Kidlat Tahimik nació en los cuarenta en Baguió, una estación de montaña colonial que Estados Unidos fundó en Filipinas tras arrebatar las islas a España en el 98; se formó en teatro y en Administración de empresas en Estados Unidos y trabajó en la OCDE en París y, aunque aquella trayectoria laboral primera tenga poco que ver con sus actuales caminos artísticos, de aquellos barros llegarán estos lodos. Su decepción ante la dificultad de la convivencia entre las culturas ancestrales y el progreso tecnológico y económico le llevaron a regresar a su país y comenzar a dedicarse al cine, de manera autodidacta y en distintas vertientes: como director, actor y guionista.
Destacado miembro del llamado tercer cinema, y elogiado por figuras como Susan Sontag o Francis Ford Coppola, actualmente reside junto a su mujer precisamente en Baguió, donde trabaja colaborando con artistas indígenas y con quienes preservan la cultura kapwa mientras cultiva una filmografía personal, lejana a cánones hollywoodienses y a la noción de industria cultural, que ha sido reconocida en varios festivales internacionales. Suele abordar en sus trabajos la unión entre individuos y sociedades o entre estas y la biosfera y cuestiona los usos sociales desde la ternura y el afecto, enfoque que ha llevado a Borja-Villel a comparar el tono de sus filmes con los de Chaplin o Tati. También resulta importante en sus creaciones la idea de viaje de ida y vuelta, en su caso planteando otras versiones posibles de los relatos colonizadores, haciendo suya la teoría del narrador de Walter Benjamin, según la cual la historia no es nunca un asunto cerrado ni la vertebran los individuos, sino los colectivos.
La exhibición que ahora presenta Tahimik en el Palacio de Cristal, a invitación del Museo Reina Sofía, lleva por título “Magallanes, Marilyn, Mickey y fray Dámaso. 500 años de conquistadores RockStar” y hace alusión a tres batallas culturales datadas desde la conquista de Filipinas, o quizá de tres caras de un mismo conflicto, aquel que lleva a relegar o a desconocer, en el ámbito occidental, la cultura propia de los países conquistados por nuestras potencias en el pasado. El autor se ha anticipado a reacciones derivadas de la lectura literal de su proyecto: anticipa que no es historiador sino un artista jugando con la historia y con sus posibles zonas ocultas; no plantea teorías sino visiones tan lúdicas como críticas.
Las tres instalaciones escultóricas de gran formato de los que consta esta exhibición, llevadas a cabo junto a su equipo de colaboradores y con artesanos ajenos a la esfera artística, remiten a tres fases de la historia del colonialismo en Filipinas: la llegada allí, en 1521, de Magallanes y su posterior asesinato por los nativos; la creación del Palacio de Cristal, que es sede de esta propuesta, en 1887, justamente para albergar una Exposición dedicada a Filipinas que contemplaba su población, naturaleza y cultura desde una perspectiva exótica y, por último, el más reciente choque entre el cine generalista de raíz americana y el desarrollado en contextos indígenas, ajeno a los modelos culturales dominantes.
Cada uno de esos conjuntos consta de casi innumerables piezas, talladas en madera, trenzadas en mimbre o tejidas en tela, por lo que será casi indispensable para el público volver más de una vez sobre sus pasos para que ninguna de ellas se le escape; todas contienen historias concretas y suelen enlazar lo pasado y lo presente, lo quizá real y lo mítico, la historia y el icono.
A nuestra derecha contemplaremos a Magallanes en el barco que atravesó océanos para alcanzar las Filipinas; lo acompaña, además de algunos virus, Enrique de Malaca, en origen un esclavo llamado Ikeng, a quien Tahimik reivindica frente a su olvido desde las crónicas de Antonio Pigafetta. Su nombre primero fue castellanizado y a él se incorporó el del lugar donde sería vendido, que no tiene que corresponderse necesariamente con el de su origen (desconocemos si procedía de Indonesia, Malasia o las mismas Filipinas). Según varias fuentes literarias, este hombre se habría apoyado en saberes cosmológicos y ancestrales para alcanzar las islas cuando el ánimo de la tripulación decaía, consolidándose como su referente moral y como el garante de la comunicación entre colonizadores y nativos. El artista ya había recuperado su figura en su filme de los setenta Balikbayan#1 Memories of Overdevelopment Redux.
La muerte del navegante en Mactán también ha sido reinventada, desde cierta perspectiva de género: el artista ha imaginado que la responsable fue la reina Bulakna, esposa del jefe tribal Lapulapu, aprovechando un flanco abierto en la armadura del portugués. Bulakna no es citada en los archivos, pero en la tradición oral filipina se la tiene por una chamán, mujer guerrera y bella.
La segunda instalación de Tahimik hace referencia a la propia historia del Palacio de Cristal, levantado en El Retiro, como decíamos, para acoger la Exposición General de las Islas Filipinas en 1887, una iniciativa del Ministerio de Ultramar de entonces por la que se mostraron aquí actuaciones de los indígenas Igorrotes, fauna y flora y manifestaciones culturales, contempladas desde una perspectiva exótica y, como no podía ser de otro modo, complaciente con la labor colonizadora. José Rizal, precursor de la independencia filipina que se formó en medicina en nuestro país, criticó lo que la presencia de los Igorrotes tenía en aquella muestra de zoo humano, y Tahimik, que pertenece a aquel grupo étnico, ha decidido retratarlo aquí con chaqueta y taparrabos, aludiendo a su inmersión cultural en España y a sus simultáneos lazos hondos con la que era su cultura nativa.
De este mismo conjunto forman parte representaciones de algunos personajes de sus novelas Noli me tangere o El filibusterismo, como la mujer indígena que engendraría un hijo del Padre Dámaso español, cura de aldea. Aquellos textos fueron prohibidos en etapa colonial, al hacer referencia a ciertos abusos del clero y las autoridades; también encontraremos, sin embargo, caras más felices de nuestras relaciones con las islas: referencias a trabajos de artistas filipinos aclamados y premiados en esos años en España, como los de Juan Luna Novicio, Medalla de Oro de Bellas Artes en 1884.
La última batalla nos traslada a la actualidad y al choque cultural entre el cine americano y sus fetiches y las historias indígenas que, desde mitologías propias, escapan, según Tahimik, a sus relatos de sexo y violencia. Uno y otras quedan representados en la contienda entre Marilyn Monroe e Inhabian, diosa del viento de la tribu Igorrote, y no falta un caballo de Troya del que brotan figurines de Spiderman; tampoco un cinema tonto, cuyo nombre recuerda al indio, así llamado, que acompañaba al llanero solitario en su western.
En el centro del Palacio, deidades indígenas formando un anillo de cestería contemplan todas estas batallas, desde la conciencia, dice el artista, de que la resistencia cultural de lo pequeño puede pervivir.
Kidlat Tahimik. “Magallanes, Marilyn, Mickey y Fray Damaso. 500 años de conquistadores RockStar”.
Parque del Retiro
Madrid
Del 28 de octubre de 2021 al 6 de marzo de 2022
