Cualquier revisión del arte alemán del último medio siglo debe hacer parada obligatoria en Thomas Schütte, y de hecho muchas creaciones recientes de la nueva hornada de artistas europeos dejan ver sus huellas, de forma más o menos explícita.
El Moderna Museet de Estocolmo abrió el pasado octubre (y nos deja ver hasta el 15 de enero) “United enemies”, una muestra que repasa su producción a través de instalaciones, maquetas arquitectónicas, dibujos y grabados, pero sobre todo a través de las grandes esculturas por las que la mayoría lo reconocemos: las que ha llevado a cabo en los últimos veinte años son el punto de partida de esta exhibición.
Para subrayar el buen manejo de Schütte de los cambios de escala para trasladarnos de lo íntimo y personal a lo monumental como si fueran dos caras de una misma moneda, nos recibe a la entrada del Moderna Museet la colosal pieza de acero Vater Staat (2010) que nos prepara para acercarnos al proyecto clave de esta antología: las también monumentales esculturas de bronce que componen United Enemies (2011), serie cuyo germen fueron pequeñas figuras modeladas en arcilla por el alemán hace dos décadas.
Nacido en Oldenburg en 1954, formado en la Kunstakademie de Düsseldorf en los setenta y compañero durante sus estudios de otros aclamados artistas como Thomas Ruff y Katarina Fritsch, Schütte se dejó influir en los inicios de su carrera por el minimalismo y el arte conceptual y, también desde sus comienzos, ha optado por trabajar en series, construyendo paulatinamente un repertorio de formas, motivos y temas que ha revisitado una y otra vez, adoptándolos a distintas dimensiones y a los variados materiales (muchas veces inesperados) con los que elabora sus propuestas.
Un caso evidente es el citado de United Enemies: en 1992 Schütte comenzó a crear pequeñas figuras de tres piernas a las que vistió con tela y ató de dos en dos antes de disponerlas sobre plintos o en otros soportes. Unas son prisioneras de otras, como su título indica. Cuando, en 2012, el artista retomó este motivo amplió los “enemigos” a un tamaño mayor que el natural, los bajó del pedestal e hizo de ellos gigantes grotescos fundidos en un material tan habitual en la historia de la escultura como el bronce.
En cuanto a los modelos arquitectónicos, que han ocupado un lugar clave en la producción de Schütte, hay que subrayar que nacieron desde propósitos tan personales como didácticos: cualquiera puede entenderlos como prototipos materializables, pero él les concede también fines artísticos. En One Man Houses (2003-2005) convirtió piezas de un sistema de ventilación industrial en esculturas minimalistas y brillantes, y algunas de sus maquetas sí que han desembocado en reproducciones de casas de madera, de tamaño ligeramente más grande que el real, a las que incorporó muebles cuidadosamente fabricados, y en construcciones reales, como una vivienda en la región francesa de Roanne o en su propia fundación cercana a Düsseldorf, que se inauguró la primavera pasada y se basa en el prototipo Pringles (2011). Sí, por las patatas.
En Estocolmo también se expone la serie fotográfica Skizzen zum Projekt Grosses Theatre (1980), el proyecto más antiguo de Schütte presente en la exposición, que contrapone figuras de playmobil en posición de acción y decorados pintados.
Como el resto de la producción de este artista, se mueve entre el juego y el desconcierto, entre el humor y la tristeza. Schütte transforma lo familiar en extraño y absurdo y los títeres en gigantes, aludiendo con ligereza a cuestiones vitales de las que no plantea respuestas cerradas.
“Thomas Schütte. United Enemies”
Slupskjulsvägen 7, Estocolmo
Del 8 de octubre al 15 de enero de 2017
