Las tierras raras, también llamadas genéricamente lantánidos, vienen extrayéndose desde finales del siglo XIX y forman parte de un grupo importante de la Tabla Periódica de los Elementos; reciben ese nombre diecisiete componentes químicos: quince pertenecientes al grupo concreto de los propios lantánidos (antano, cerio, praseodimio, neodimio, prometeo, samario, europio, gadolinio, terbio, disprosio, holmio, erbio, tulio, iterbio y lutecio), más el escandio y el itrio.
En la década de los sesenta, comenzaron a emplearse en el desarrollo de tecnologías puntas y Brasil, India y Estados Unidos se encuentran entre sus principales productores, aunque es China el país que posee un porcentaje muy mayoritario de sus reservas. Su control estricto de las mismas viene generando amplios debates y conflictos a nivel mundial.
Este panorama, y los afectos y desacuerdos que tienen que ver con la colonización mineral, han sido el punto de partida de uno de los proyectos más recientes de Rosell Meseguer, que se llama justamente Tierras raras. Quadra minerale y que puede verse hasta abril en la Fundación DIDAC de Santiago de Compostela, bajo el comisariado de Fernando Gómez de la Cuesta.
Las cuestiones geopolíticas, tecnológicas, económicas y sociales asociadas a su explotación están presentes en su planteamiento, pero las lecturas de esta propuesta van mucho más allá e incluso se aproximan a lo mágico: en lo formal, estos trabajos de Meseguer adquieren la apariencia de un estudio académico o glosario científico, pero al desgranarlo obtendremos muchas capas interpretativas de interés cultural. Un asunto espinoso y opaco, en el fondo, ha servido a la artista alicantina para intentar desplegar perspectivas nuevas sobre aquello que nos resulta árido; para abrir, como es propósito de casi cada creador, itinerarios inesperados y tratar de suscitar otras sensibilidades y maneras de ver y pensar sobre la sobreexplotación de los recursos de la naturaleza, la especulación con ellos, el peso del colonialismo y el sistema capitalista en el devenir de esa industria y la pobreza y los desacuerdos internacionales que las luchas por el dominio de estas tierras raras han generado.
Sus investigaciones sobre ellas tienen aquí como manifestación última un políptico pictórico cuyo soporte son libros de artista y que se completa con un vademécum sobre los elementos de la tabla periódica y otros recursos: así, el recorrido de la muestra enlaza dichos elementos de esa clasificación a sus usos, tecnológicos, en nuestra época y el análisis, objetivo, de las tierras y la revisión de algunos conceptos y utensilios vinculados a la minería crean una red conceptual de elementos y discursos tecnológicos en los que terreno y técnica, ciencia y creación, se imbrican.
Compendia con exhaustividad Meseguer términos y definiciones, nos ofrece un caudal muy relevante de datos, pero al relacionar unos y otros lleva a cabo un ejercicio creativo destinado a apuntar los fallos en la cadena de explotación de estos elementos, en relación con la codicia y la insostenibilidad. Un ejercicio vertebrado desde una perspectiva creativa (e ideológica) que rompe con la teórica neutralidad descriptiva de la información primera, en bruto.
En palabras del comisario, además, Tierras raras incorpora aún otra toma de postura, esta sobre sus métodos de trabajo como artista: un manifiesto del esfuerzo aplicado al desarrollo de una investigación, del tiempo invertido en ella, del rigor y del conocimiento con el que esta se hace.
Rosell Meseguer. “Tierras raras. Quadra minerale”
c/ Pérez Constanti, 12, bajo
Santiago de Compostela
Del 5 de febrero al 8 de abril de 2022
