. En sus carteles y collages, Kruchónij, Mayakovski o Rózanova promovieron campañas contra la guerra y denunciaron su brutalidad (sobre todo la del ejército alemán).

Una segunda sección se acerca al dadaísmo ruso en la época de la Revolución de 1917 teniendo en cuenta los postulados del crítico Jakobson y del historiador del arte Abram Efros: los dos entendieron que el nihilismo propio del dadá y su reticencia a aceptar normas establecidas aproximó a sus artistas, al menos en un primer momento, a las ideas revolucionarias de Lenin. En el Reina Sofía podemos ver la recreación del asalto al palacio de invierno a manos de Yevreinov, ilustraciones para el álbum conmemorativo Octubre 1917-1918. Los héroes y víctimas de la revolución, con textos de Mayakovski, y ejemplos diversos de diseños racionales, collages llenos de azar o cine para la parodia y la propaganda. Hay que tener en cuenta que el arte no objetivo se convirtió entonces en vehículo para difundir la Revolución y también para provocar a la burguesía.

Las escenografías y los diseños de vestuario para proyectos teatrales tienen una presencia destacada en la exposición: aquí podemos contemplar los que Stepánova y Mayakovski elaboraron, respectivamente, para La muerte de Tarelkin y Misterio bufo.

Vista de la exposición "Dadá ruso 1014-1924" en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores
Vista de la exposición “Dadá ruso 1014-1924” en el Museo Reina Sofía. Fotografía: Joaquín Cortés/Román Lores

Cierra la exhibición la sección Dada Bridge, sobre los contactos entre el dadaísmo ruso y el occidental que propició el fin de la Gran Guerra. Se percibió que ya no tenía sentido hablar de tendencias dadá sino de un proyecto conjunto y, de hecho, dadaístas rusos, como Ehrenburg o Shklovski, se mudaron a Europa para quedarse o para una temporada. En Der Sturm, la galería berlinesa más afín al movimiento (hace poco os hablamos de esta sala por acoger las primeras muestras alemanas de Chagall) expusieron Natalia Goncharova, El Lissitzky, Puni, Zdanévich o Sharshun, y este último, por cierto, pasó por España: expuso en la Sala Dalmau y vivió en Barcelona.

En 1922 se organizó en Berlín una exposición dedicada al arte ruso en la que participaron algunos dadaístas, como Mayakovski, muy popular en este periodo gracias a sus carteles para Rosta, la Agencia Telegráfica Rusa (algunos se encuentran en el Reina Sofía) y a sus libros Para la voz y 150.000.000, el primero con ilustraciones de El Lissitzky.

De este último podemos ver, también este epílogo de la muestra, reproducciones de Prouns (proyectos para la afirmación de lo nuevo) y diseños para Victoria sobre el sol, que volvió a representarse en los veinte, en Vitebsk, junto a litografías de Schwitters –ambos colaboraron estrechamente en Alemania– o un retrato simultaneísta de Tzara a cargo de Robert Delaunay.

Esta exposición solo podrá verse en el Reina Sofía y constituye una oportunidad rara de acercarnos a un movimiento que en Rusia quedó a la sombra del constructivismo y el realismo socialista y que ofreció visiones alternativas, tan profundamente críticas como irónicas, a la Revolución y a la tragedia de la guerra. Politizado, nacido desde la conciencia de su mortandad a modo de campo de pruebas, el dadá ruso negó por completo la idea de progreso, también aplicándola a sí mismo.

 

“Dadá ruso 1914-1924”

MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS

c/ Santa Isabel, 52

Madrid

Del 5 de junio al 22 de octubre de 2018

 

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