El rebobinador

El recién nacido de Brancusi

Constantin Brancusi. El recién nacido, 1915. Philadelphia Museum of Art
Constantin Brancusi. El recién nacido, 1915. Philadelphia Museum of Art

No hay dudas de que, en la refundación moderna de la escultura, el escultor rumano Constantin Brancusi (1876-1957) representa una de las etapas más sensibles, influyentes e imaginativas. De origen campesino y formación artesanal, este artista llegó a París andando desde Bucarest, en 1905, y trabajó unos meses con Rodin antes de abandonar su taller porque, según dijo, “nada crece a la sombra de un gran árbol”.

De espíritu metafísico y seguidor del monje budista Milarepa, su temperamento estuvo dominado por una visión mística del mundo. Entre 1909 y 1925 pudo configurar un lenguaje escultórico inédito y El recién nacido del que vamos a hablar es un exponente de su madurez artística.

Realizada en mármol en 1915, fue comprada después en Estados Unidos, donde la obra brancusiana tuvo una gran acogida, por el matrimonio de coleccionistas formado por Louise y Walter Arensberg, que después legaron sus fondos al Philadelphia Museum of Art, donde esta pieza puede verse actualmente.

Pertenece a una serie, de la que hizo otras versiones en años sucesivos en diversos materiales, como madera, bronce o acero inoxidable, pero conservando siempre el mismo esquema morfológico.

El aspecto monolítico de la obra se acentúa a través de un pulido impecablemente liso y pelado y de los contornos firmes y tensos de la composición, que atrapan la luz y la relanzan, dándole la cualidad que los neoplatónicos atribuían a la belleza suprema: simple, luminosa e imposible de descomponer.

Brancusi trabajó unos meses con Rodin antes de abandonar su taller porque, según dijo, “nada crece a la sombra de un gran árbol”

Brancusi contradijo, en este y en el resto de sus trabajos, uno de los tópicos de la modernidad: Cuanto más abstracto, más moderno. Él se mantuvo en el terreno figurativo, pero se liberó de la imitación clásica y desfiguró la cabeza convirtiéndola en un objeto autónomo, como en La musa dormida. Interesa más, en este caso, la idea que el parecido, más la esencia que la anécdota.

La producción de Brancusi podría calificarse de un naturalismo orgánico, que renuncia a la estatuaria tradicional y al mundo de lo visible, pero que aspira a representar esa vida en estado puro que late en todo organismo. Por eso trabajó siempre con formas puras y elementales, llenas de una energía que parece empujar desde dentro, con una fuerza comprimida, y de las que han sido suprimidos todos los datos fisionómicos. Del niño no queda aquí más que la incisión que indica el arco de la ceja, el perfil de la nariz y la gran hondonada de la boca, en un gesto infantil, apenas sugerido, de llanto o descontento.

Brancusi en su taller
Brancusi en su taller

Brancusi siempre se resistió a llevar una vida mundana y a exponer sus obras, pero a cambio convirtió su taller del Impasse Ronsin en un lugar de apariencia rural llena de encanto, en su ámbito de exposición preferido, donde recibía a sus visitantes. De hecho dedicaba una parte importante de su tiempo a organizar cuidadosamente las visitas de amigos, coleccionistas y amantes de su obra deseosos de conocer un lugar casi legendario al que se podía acceder con una simple llamada telefónica.

Y el rumano cultivaba estos “afectos” con una delicadeza exquisita, de acuerdo con una ceremonia siempre repetida y algo misteriosa en la que, con una cortesía casi oriental, mimaba cada detalle.

En El recién nacido y en el resto de sus obras recuperó Brancusi la milenaria técnica de la talla directa, abandonada en la tradición europea desde la época medieval, despreciada por su brutalismo matérico, pero que será decisiva en el esplendor que la escultura conoció en la primera mitad del siglo XX.

El escultor obtiene su figura labrando el bloque, golpeándolo con martillos y cinceles y extrayendo la piedra hasta lograr la forma deseada. Este método, muy de moda entre los autores de comienzos de siglo, era muy arriesgado pero ofrecía cualidades insospechadas, porque subraya la materialidad física, la textura y el acabado, y era más acorde con el valor dado a la originalidad, ya que todas las operaciones requieren un tratamiento artesanal y dependen del trabajo manual del escultor.

Brancusi llevó esa talla directa a un plano conceptual, convirtiéndola en clave de la rehabilitación de la escultura. No es el caso de El recién nacido, pero buena parte de sus esculturas cuentan con pedestales tratados con una originalidad enorme: no son soportes neutros, como en la tradición monumental, sino un elemento fundido con la escultura, con la que mantienen un diálogo formal y una armonía morfológica, potenciada a veces por la colocación de la cabeza en posición tumbada y no vertical.

El título de El recién nacido revela el interés de Brancusi por el mito de la creación del mundo y la génesis de la vida. Crea así una iconografía de lo germinal, de donde irradia la vida del universo, que encuentra su forma predilecta en el huevo, cuna del mundo y promesa de todo lo que crece.

El huevo es la forma más comprensible y misteriosa, bella y elemental; por eso reduce el artista la masa de piedra a este óvulo embrionario que contiene todas las formas. Símbolo de permanencia y de la génesis vital, recuerda la cita de Van Gogh La vida es, probablemente, redonda.

Como para Picasso y otros creadores de su generación, para Brancusi fue decisivo el descubrimiento de las máscaras y las estatuillas africanas y del arte tribal, que encontraban en los mercadillos de París y en los museos etnográficos.

El primitivismo les permitía franquear un abismo, les alejaba del canon griego, y les posibilitaba formular un nuevo ideal artístico en el que toda meditación sobre la belleza clásica está excluida en beneficio de la captación de la esencia. El rumano inauguró así un camino que permaneció vivo hasta los sesenta: su huella la encontramos en Arp, Miró o Henry Moore, preocupados también por plasmar la elementalidad de la vida sin dejarse llevar por el antropomorfismo académico.

 

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3 respuestas a “El recién nacido de Brancusi”

  1. Carmen Sulay Silva

    Extraordinario….

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  2. José torres

    Genial

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  3. José torres

    Sencillamente excelente

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