El rebobinador

Minimalismo: por qué la simplicidad de la forma no equivale a la de la experiencia

El movimiento minimalista transformó en los sesenta la concepción de la relación de la obra de arte con el espacio presupuesta por la escultura de la vanguardia clásica y se produjeron, en consonancia, cambios en los entornos expositivos, en los que pasaron a predominar paredes blancas desnudas y grandes salas, dado el a menudo amplio tamaño de los objetos minimal.

MINIMALISMO Y ESPACIO

Estos objetos, o bien estaban realizados para un tipo de espacio determinado (esquina, pared) o bien para intervenir en la percepción del espacio en que se inscribían. Pueden determinar, además de la experiencia visual del espacio, su habitabilidad, como ocurre con Strike. Para Roberta y Rudy (1969-1971), de Richard Serra, que se nos presenta como un muro que corta la visión y entorpece el paso por la sala expositiva.

A veces el espacio de la exposición llama la atención sobre sí mismo, por su extrema “neutralidad” (como la galería cubo que duplica los ortoedros minimalistas) o por el contraste que establece con las obras; otras veces es fondo evidente y buscado de las piezas, como ocurre en el caso de Carl Andre, desde su célebre Lever (1965). En otras ocasiones, forma parte de la obra y es traído a la conciencia perceptiva por ella; podemos citar en este sentido la primera obra de Donald Judd sobre suelo Sin título (1962), que consiste en dos tablas de madera pintadas de rojo formando un ángulo recto señalado, a su vez, por una tubería negra.

Podemos decir que toda obra de arte modifica más o menos la percepción del espacio circundante, pero las minimal lo hacen intencionadamente como parte de su contenido, y que la experiencia de la obra minimalista incluye la de su influencia en el espacio, no solo cuando este es parte del discurso, sino también cuando la obra consiste en un objeto indiferente al entorno que la rodea. El tipo de objeto que es la obra de arte minimalista exige una conciencia de las relaciones espaciales, aun cuando no esté pensado para un tipo de enclave en particular; sin embargo, no todos los artistas minimalistas conciben el espacio del mismo modo; para cada uno de ellos este está ligado a formas diversas de entender la relación estética entre espectador y pieza.

La conexión entre obra y espacio es propiciada por el tamaño o la colocación del objeto, que contribuyen a crear un tipo de experiencia en el espectador, asunto que ha sido uno de los temas esenciales en las discusiones teóricas sobre el arte minimal.

En definitiva, el espacio es en el minimalismo el lugar en el que se produce el encuentro entre sujeto y objeto y la experiencia de la obra.

Minimalismo. Obras en la exposición de Carl Andre en el Palacio de Velázquez: "La escultura como lugar". Museo Reina Sofía
Exposición de Carl Andre en el Palacio de Velázquez: “La escultura como lugar”. Museo Reina Sofía

LAS FORMAS MINIMALISTAS

La mayoría de las obras minimal son poliedros regulares, aislados o en serie, de apariencia pobre o industrial, colores brillantes o apagados, materiales opacos o transparentes, o incluso construidos con ladrillos, neones o contrachapado; en definitiva, se trata de objetos geométricos simples elaborados con toda clase de materiales que carecen de la llamada “verdad del material” y de la neutralidad de los medios artísticos subordinados a los procesos creativos del artista. No poseen una forma significante que los separe del resto de objetos del mundo y los convierta en artísticos; su simplicidad formal hace que el contorno de la pieza y la forma artística lleguen a coincidir.

Podríamos decir que la única propiedad pertinente a la hora de hablar de los objetos minimalistas es la objetualidad: la experiencia de una obra de arte es la de un objeto físico y su tamaño, forma y orientación en el espacio, literales. El objetualismo minimal se manifiesta como antipictorialismo o anti-ilusionismo: como desestabilización de convenciones pictóricas; Donald Judd defendía la fabricación de “objetos específicos”, sin referencias a ninguna tradición artística.

Tanto la escultura minimalista como la vanguardista tienen en común su búsqueda de convenciones propiamente ligadas a la materialidad y tridimensionalidad del objeto, pero en la primera, al incidirse en la objetualidad de la obra de arte, indirecta y quizá paradójicamente el espectador cobra protagonismo. Si no hay propiedades de la obra, como el color o la forma, separables imaginativamente del objeto, quien contempla se centra en el conjunto indivisible de materia, color, etc, es decir, en el objeto mismo y en su impenetrabilidad. Además, en las obras seriales, la unidad del conjunto por encima de sus elementos corre verdadero riesgo, y depende en último término de la unidad y completud de la experiencia perceptiva.

Por otro lado, en muchas ocasiones, la objetualidad de la obra viene subrayada básicamente por las acciones que sugiere, fundamentalmente las de apoyar, sostener, colocar o poner una cosa al lado, encima o detrás de otra, que también señalan  la presencia de un receptor corporal.

En principio, por su situación en el espacio, el arte minimal requiere del espectador una actitud diferente de la imaginación o percepción de un espacio representado distinto del real. Sus objetos pueden ocupar el suelo, la pared o una esquina, lo que determina la experiencia que tengamos de ellos; nos enfrentamos a proyectos aparentemente carentes de propiedades significantes, representacionales o expresivas, inescrutables.

Influyó el minimalismoen el primer land art de Robert Smithson, Walter de Maria y Robert Morris, y también en el primer arte público y site-specific de Richard Serra.

ALGUNAS OBRAS FUNDAMENTALES

Minimalismo. Tony Smith. Die, 1962
Tony Smith. Die, 1962

Tony Smith. Die, 1962. Se trata de un cubo de acero negro y opaco, mudo y estático, que transmite inescrutabilidad y misterio. Su título, que significa a la vez dado y muerto, evoca la regularidad del primero y el silencio de lo segundo: la experiencia del objeto como tal no implica ausencia de representación. Color, material, tamaño y forma aluden a ese contenido en concreto: al ofrecernos un cubo impenetrable, frío y oscuro, Smith nos invita a considerar el carácter extraño de las cosas, también de las cotidianas, y nos muestra una suerte de visión de la muerte.

La simplicidad de las formas no equivale a la simplicidad de la experiencia: si el artista no comunicase nada personal a través de la obra, tampoco contribuiría a su significado y se perjudicaría la primordial objetualidad.

Robert Morris. L-Bearns, 1965. Consta de tres vigas en forma de L aparentemente iguales. Su distinta colocación hace que tengamos imágenes distintas de cada viga desde un punto de vista único: la experiencia de la obra minimal exige percibir la diferencia que provoca la perspectiva y la igualdad de la forma.

Robert Morris. Cubos aplastados, 1965. En esta propuesta se hace patente que la buena forma se manifiesta en el alejamiento de ella: percibimos la forma real de los objetos y somos conscientes de su desviación respecto al cubo regular. Se pone de relieve la relación corporal del espectador con el espacio y el carácter envolvente de este.

Toda la obra de Morris está guiada por la idea de acción, del movimiento intencional humano sobre los objetos y la producción de significado.

Obras de arte minimalista. Robert Morris. L-Bearns, 1965
Robert Morris. L-Bearns, 1965

Para Donald Judd, el objeto y no sus cualidades formales conforman el contenido de la experiencia estética, que consiste fundamentalmente en la percepción global de aquel. El objeto, como obra de arte, no ocupa un lugar neutro sino un lugar percibido por un sujeto y amueblado por objetos que, junto a él, determinan la experiencia.

Este autor subrayó la indivisibilidad del objeto y sus cualidades, sin que éstas tengan que ser mínimas o neutras, y afirmó la objetualidad del arte, haciendo difícil separar las propiedades del soporte y sus cualidades. Dio importancia al color, el brillo o la textura y concibió el espacio como un material más de la escultura, del que quiso hacer consciente al espectador.

Construyó su obra con materiales que llamó “específicos”, como aluminio, cuero o plexiglás, no identificables a priori con lo artístico y que permitían la total integración de color, materia y textura; utilizó formas sencillas que posibilitaban la rápida identificación del contorno del objeto y la forma de la obra.

La pared no forma parte de sus trabajos ni es su fondo, sino que sirve a la obra como soporte y señala un espacio. Se elimina el ilusionismo: las cualidades que se perciben no engañan sobre las reales.

Las obras de Judd se perciben con una sola mirada, en ese sentido y solo en ese son más pictóricas que las de sus compañeros minimalistas. No predominan unos elementos sobre otros: la experiencia es lo que da unidad a la obra, no la articulación de elementos dentro de ella.

Al contrario que en las obras de Morris, el espectador de Judd no se hace consciente de su presencia corporal en el mismo espacio de la obra y permanece como puro observador.

Donald Judd. Untitled, 1980
Donald Judd. Sin título, 1980

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Una respuesta a “Minimalismo: por qué la simplicidad de la forma no equivale a la de la experiencia”

  1. lola

    Muy interesante

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