Ángel Mateo Charris y los cosmolocalistas

Ángel Mateo Charris es tan infatigable pintor como ávido lector; es frecuente que sus obras jueguen con la literatura, también con anacronismos e iconografías de lo más variado y con el cine, la ilustración o la publicidad. El resultado es un mundo personal y fácilmente reconocible plasmado en obras aparentemente realistas que, en una contemplación más lenta, desvelan agudezas, excentricidades, mezclas de elementos fantásticos y reales que nos obligan a mirar dos veces y que nos invitan a pensar que no existen hechos sino interpretaciones (y que las suyas son muy ricas).

Lo pasado y lo reciente de este artista cartagenero podemos verlo hasta el 8 de enero en su ciudad murciana, en el Museo Regional de Arte Moderno. MURAM, que en “Los Cosmolocalistas” repasa los temas que han dominado la producción de Charris a través de pinturas representativas de su trayectoria y, también y sobre todo, de obras inéditas o que han sido realizadas específicamente para esta muestra, una retrospectiva que no lo es del todo y que mira hacia al futuro tanto como al pasado.

Asuntos locales y globales, a menudo sin una clara separación (de ahí el título de esta propuesta), imaginarios o reales, humorísticos o graves, ligados a las antes llamadas alta y baja cultura,se intercalan en trabajos figurativos basados en la yuxtapoxición y caracterizados por un dibujo previo de línea clara y factura más o menos sencilla y por su cromatismo vibrante y lleno de brillo. Todos estos aspectos, si lo pensamos, facilitan la comunicación directa con el espectador, que siempre ha interesado enormemente a este artista, tanto como la teatralización, los artificios sin engaño, la magia, las apropiaciones y los encuentros inesperados.

Forman parte de esta exposición piezas que formaron parte de algunas de sus muestras recientes más recordadas (“República de Cartagena”, “Blanco”, “Piel de asno” o “Los mares del Tiki”), que ofrecen en Cartagena una nueva luz al relacionarse con su obra anterior y posterior.

Entre sus pinturas recientes, os sugerimos fijaros en Jóvenes pintores en Truro, donde ha recordado su viaje, junto a Gonzalo Sicre, a la casa de Hopper en Cape Cod; La broma infinita, que supone una revisión de su pasado, o Neofeudal, una vista del Bajo Manhattan desde el puente de Brooklyn que Charris ha llevado a cabo este mismo año recordando su última visita a Nueva York en 2012. En ella introduce una crítica sagaz a la avaricia, al imperio del dinero y la sobrevaloración de la riqueza.

Los ecos Pop de su obra derivan de su descubrimiento del movimiento en los ochenta durante su formación en la Academia de San Carlos de Valencia, donde también pudo admirar a Sorolla y Muñoz Degrain. Aquellos años de formación significaron para Charris la experimentación constante: saltaba de un estilo a otro en la búsqueda de un lenguaje propio. También se formó en diseño gráfico y sus viajes a Estados Unidos ejercieron en él una influencia indudable, fundamentalmente a través de las figuras del citado Edward Hopper y Mark Tansey.

Gail Levin, buen conocedor de Charris, vincula su producción a nuestro tiempo y su desconcierto: En una era en la que los acontecimientos son cada vez menos predecibles y en la que parece que estuviéramos columpiándonos al borde del desastre, no está claro qué narrativa resulta más difícil de creer: si las fantasías de Charris o el telediario del día siguiente. En ambos casos, el sentido se niega a concretarse y las eventualidades se funden con frecuencia en una espesa niebla de incertidumbre. Sólo las formas nítidas de Charris mantienen su claridad.