Tàpies, entre la rebeldía y el silencio

Leandro Navarro presenta su primera individual del artista

Madrid,

En el año en que se conmemora el centenario del nacimiento de Antoni Tàpies, con exhibiciones nacionales e internacionales ya iniciadas en su fundación barcelonesa en diciembre, la Galería Leandro Navarro madrileña abre hoy al público una retrospectiva del artista barcelonés, breve en cuanto a su número de obras (diecisiete), pero selecta en cuanto a que representan significativamente su evolución y la diversidad de técnicas que empleó: se trata de pinturas, esculturas y de un gran tapiz fechados entre 1955 y 2000.

Titulada “Tàpies. Centenario”, esta es la primera muestra del catalán en ese espacio y se inicia con cartones tempranos, próximos aún al surrealismo, corriente a la que se acercó Tàpies antes de emprender su camino informalista, para después -y ya en el marco de la austeridad cromática y el atrevimiento material de ese último movimiento- enseñarnos collages, assemblages, la pieza en bronce Caja con cesta y un conjunto de creaciones sobre papel y terres chamottées. Será posible apreciar, en unos y otros soportes, ese alfabeto característico del autor, que se mantuvo a lo largo de las décadas pero, como su hijo Toni Tàpies apunta en el catálogo, cambiando de registro: se basaba en la generación del gesto a partir de la materia y en el uso de elementos sencillos y habitualmente no artísticos en los que también encontraba belleza; en el rescate de lo insignificante, liberándolo, en sus palabras, de la fatiga, del desgarro, de los estragos del hombre y del tiempo.

Antoni Tàpies. Caja con cesta, 1999
Antoni Tàpies. Caja con cesta, 1999

El que fue uno de los fundadores del grupo Dau al Set comenzó a trabajar en los cuarenta en España, en una obra que reflejaba en parte las circunstancias de aquel momento en nuestro país sin adscribirse a corrientes definidas, para, ya en los cincuenta, empezar a relacionarse con el mencionado informalismo francés y con la vanguardia internacional, a partir de su estancia en París. Allí sus horizontes estéticos se ampliaron: terminaría abandonando una anterior figuración de aire mágico, o como dijimos surreal, para acercarse a los postulados del crítico Michel Tapié, autor de Un arte otro (1952), ensayo que tendría eco, además de en su obra propiamente dicha, en su interés por el existencialismo y por la cultura y el pensamiento orientales.

A mediados de esa década, los cincuenta, ya se había decantado el pintor por un empleo muy particular de la materia: acentuando sus propiedades físicas en cada caso, generó texturas y relieves muy ricos y desplegó un programa de signos que incluía no solo algunos de evidente calado simbólico (como la cruz, que coincide y se identifica con la primera letra de su apellido), sino también una manera particular de incidir sobre la propia materia, en relación con la denominación que dio a sus soportes, la de muros, recordando el significado de su apellido en catalán.

Paulatinamente incorporó Tàpies a su producción componentes más complejos, como alquitrán o látex, que aplicaba en capas gruesas y más tarde rayaba, acuchillaba y ahuecaba, deviniendo sus telas algo parecido a un campo de batalla tridimensional en el que el espectador podía advertir las evidencias del contacto físico del artista con el material. Por su poder evocador, esos muros eran para él talismanes cuya fisicidad era fundamental, pero como vía de acceso a niveles intangibles: Todo se desarrolla en un campo mucho más amplio que el delimitado por el formato o el contenido material del cuadro. Este último no es, de hecho, más que un soporte que conduce al espectador al juego infinitamente más amplio de mil y una visiones, de mil y un sentimientos (…). El tema puede estar, por tanto, en el cuadro o simplemente en la cabeza del espectador.

Antoni Tàpies. A la pintura, 1989
Antoni Tàpies. A la pintura, 1989

Destaca entre los trabajos en Leandro Navarro A la pintura, como su nombre indica, una pintura en la que viene a rendir tributo a la disciplina cuyos límites quiso ensanchar: su fondo blanco remite al vacío, pero se trata de un vacío dinámico, por sus relieves e irregularidades. A la derecha de la obra apreciamos un ala esquemática con sus plumas: podrá tratarse de la de un ave o de la de un ángel; en todo caso, hace referencia a la elevación hacia el conocimiento o hacia la luz, sentido último del arte desde su perspectiva; los trazos negros de la izquierda, por su parte, vendrían a recordarnos que esa luz no existe sin sombra, que el universo es dualidad. La cruz de la base del cuadro apuntaría, de nuevo según Toni Tàpies, al equilibrio entre esos contrarios que se hallaría en el interior de cada uno: podremos darle un sentido religioso o bien considerarla encrucijada.

En aquellas piezas más ricas en un sentido material, tendremos que ver en arenas, polvo o paja un deseo de evocar la realidad, aunque no de manera directa, sino a partir de la capacidad sugestiva de esos elementos, por sus texturas o por las formas a las que dan lugar. Al principio solían aludir a seres u objetos en transformación o en proceso de creación, aunque paulatinamente, en los sesenta y los setenta, los objetos ganaron protagonismo en su obra, al tiempo que se involucraba Tàpies en el diseño de escenografías. Fue también entonces cuando inició sus incursiones en el tapiz, junto a Josep Royo: en este campo, evolucionó desde la plasmación de dibujos en un soporte textil al juego con relieves, la incorporación de alambres o pajas y el ensamblaje de objetos.

Al final de los setenta, un nuevo brillo se adueñó de sus trabajos: tenía que ver con una mayor visibilidad de sus barnices, que ya utilizaba antes como base del polvo de mármol, la arena, los pigmentos y otros materiales; con él, ya en los ochenta, generaría unas transparencias que desafiaban la opacidad de sus muros. En paralelo, comenzó a elaborar cerámicas y bronces, ligados a su interés por la cultura japonesa y el budismo zen; unas y otras composiciones reclaman una vía alternativa al funcionalismo para lo más simple y abandonado y una invitación a la introspección a partir de lo cercano.

Antoni Tàpies. Color arpillera y alambres, 1972
Antoni Tàpies. Color arpillera y alambres, 1972
Antoni Tàpies. Óvalo y objetos, 2000
Antoni Tàpies. Óvalo y objetos, 2000

 

 

“Tàpies. Centenario”

GALERÍA LEANDRO NAVARRO

c/ Amor de Dios, 1

Madrid

Del 25 de enero al 27 de marzo de 2024

 

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