Ana de Alvear, la muerte en dibujos

El Museo Lázaro Galdiano presenta su proyecto Memento Mori

Ana de Alvear. Memento Mori

FUNDACIÓN MUSEO LÁZARO GALDIANO

C/ Serrano, 122

Madrid

Del 21 de mayo al 28 de septiembre de 2015

Madrid,
Ana de Alvear. Bodegón de las dos liebres, 2014
Ana de Alvear. Bodegón de las dos liebres, 2014

Quienes hayáis seguido en la última década la trayectoria de Ana de Alvear, la asociaréis a trabajos en video creados específicamente para espacios determinados que manejan arquetipos relacionados con el crecimiento personal, el desarrollo y la autoestima, con la infancia y su inocencia y con la edad adulta. La contemplación última del espectador los daba sentido, al investigar la artista si esos arquetipos que utiliza generan en el público rechazo o identificación, aceptación positiva o negativa. En el camino, quien contempla se ve “invitado” a ahondar en los prototipos visuales que determinan su vida, aquellos por los que se deja guiar a la hora de percibir la realidad.

Desde 1997 colabora con su hermana, la compositora María de Alvear, en producciones de música de vanguardia interpretadas en conciertos multidisciplinares y hace casi diez años fundó VIVA (Vital Internacional Video Art), un encuentro itinerante centrado en el videoarte.

La muestra que Alvear presenta, desde el día 21 de este mes, en el Museo Lázaro Galdiano se sale de la tónica habitual anterior de su producción: bajo el título de “Memento Mori”, consta de una docena de dibujos (de los veintiocho que componen la colección con ese título) que recrean bodegones y que conviven en las salas de este centro con las vanitas de los pintores holandeses presentes en los fondos del Lázaro, entre ellos Walscapelle, Marrell o Roepel. La mayoría se exhiben en la Sala de Arte Invitado, y el resto cerca de bodegones clásicos con los que logran establecer una relación de sencilla cercanía sin dejar por ello de interpelar al espectador y de invitarle a cuestionar lo que ve.

La artista madrileña se ha inspirado en bodegones precisos y realistas de maestros del género como Juan Sánchez Cotán, Tomás Yepes o Luis Meléndez, pero también, aproximándose a su medio habitual, en piezas de la videoartista británica Sam Taylor-Wood o en fotos de Robert Mapplethorpe.

Por su precisión y por la reproducción minuciosa de las texturas, sus obras podrían confundirse con fotografías, pero a Alvear le interesa más que eso plantear por qué el dibujo no suele considerarse pintura, dado que resulta muy complicado no considerar como tales estos trabajos.

No deja de estar presente en estas obras el asunto sobre el que Ana de Alvear ha reflexionado sin cesar en su carrera hasta ahora: el de la autoestima

El resultado son trabajos que, como cualquier obra de este género pictórico de extensa tradición, reflexionan sobre lo efímero de la vida, pero lo hacen rompiendo la solemnidad del género y actualizando el tema a través de técnicas modernas y de un estilo hiperrealista en el que no tenemos más remedio que plantearnos, gracias a juegos de ironías y paradojas, dónde se encuentra la frontera entre lo falso y lo verdadero, lo real y lo aparente, lo que realmente vemos y lo que nos parece ver, porque estos dibujos parecen fotografías; las flores, que vinculamos a lo perecedero, son ahora perdurables al estar hechas de plástico, y lo bello o apetitoso (las ensaimadas de aquí abajo) es corrompido por insectos, cuyo tamaño manipula con fines expresivos. Lo que se presenta como intrascendente puede ser el reflejo de una tragedia: en Dos liebres, el dibujo de dos muñecos de este animal, no vemos sólo una vanitas irónica sino, en una segunda lectura, una denuncia del maltrato infantil o de la vulnerabilidad de la infancia ante peligros contemporáneos.

No deja de estar presente en estas obras el asunto sobre el que Ana de Alvear ha reflexionado sin cesar en su carrera hasta ahora: el de la autoestima y el conocimiento de la propia identidad. Esa es la razón por la que haya llegado a recurrir a peluches para aludir a la niñez, al lado cándido del espectador, que tendrá que indagar en las razones por las que estas obras le atraen o le hacen mostrarse reticente, autodescubriéndose.

El resto de materiales que ha utilizado como modelo para elaborar sus dibujos (con 120 lápices de colores Faber Castell) son también sencillos: fruta, cacharrería de floristería, flores de tela y plástico que hacen referencia a la necesaria protección de la naturaleza, insectos de porcelana…y la artista ha buscado que podamos apreciar su textura, no esconderla bajo la idealización. De hecho, en la Sala de Arte Invitado podemos ver un diorama con los objetos que ha utilizado como modelo de una de sus vanitas.

Fijáos en la mesa presente en cada uno de los bodegones: es siempre la misma, y desde su austeridad, da mucho juego, como ocurría con los bodegones barrocos. Unos dibujos conectan con otros y la presencia de unos u otros elementos obedece a un guión previamente pautado.

Próximamente veremos a Alvear en el Museo Nacional de Ciencias Naturales: en noviembre presentará allí un centenar de dibujos realizados a partir de peluches de animales salvajes europeos que la artista ha buscado y coleccionado a lo argo de dos años.

Ana de Alvear. Bodegón de los tres  peces, 2014

Ana de Alvear. Bodegón de la merienda, 2014
Ana de Alvear. Bodegón de la merienda, 2014

 

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