El rebobinador

El jardín del tarot o cómo Gaudí fascinó a Niki de Saint Phalle

Niki de Saint Phalle. Jardín del Tarot, 1978-1998
Niki de Saint Phalle. Jardín del Tarot, 1978-1998

En 1955 Niki de Saint Phalle viajó a Barcelona junto a su entonces marido, Harry Mathews: Allí vi el magnífico Parque Güell de Gaudí. Descubrí a la vez a mi maestro y mi destino. Temblé. Sabía que yo también, algún día, construiría un jardín de alegría. Un pequeño rincón del paraíso.

Entonces la artista francesa tenía 25 años, y su sueño se pudo ver cumplido 43 después, en el que muchos artistas consideran el proyecto más importante de su carrera: el Jardín del Tarot, un parque de esculturas monumentales que representan los veintidós arcanos mayores de las cartas del tarot y que se encuentra en las colinas próximas a la localidad toscana de Capalbio, en terrenos propiedad de los Caracciolo. Saint Phalle era amiga de Marella Caracciolo Agnelli desde los cincuenta; se conocieron en Nueva York cuando Marella trabajaba como ayudante de Blumenfeld, y esa relación ayudó a que los hermanos Carlo y Nicola Caracciolo apoyaran el proyecto.

La construcción del proyecto fue larga (de 1978 a 1998) y costosa, autofinanciada y todo un desafío para Saint Phalle, que vio en esta propuesta un desafío contra el sistema machista dominante: Tenía la imperiosa necesidad de demostrar que una mujer podía asumir una obra tan loca y grande… Estaba como embrujada.

Junto al Parque Güell, ejercieron gran influencia en el Jardín del Tarot el Palais Idéal del cartero Cheval en la Drôme francesa y las torres Watts de Simon Rodia en Los Ángeles; también proyectos titánicos que ocuparon décadas a sus autores, como Saint Phalle, carentes de formación académica y amantes de los materiales usados y la grandilocuencia. Lo dijo Niki tras ver estas obras: Muy pronto decidí convertirme en heroína (…) Lo importante era que fuese difícil, grande, emocionante.

El Jardín del Tarot supone la autobiografía astral de la propia artista, la búsqueda de un equilibrio interior que se prolongaría toda su vida

Otro viaje marcaría en 1977 su repertorio iconográfico: fue a México, Guatemala y Yucatán, donde visitó los yacimientos arqueológicos precolombinos de Palenque y Teotihuacán y descubrió nuevas simbologías con las que ampliar el vocabulario artístico del Jardín.

Si la idea de realizar una gran obra pública se remonta a los inicios de su carrera, también era precoz la de crear un parque temático. El Jardín del Tarot acabó perfilándose como paseo esotérico y filosófico. Fue Eva Aeppli, la primera mujer de Tinguely y gran amiga de la artista, quien la inició en el tarot; posteriormente Alejandro Jodorowsky le leyó las cartas, convenciéndola definitivamente.

Niki de Saint Phalle. Jardín del Tarot, 1978-1998
Niki de Saint Phalle. Jardín del Tarot, 1978-1998

Pero este vergel es más que todo esto: es la autobiografía astral de la propia artista, la búsqueda de un equilibrio interior que se prolongaría toda su vida: Como en todos los cuentos de hadas, antes de hallar el tesoro, me topé en mi camino con dragones, brujas, magos y con el ángel de la templanza.

Saint Phalle tomó como referencia para sus esculturas la versión del tarot de Marsella del siglo XVII y la de Rider Waite creada en Inglaterra en 1910, aunque ampliamente revisadas siguiendo su gusto artístico. A su imaginario colorido y fantástico se añade la lección de la Escuela de Siena, la de los maestros del siglo XIV y el sustrato etrusco de las ciudades toscanas que visitó en los ochenta. Muchos jardines de la región están vinculados a conceptos astronómicos y presentan una predilección manierista por los juegos de agua, las grutas y las cascadas, dirigidos a asombrar al visitante; es el caso de los de Villa de Este o Villa Adriana.

La importancia del agua como símbolo de nacimiento y regeneración es fundamental para Saint Phalle: en su jardín somos recibidos por una fuente mercurial que brota de la boca completamente abierta de La Papisa. Al igual que el agua representa la linfa vital del jardín, la boca/gruta es el vientre de la naturaleza, el lugar de los impulsos más profundos.

También atrajeron a la artista la estatua de los Apelinos de Juan de Bolonia, construida a las puertas de Florencia, y la Boca del Ogro del Parque de los Monstruos de Bomarzo, que aparece ante el visitante al final de un recorrido iniciático donde cada escultura guarda un enigma. Este parque, por cierto, fue redescubierto por Dalí en 1949 tras siglos de olvido. A Niki le impactaron este tipo de símbolos, y en este caso le llamó la atención el hecho de que la mayoría de las estatuas fueran divinidades o personajes femeninos. Porque El Jardín del Tarot es sobre todo un reino de mujeres: el eje de la mayoría de las obras es la contraposición de lo masculino y lo femenino.

El primer grupo de esculturas que se ofrecen al visitante, alrededor del semicírculo del ágora central, son las de La Paisa, El Mago, La Emperatriz y La Fuerza: tres personajes femeninos de cuatro cartas fundamentales que simbolizan su vocación artística.

El Mago es la energía creativa y en la representación de la artista adquiere la forma de una gran mano recubierta de espejos. Es un símbolo de acogida y, en el tarot, una carta de buen augurio que indica que estamos a punto de acceder a una fase en la que se abren nuevas posibilidades. Se asoma sobre La Papisa, por la que trepa una serpiente: guardiana en muchas civilizaciones, es el animal más importante del bestiario de la artista, que rinde aquí homenaje al lagarto de Gaudí.

A principios de los ochenta, cuando trabajaba en estas figuras, Niki leyó las teorías sobre mitología comparada del antropólogo Joseph Campbell, defensor de la presencia de arquetipos comunes en todos los mitos (en los templos hindúes, budistas y precolombinos es habitual la presencia de animales mitológicos flanqueando las escaleras).

De la caverna de La Papisa brota el agua mercurial en representación de la linfa creativa, que a su vez hace girar La Rueda de la Fortuna colocada en el estanque de la fuente, obra de Tinguely. Su grito remite a las cabezas de medusa de las monedas etruscas, a la Gorgona de Caravaggio, el Ogro de Bomarzo y a las fauces de los jaguares olmecas. El dios jaguar es el animal del inframundo; su boca abierta, con las cejas arqueadas y los orificios de la nariz dilatados, simboliza el nacimiento del individuo.

La Emperatriz, por su parte, representa la concepción y la gestación, el útero materno. Veinte años después de abandonar marido e hijos para ser artista, Saint Phalle se enfrenta de nuevo al asunto de la maternidad y lo hace de forma extrema, decidiendo en 1983 habitar dentro de la escultura: Quería inventar una nueva madre, una diosa madre, y de entre sus formas, renacer. Durante varios años vivió de forma espartana y aislada.

La Emperatriz tiene la forma de una esfinge de piel negra y, para crearla, se apropia de la iconografía griega y egipcia, y también del patrimonio italiano: el manto estrellado de mosaico azul es una cita a los cielos de Giotto en la basílica de Asís y las teselas de cerámica presentan en su decoración el perfil de la Venus de Botticelli. Además, el rostro negro homenajea a las minorías negras americanas y recuerda su lucha social.

La carta de La Fuerza protege este templo femenino: la joven que sostiene de la correa al dragón alado (referencia a Uccello) ha derrocado a la serpiente como guardiana masculina de los lugares, al igual que la artista, pasados los años, pudo liberarse de la figura incestuosa de su padre, que no supo adoptar un rol protector en la familia.

Abandonando el espacio central, psamos por debajo de la carta de El Sol, del que parten dos senderos entre los cuales se encuentra ubicado El Árbol de la Vida. El Sol representa para Niki la entrada en la edad adulta y, el Árbol, la posibilidad de elección y los obstáculos que afrontar para alcanzar la madurez, representada por La Templanza, que cierra el recorrido del jardín.

Inspirándose quizá en el bajorrelieve del sarcófago del rey Pacal en Palenque, Niki creó un Ärbol de la vida con cabezas de serpiente. Símbolo del eje cósmico entre las religiones principales, el árbol hunde sus raíces en el reino subterráneo dominado por fuerzas incontrolables y tiende sus ramas hacia el mundo luminoso de la conciencia.

Niki de Saint Phalle. Jardín del Tarot, 1978-1998
Niki de Saint Phalle. Jardín del Tarot, 1978-1998

De aquí parte el camino del conocimiento del bien y el mal. Al primero le representan El Papa, El Emperador, La Justicia y Los Amantes, que simbolizan el amor en sus distintos aspectos, colocadas en el lateral izquierdo del jardín. El Papa es una carta de escucha y apertura al prójimo; al Emperador, tradicional símbolo del poder masculino, lo representa con atributos sexuales con piezas de cerámica, teselas de mosaico, fragmentos de vidrio, espejos, botellas…a modo de caleidoscopio. Esta carta resume la relación entre Niki y Tinguely: a través del estímulo y la comparación daban lo mejor de sí mismos, espoleándose mutuamente.

La Justicia es una robusta balanza decorado en estilo románico-gótico italiano con anchas bandas blancas y negras de mosaico y Los Amantes supone una versión moderna de Adán y Eva en el disfrute de un pícnic dominical.

A lo largo del sendero más oscuro se desatan las fuerzas primarias incontrolables: El Diablo y La Muerte. El primero simboliza la pérdida de la libertad espiritual y de la sexualidad. Hay que recordar que, a los once años, Niki fue violada por su padre; a los veintitrés, internada en un psiquiátrico y a los treinta abandonó marido e hijos. Por eso dijo: Tuve suerte de recurrir al arte, porque a nivel psíquico yo ya lo tenía todo para convertirme en terrorista.

También se cruzó con la muerte varias veces en forma de enfermedades paralizantes que le causaron depresión. Y supo darle un valor positivo, de renovación: Sin la muerte, la vida no tendría sentido.

Al fondo del sendero aparecen El Mundo y El Loco, este último representado como viandante y encarnación de la artista: libre de ataduras, representa el hombre en busca de su espiritualidad, sin saber dónde va, dispuesto a descubrir. En palabras de la artista: Parece necio, pero es capaz de hallar el tesoro.

Finalmente La Templanza, ejecutada en 1984, aparece coronada por un ángel, y las cartas sucesivas, construidas entre 1987 y 1996, representan también la madurez y el equilibrio conquistados: La Estrella simboliza la salud física y espiritual; La Luna, la imaginación; El Ermitaño, la soledad necesaria para autocomprendernos y El Carro, el triunfo definitivo sobre la adversidad.

Hoy el Jardín del Tarot se puede visitar de abril a octubre, solo durante unas horas por razones de conservación. Como ella dijo, El jardín es una frágil obra de arte que necesita una atención constante. Después de trabajar veinte años en este proyecto no tengo ninguna intención de ver destruida su delicada belleza. Mi jardín es un lugar alejado de la muchedumbre y el apremio del tiempo.

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