Babel, el lenguaje como milagro

White Cube presenta una muestra online dedicada a la comunicación

Londres,

“Babel” es el simbólico título de la nueva exposición virtual que, hasta el próximo 10 de septiembre, presenta la White Cube Gallery y una de las tres que la sala británica alberga en su portal actualmente; para la firma, el modelo expositivo virtual llegó para quedarse. Comisariada por Susana Greeves, aborda los recovecos del lenguaje y la comunicación y cuenta con trabajos que pueden adquirir significados nuevos e involuntarios a la luz de un tiempo en el que hemos de esforzarnos en mantenernos conectados; en luchar, prácticamente, contra el silencio.

A partir de piezas de un nutrido elenco de creadores internacionales (Mel Bochner, Tracey Emin, Cerith Wyn Evans, Theaster Gates, Gilbert & George, Douglas Gordon, Wade Guyton, Al Held, Ibrahim Mahama, Christian Marclay, Harland Miller, Sarah Morris, Damián Ortega, Park Seo-Bo, Eddie Peake, Jessica Rankin, Gary Simmons y Danh Vo), se plantea el lenguaje como milagrosa invención humana que nos permite expresar nuestros pensamientos más allá del tiempo y del espacio. Si el mito bíblico de la Torre de Babel, narrado en el Antiguo Testamento, explicó cómo el lenguaje que debió unir comunidades terminó separándolas (la comunicación tiene gran poder y puede generar por eso inmensas frustraciones), nuestro obligado confinamiento nos ha llevado a aferrarnos a esas palabras que nos han conectado en la distancia, a la información que ha devenido necesaria en un sentido especialmente literal.

Cerith Wyn Evans, TIX3, 2016. White Cube
Cerith Wyn Evans, TIX3, 2016. White Cube

Las obras seleccionadas para este proyecto sugieren, en muchos casos, susurros, gritos, murmullos, sonidos y señales que se dirigen al espectador desafiando su distancia física con las piezas, más aún virtualmente. En algunos casos, quedamos, los internautas, abocados a una incomprensión que abra lecturas; otras veces, los mensajes que se nos envían son explícitos y urgentes, se nos trasladan en multitud de idiomas o nos llegan codificados u oscurecidos, descomponiéndose en tartamudeantes sílabas únicas o sonidos onomatopéyicos.

Mel Bochner es conocido por el humor mordaz de sus obras textuales; en algunas aparecen coloridos lemas publicitarios que hoy nos resultan particularmente negros; Peake es autor de cabezas de perfil compuestas por coloridas letras psicodélicas que remiten tanto a los movimientos culturales de los sesenta como a los diagramas pseudocientíficos de la frenología y el psicoanálisis temprano (en cualquier caso, sus incursiones en el alma humana no podrían ser más oportunas) y las palabras de Sarah Morris nos golpean desde su intransigencia. Sus pinturas textuales, creadas bajo la influencia de los titulares del New York Post y de Daily News, son retratos llenos de ruido y adrenalina que remiten, ferozmente, al medio urbano.

Y si Morris nos traslada a Nueva York, Gilbert & George nos llevan a Londres, a un drama dickensiano derivado igualmente de espeluznantes titulares.

Pese a llegarnos a través de neones, las palabras de Tracey Emin son, sobre todo, íntimas y sinceras. Nos transmite pensamientos, miedos, sensaciones en torno a instantes privados que paradójicamente pueden parecernos mensajes personales dirigidos a cada uno de nosotros.

Fijaos en la fotografía de Ibrahim Mahama: muestra el antebrazo de un trabajador ghanés, tatuado con su nombre y lugar de nacimiento. Esa declaración de identidad está pensada ante calamidades: permitirá que su cuerpo sea devuelto a su familia si muere lejos de casa. Hay más de setenta grupos étnicos diferentes en Ghana, cada uno con su propio idioma, dialectos y tradiciones. Muchos de los hombres y mujeres que han colaborado con Mahama llevan estas marcas y han emigrado a través de grandes distancias desde sus aldeas remotas en busca de trabajo, desempeñando labores a menudo peligrosas en mercados y puertos.

Gary Simmons canaliza el garabato obsesivo del personaje de Jack Nicholson en El resplandor de Kubrick (All Work and No Play…), Jessica Rankin mide el tiempo en sus bordados, en los que nos recuerda que todo ha pasado y todo está todavía allí y Park Seo-Bo nos sume, en su pintura Ecriture, en un ejercicio meditativo de ecos budistas (que puede hacernos alcanzar el nirvana).

Algunos artistas han querido explorar las grietas del lenguaje, los lugares donde el significado puede desmoronarse o volver a tomar forma. Danh Vo ha convertido la escena más deslumbrante y desgarradora del relato de La Cenicienta en un guion de letras góticas y Cerith Wyn Evans traduce a caracteres Kanji, y luego a pliegues de vidrio, un párrafo de Proust.

Por su parte, Damián Ortega, tras una visita a primatólogos que trabajaban en Nigeria, quedó fascinado por las señas que permitían la comunicación entre simios y humanos. Quiso representar ese lenguaje codificado como escultura, y el resultado recuerda a los exvotos presentes en algunos templos mexicanos. Douglas Gordon también juega al scrabble con mensajes codificados.

“Babel” también nos recuerda que, desde el desmantelamiento del lenguaje por parte de los autores dadaístas, muchos creadores han desarmado palabras, tratando de liberarlas de su significado. En sus pinturas de principios de los sesenta, Al Held utilizó letras como dispositivos formales y geométricos con los que lograr resultados concretos; Wade Guyton ha deconstruido el minimalismo a partir de las teclas “X” y “U”, convirtiéndolas en esculturas, y Harland Miller revisa con sensibilidad pop los capiteles iluminados de los manuscritos.

Por último, Theaster Gates homenajea en sus letras de neón la vida nocturna japonesa y Christian Marclay introduce el cómic (y la palabra) en proyectos donde entran en conjunción pop y expresionismo abstracto.

Las muestras virtuales de la White Cube pueden visitarse previo registro.

 

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