Espacio Miró: la Fundación MAPFRE le dedica una sala permanente

Expone más de sesenta de sus pinturas junto a móviles de Calder

Madrid,
Alexander Calder. Portrait of Joan Miró, 1930. Colección Particular en depósito temporal  © Calder Foundation, New York/represented by Visual Entidad de gestión de Artistas Plásticos (V.E.G.A.P.), Madrid, Spain, 2016.
Alexander Calder. Portrait of Joan Miró, 1930. Colección Particular en depósito temporal © Calder Foundation, New York/represented by Visual Entidad de gestión de Artistas Plásticos (V.E.G.A.P.), Madrid, Spain, 2016.

Desde hoy, si visitáis la sede en Recoletos de la Fundación Mapfre y os acercáis al lugar donde antes se encontraba su tienda, no encontraréis catálogos o souvenirs sino 65 pinturas de Joan Miró y cuatro esculturas y un óleo de su buen amigo Alexander Calder. Es la primera vez que la Fundación, que programa muestras temporales en Madrid desde hace más de dos décadas, abre un espacio expositivo permanente, y lo hace con el objetivo de que, a partir de estas obras, puedan programarse diversas actividades en torno a Miró que profundicen en la investigación de su producción y la contextualicen.

Las piezas proceden de cinco colecciones españolas y se han depositado en la Fundación MAPFRE durante cinco años que se renovarán automáticamente; la intención, según Jiménez Burillo, director de esta institución, es que permanezcan aquí de forma estable. Las negociaciones que han posibilitado el acuerdo se iniciaron hace un año, y al parecer una de sus condiciones es que los coleccionistas permanecieran en el anonimato, pero según informaciones de El País los herederos de Miró han reconocido que se trata de sus fondos.

La gestión de estos trabajos por parte de la Fundación se regirá por los mismos principios que su colección propia: MAPFRE podrá tomar decisiones sobre eventuales préstamos e intercambios y sobre iniciativas para difundirlos.

Como ha subrayado hoy en Madrid el profesor de la Universidad de Nueva York y experto en Miró  Robert Lubar, las piezas que ahora podemos ver en la Fundación MAPFRE componen la quinta colección de calado de Miró abierta al público en la Península Ibérica tras las que nos muestran las fundaciones del artista en Barcelona y Palma de Mallorca, el Museo Reina Sofía y la Fundación Serralves de Oporto. Además, el creador surrealista gana así presencia en Madrid: a los fondos del MNCARS (que no se exponen al visitante al completo) y el mural del Palacio de Congresos se suma esta selección de trabajos fechados en su mayoría en los sesenta y vertebrados en torno a dos ideas fundamentales en la obra de Miró: la tríada mujer-pájaro-estrella y el deseo del artista de acabar con la pintura para hacer de ella algo nuevo. En el caso de los Calder, se trata de un retrato de Miró y de cuatro piezas que el americano regaló al barcelonés.

Jiménez Burillo ha apuntado que la apertura del Espacio Miró puede ser un aliciente para que la Fundación MAPFRE piense en futuros proyectos permanentes

Jiménez Burillo se ha felicitado por que comiencen a implantarse en España estas fórmulas de depósito de colecciones, que son habituales en países como Estados Unidos y que benefician a las dos partes (se trata de un depósito libre de cargas por el que la Fundación MAPFRE se hace cargo del coste de mostrar las obras al público y los propietarios se ahorran el de seguros y determinados impuestos). Puede ser – ha apuntado el director- que la apertura de este Espacio Miró sea un aliciente para que la Fundación piense en futuros proyectos permanentes.

LOS MIRÓS EN SU ESPACIO

¿Qué podrá verse en el Espacio Miró? Las salas, en la planta de entrada, son pequeñas, pero las piezas de Miró que ahora se exhiben aquí no son menores.

Esperan al público en la Fundación MAPFRE una serie de Constelaciones, en las que Miró ocupó toda la superficie de sus cuadros con formas conectadas entre sí bajo la influencia del Expresionismo Abstracto; piezas en las que, conectando con el Informalismo europeo, introdujo la arpillera o llegó a rasgar el lienzo y, como mencionábamos, pinturas representativas de su constante interés por un vocabulario de mujeres, pájaros y estrellas que nunca dejó de revisar y transformar, convirtiéndolos en excusa para estudiar la esencia de la pintura y el potencial de su gestualidad.

Joan Miró. Le Chant de l'oiseau à la rosée de la lune, 1955. Colección Particular en depósito temporal  © Successió Miró 2016
Joan Miró. Le Chant de l’oiseau à la rosée de la lune, 1955. Colección Particular en depósito temporal © Successió Miró 2016

También cabezas, reunidas en la serie Personnages, fruto de un proceso de despojamiento de su obra anterior a los setenta. A veces tienen un carácter pretendidamente extraño, otras más lírico, y no son infrecuentes los atributos humanos.

En un último apartado del Espacio Miró encontramos obras en las que el artista buscó deliberadamente, y en sus palabras, “asesinar la pintura”, a veces empleando materiales de deshecho, otras interviniendo sobre obras de autor desconocido que adquiría en rastros. De las diez piezas de este tipo que el catalán llevó a cabo, aquí pueden verse cuatro. También el precioso móvil en el que Calder lo retrató en 1930, dos años después de que ambos se conocieran en París, junto a otros tres del escultor y un óleo con el que también le obsequió.

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