El rebobinador

Gertrude Stein, temperamento de vanguardia

Si tenemos que pensar en coleccionistas americanos en París en los inicios del siglo XX, quien seguramente vendrá a nuestra mente será Gertrude Stein, que alguna vez declaró sentir Estados Unidos como su país y París como su ciudad. A diferencia de otros que acudían allí a efectuar sus adquisiciones e iban y venían, ella formaba parte del paisaje.

Sabedora, asimismo, de que quería pasar a la posteridad y de la imagen con la que deseaba hacerlo, se encargó de legarnos un testimonio preciso de su vida y personalidad a través de la publicación Autobiografía de Alice B. Toklas (1933), donde narraba su propia existencia a través de la voz de su amante y ofrecía anécdotas de autores como Picasso, Braque, Matisse, Derain o Gris; también de escritores como Scott Fistzgerald y Hemingway, con quienes había tejido una red de relaciones. El autor de Adiós a las armas confesó haber convertido en hábito sus visitas a Stein (en el 27 de la rue Fleurus) por amor a la lumbre y los cuadros magníficos y la conversación. No todos los protagonistas del libro compartieron sus puntos de vista, ni sobre sí mismos ni sobre el arte moderno, de ahí que en la revista Transition, en la que la americana había intervenido activamente, apareciera en 1935 la separata Testimony against Gertrude Stein, en el que algunos de ellos, como Matisse, Salmon, Tzara o Braque, la acusaban de delirios megalómanos y de no haber comprendido lo que en torno a ella ocurría. Se trataba, en todo caso, de los artistas más damnificados en sus páginas, en las que sí se ensalzaba a Picasso como creador único del cubismo y a Juan Gris por su pasión por la exactitud.

La figura de Stein trascendía, en cualquier caso, su rol coleccionista y su personalidad fuerte y su independencia se proyectaban en lo artístico, lo literario y en su propia vida, siendo ejemplo de libertad individual; de ahí que decidiera establecerse en la ciudad de la bohemia, donde además podía gozar de anonimato. Su salón no era el único en la capital francesa auspiciado por una dama culta para la conversación intelectual, pero el suyo sí tuvo un papel más que relevante en el arte de vanguardia: entre 1905 y 1913, sus recepciones semanales fueron espacio para el debate y la afirmación del cubismo o el fauvismo y por ellas pasaron, además de los mencionados Braque, Picasso o Matisse, Marie Laurencin, Alfred Maurer, Patrick Henri Bruce, Djuna Barnes, Ezra Pound, Apollinaire o Bernard Berenson.

Junto a la conversación, el principal atractivo de la casa Stein era su creciente colección de pintura, de la que formaban parte telas de Cézanne, Renoir, Manet, Toulouse Lautrec, Gauguin y después los mismos Matisse y Picasso. Parece que Getrude esperaba a sus invitados en batín de terciopelo y sentada en un sillón renacentista mientras su hermano Leo, con quien residió hasta 1913, charlaba con ellos asuntos de estética. Él también coleccionaba, como su tercer hermano, Michael, y su esposa Sarah; estos últimos mantuvieron un perfil más bajo, que no un menor interés por la creación.

Pablo Picasso. Retrato de Gertrude Stein, 1906. Metropolitan Museum of Art, Nueva York
Pablo Picasso. Retrato de Gertrude Stein, 1906. Metropolitan Museum of Art, Nueva York

Rememorando orígenes, Gertrude Stein había nacido en Allegheny, en Pensilvania, en 1874, en una familia judía de origen alemán. Los negocios de su padre la trajeron a menudo a Europa, sobre todo a Viena y París; perdió a sus progenitores prematuramente y, junto a sus dos hermanos, heredó una posición social que les permitió una vida desahogada. Amante, como Leo, del arte y la vida bohemia, estudió medicina y psicología en la Universidad Johns Hopkins y en 1902 se estableció en Francia; a su país tardaría tres décadas en regresar. Allí conoció a Alice B. Toklas, estadounidense como ella y quizá causa de su alejamiento de Leo antes de la I Guerra Mundial; pudo haber alguna más: ella estuvo siempre más próxima a los cubistas y él a los postimpresionistas. Ambos dividieron la colección que entre los dos poseían, parece que sin tensiones salvo por Las manzanas de Cézanne (1873-1877), que fue para Leo.

Los fondos Stein han sido objeto de estudios exhaustivos, sobre todo, desde 1970, cuando el MoMA presentó la muestra “Four Americans in Paris”, que coincidió con la venta de parte de aquel conjunto tras la muerte de Toklas. Décadas antes, Alfred H. Barr había intentado que Stein dejara a esa institución su legado, a lo que ella respondió una frase que, como tantas suyas, se haría célebre: Se puede ser un museo o se puede ser moderno, pero no se puede ser las dos cosas a la vez. En todo caso, a su muerte en 1946, el destino de la pieza más destacada en su posesión, el retrato que de ella ejecutó Picasso en 1906, no fue el MoMA sino el Metropolitan.

Probablemente el primero de los dos hermanos en interesarse por el arte fuese Leo, quien también quería ser pintor cuando se instaló en el Barrio Latino. Sus primeras compras las efectuó en el Salón de los Independientes (un Vallotton y un Manguin) y, junto a Gertrude, en la galería de Vollard: fueron dos Gauguin, dos Cézanne, dos Renoir y un Maurice Denis, este último añadido al lote por el marchante. Por la misma época -1905- se hicieron con un Retrato de Madame Cézanne y Perseo y Andrómeda de Delacroix.

Henri Matisse. Femme au chapeau, 1905. Museum of Modern Art, San Francisco
Henri Matisse. Femme au chapeau, 1905. Museum of Modern Art, San Francisco

Sus pasos no eran aún valientes, aunque fueran más allá de los gustos de la mayor parte de los coleccionistas; la compra que supondría un revulsivo fue la de Femme au chapeau de Matisse, un retrato de su esposa, de colorido nada convencional y dibujo primitivo, que había levantado ampollas en el Salón de Otoño de aquel mismo año, 1905, en el que, recordamos, los fauvistas fueron bautizados como tal, como fieras. Semanas después llegaría a sus colecciones Picasso, de la mano de Clovis Sagot: se hicieron con Familia de acróbatas con mono, obra importante del periodo rosa hoy en el Museo de Göteborg. Y algunos días después de la compra pudieron visitar al español en su estudio de Bateau Lavoir; tras conocerlo, adquirieron a Sagot otra composición de la misma etapa rosa: una muchacha desnuda con una cesta de flores rojas, del mismo 1905, que hoy custodian los Rockefeller.

Pablo Picasso. Familia de acróbatas con mono, 1905. Göteborgs konstmuseum
Pablo Picasso. Familia de acróbatas con mono, 1905. Göteborgs konstmuseum

El crecimiento de los fondos de Gertrude y Leo, mientras convivieron, no fue sostenido: sus obras aumentaban o disminuían según sus cambios de gusto o su situación económica. Tras aquella separación de 1914, Gertrude haría crecer su parte en solitario. Sabemos, igualmente, que otros coleccionistas relevantes adquirieron algunas de sus piezas, como John Quinn y Albert Barnes, o que, en 1913, Gertrude entregó a Kahnweiler tres Picassos de gran formato por cuatrocientos dólares y otra obra del mismo autor. Conocemos, asimismo, que en las estancias de la casa de Stein el ruso Shchukin vio por vez primera imágenes de Matisse que podemos considerar antecedentes de los paneles sobre música y danza que después le encargaría. En todo caso, a diferencia de este, la estadounidense no apreciaba solo, ni fundamentalmente, las cualidades objetivas de las obras, sino que, entablando amistad con los artistas que más le interesaron, identificaba sus experimentaciones y contribuía a ellas.

Entre las composiciones más bellas que Stein vendió se encuentra Mujer con abanico de Picasso, que compró Marie Harriman; también el retrato de la esposa de Cézanne sería para un coleccionista suizo.

Picasso. Mujer con abanico, 1908. Museo Estatal del Ermitage, San Petersburgo
Picasso. Mujer con abanico, 1908. Museo Estatal del Ermitage, San Petersburgo

Hay que señalar, asimismo, que Leo se hizo con su último Matisse en 1908 y que no volvería a comprar un Picasso tras 1910: parece que sentía que el primero había perdido su sentido de la armonía y que el segundo, en quien había confiado ver un genio, malgastaba sus posibilidades en los laberintos del cubismo. Puede que sus lazos con los creadores de vanguardia perdieran fluidez; Gertrude, sin embargo, no claudicó en su entusiasmo original. En todo caso, fueron suyas las obras del malagueño Dos mujeres en el bar (1902), Muchacho llevando un caballo (1906), Desnudo femenino de pie (1906), dibujos al óleo que anticipan Las señoritas de Avignon, Tres mujeres (1908), Depósito de aguas de Horta (1909) o La mesa del arquitecto (1912), representativo este último del cubismo analítico que Leo no llegaría a apreciar. En esta última imagen aparece el nombre de Gertrude Stein en la parte derecha. Primero junto a su hermano y luego en solitario, fueron más de un centenar los trabajos de Picasso en manos de la americana.

En cuanto a Matisse, aunque es cierto que Michael y Sarah Stein fueron quienes más supieron apreciarlo, Leo y Gertrude poseyeron Le bonheur de vivre, el dibujo al óleo Música, el Retrato de Madame Matisse o Desnudo Azul, Recuerdo de Biskra, que escandalizaría en el Armory Shoy de 1913. Ambos cuentan con un espacio importante en su Autobiografía de Alice B. Toklas y a los dos les brindó artículos que publicó Stieglitz; de Picasso escribió, igualmente, una monografía y a quien también le dedicó palabras fue, como dijimos, a Juan Gris, con cuya amistad parece que rivalizó con aquel. Para Gertrude, el cubismo es una concepción típicamente española, solo los españoles pueden ser cubistas y el único cubismo verdadero es el de estos dos autores: si Picasso lo creó, Gris le dio claridad y exaltación (de ahí el agravio de Braque).

A quien también compró Gertrude en solitario creaciones fue a Lipchitz, André Masson o Picabia, lo que la sitúa como gran coleccionista de vanguardia frente a las adquisiciones que había realizado con su hermano (Cézanne, Bonnard, Denis, Daumier, Manet, Vallotton…).

Matisse. Desnudo azul (Recuerdo de Biskra), 1907. Baltimore Museum of Art
Matisse. Desnudo azul, Recuerdo de Biskra, 1907. Baltimore Museum of Art

 

BIBLIOGRAFÍA

María Dolores Jiménez-Blanco y Cindy Mack. Buscadores de belleza. Ariel, 2007

Gertrude Stein. Autobiografía de Alice B. Toklas. Lumen, 2000

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