La Fundación Beyeler resume lo moderno

El centro suizo celebra su primer cuarto de siglo

Basilea,

Si en Bilbao cumple este año un cuarto de siglo el Museo Guggenheim, en Basilea hace lo propio la Fundación Beyeler, fundada en 1997 por la pareja de coleccionistas y galeristas Ernst y Hildy Beyeler, a las afueras de esa ciudad suiza y en un edificio diseñado por Renzo Piano.

En la conmemoración de ese aniversario, hemos podido contemplar en sus salas este año una retrospectiva de Georgia O’Keeffe y una muestra veraniega de Mondrian y, este otoño, alberga la institución una de las exposiciones programadas con fondos de su colección más extensas que ha organizado hasta la fecha. Bajo el comisariado de Raphaël Bouvier, en casi la totalidad de sus espacios nos esperan un centenar de piezas de una treintena de artistas, desde figuras canónicas del arte moderno a autores contemporáneos que se han incorporado recientemente a este acervo.

Componen ya la Colección Beyeler cuatrocientos trabajos datados entre los siglos XIX y XXI, entre pinturas, esculturas, instalaciones, fotografías y manifestaciones fílmicas y este recorrido, no cronológico, reúne seguramente las más significativas a la hora de definir la evolución de la creación contemporánea desde 1800, a la vez que abre nuevas perspectivas al trabajo en la Fundación. A modo de exposición dentro de la exposición, se completa además con trece esculturas del estadounidense Duane Hanson, fallecido un año antes de que la Beyeler se abriera al público: suponen un compendio de su trayectoria a la vez que entablan relaciones explícitas e implícitas con las obras en exhibición y con la arquitectura y llaman nuestra atención sobre el resto del público visitante y sobre los trabajadores de estas salas, a quienes irremediablemente apelan.

Hanson, como es sabido, fue un exponente fundamental de la escultura americana posterior a la II Guerra Mundial desde su estilo hiperrealista: desde finales de la década de los sesenta elaboró figuras humanas de tamaño natural sumidas en acciones o actitudes cotidianas y marcadas por un enorme grado de detalle. Abordó asuntos entonces candentes y hoy asumidos en el comportamiento de la sociedad americana y occidental, además de fijar su atención en las condiciones vitales de los desfavorecidos y oprimidos, pero también de la clase media. Desdibujando a conciencia las fronteras entre arte y vida cotidiana, hechizó y aún hechiza a muchos espectadores.

"ANNIVERSARY EXHIBITION". Fundación Beyeler
“ANNIVERSARY EXHIBITION”. Fundación Beyeler

Se codea el de Minnesota con una de las primeras composiciones que Pierre Bonnard dedica al motivo de las bañistas: La source (Nu dans la baignoire) presenta una escena íntima y recortada, definida por un juego de diagonales que toman como puntos de partida la figura femenina y la bañera. Esta fue la primera obra del modernismo clásico adquirida por la Fundación desde el fallecimiento de los Beyeler y en ella la perspectiva y la precisión anatómica importan muchos menos que esa original disposición compositiva.

Contemplaremos asimismo Improvisation 10 (1910) de Kandinsky, que en la andadura del autor de De lo espiritual en el arte marcó una transición entre sus paisajes figurativos y la abstracción. A primera vista, esta parece una composición del todo etérea, pero contemplándola más detenidamente apreciaremos un árbol con ramas amplias a la derecha y un colorido arcoíris en la parte superior izquierda, que se extiende sobre un edificio de cúpula roja. La imagen está definida por bloques cromáticos brillantes y por los impulsos rítmicos derivados de las líneas negras, dentro de las cuales se encuentran elementos del paisaje. No pretendía aquí el ruso ofrecer una representación naturalista de lo externo, sino dar expresión a su experiencia interior, y esta pieza también tiene un significado especial para la Fundación: fue la primera pintura que Ernst Beyeler decidió guardar para sí mismo, en lugar de ponerla a la venta en su galería.

Sucede a Kandinsky Brancusi, con una escultura gris de un pájaro, de lisa superficie con finas vetas blancas que sugieren alas y que aportan a la piedra dura un aspecto de suavidad y ligereza. El cuerpo redondo y pulido del ave parece dispararse hacia arriba desde un zócalo de dos partes, que es elemento constitutivo de la propia escultura.

Buscó este autor representar, no solo el animal en sí mismo, sino también su vuelo utilizando los medios de su disciplina, un esfuerzo que le ocupó durante años: sus primeras composiciones de aves se fechan hacia 1910, mientras que las últimas datan de la década de los cuarenta. Él mismo expresó: Toda mi vida he buscado captar la esencia del vuelo. Vuelo, ¡qué dicha!

De esta exhibición forma también parte Marlene Dumas, con el retrato de grupo de una joven familia a un tamaño mayor que el natural: Nuclear Family (2013). El padre y la madre embarazada están desnudos y sus dos niños, en ropa interior, llaman la atención por su estatismo. La paleta de colores azulados y apagados genera frialdad y el dinamismo solo se extrae de los distintos modos en que las figuras sentadas posicionan su cabeza y dirigen sus miradas.

El retrato muestra una combinación inusual de intimidad y sencillez, de cercanía y distancia, que se explica porque la artista sudafricana suele emplear fotografías existentes, de sí misma y de otros, como puntos de partida de sus pinturas. Este trabajo se basa en la imagen de una conocida familia holandesa, país donde el género del retrato familiar tiene una larga tradición, especialmente en el siglo XVII; esta es la personal aportación de la autora a esa tendencia.

Se han sumado a la exhibición, asimismo, un tríptico de nenúfares de Monet, obra maestra donde esa planta se fusiona con el agua, los reflejos, el cielo y las nubes; el bronce L’homme qui marche II de Giacometti, en el que el paso a dar contrasta con la rigidez del cuerpo y la mirada de la figura, que aúna así dinamismo y quietud; Le lion, ayant faim, se jette sur l’antilope de Henri Rousseau, una delicada combinación de precisión botánica, fantasía y misterio, una escena de ensueño de este pintor autodidacta, o Nu bleu I (1952) de Matisse, uno de los trabajos tardíos en los que el impulsor del fauvismo dibujó con tijeras. Klee, Miró, Cézanne y Picasso también forman parte del recorrido; el malagueño con su Rapto de las sabinas, cuya composición evoca a Poussin y David, mientras su cromatismo remite al Guernica.

Y la Beyeler ha convocado igualmente a Tacita Dean, con su Cúmulo (2016), en el que las nubes le sirven para abordar la impermanencia y la atemporalidad; a Kiefer, con una monumental pintura dedicada a una pirámide que se eleva hacia un cielo turbio y arenoso; a Warhol, de la mano de uno de sus autorretratos, entre pensativo y dramático o a Rothko, con su primera pintura en incorporarse a estos fondos: Untitled (Red, Orange), adquirida en 1972.

Cierra la exhibición Chaos cup (1997) de Wolfgang Tillmans. Si el fotógrafo alemán suele hacer dialogar en sus imágenes objetos, lugares y tiempo, aquí presenta una copa llena de té negro, aparentemente banal, que sin embargo se nos revela como símbolo de la fugacidad de las cosas si atendemos a la delgada membrana que se ha generado en la superficie de la bebida, tras unos minutos que entendemos transcurridos. En el fondo, Tillmans no aborda la fotografía desde un sentido clásico, sino más bien desde la experimentación y la formulación de un nuevo lenguaje visual.

Para saber más sobre estas obras podemos escuchar el podcast que la periodista radiofónica Stefanie Müller-Frank presenta con motivo del aniversario de esta institución, en el que charla con personalidades de la danza, la literatura, la arquitectura, la música y la filosofía. So Gesehen se llama el proyecto, una coproducción de la Fondation Beyeler y WELTKUNST, la revista de arte del semanario alemán DIE ZEIT.

"ANNIVERSARY EXHIBITION". Fundación Beyeler
“ANNIVERSARY EXHIBITION”. Fundación Beyeler

 

 

“ANNIVERSARY EXHIBITION”

FONDATION BEYELER

Baselstrasse 101

Basilea

Del 30 de octubre de 2022 al 8 de enero de 2023

 

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