Su primera retrospectiva se la brindó el Pompidou en los noventa, pero desde entonces los estudios sobre su obra, sobre la fotografía surrealista y de entreguerras y sobre el cine de los años veinte y treinta nos permiten contemplar la obra de Eli Lotar desde una mirada renovada. Y ese es el propósito de la antología que el Jeu de Paume le dedica, precisamente junto al Pompidou, hasta mayo.
Nacido en París en una familia de origen rumano, el verdadero nombre de Eli Lotar era Eliazar Lotar Teodorescu. Su nombre es uno de los menos conocidos, que no menos relevantes, de la vanguardia fotográfica parisina: sus conocimientos primeros del oficio le llegaron de la mano de Germaine Krull (objeto reciente de otra antología en el Jeu de Paume), después se codeó con los surrealistas y su trayectoria no dejó de ir en ascenso: publicó en las revistas Vu, Jazz y Arts et métiers graphiques y participó en exposiciones internacionales que han pasado a la historia, como “Fotographie der Gegenwart”, “Film und Foto” y ”Documents de la vie sociale”.
Aunque cuenta con obras representativas del conjunto de su trayectoria, la exhibición del Jeu de Paume presta especial atención a los nexos de su producción con el movimiento de la Nueva Visión, tanto en su cine documental como en sus imágenes de paisajes urbanos, industriales o marítimos. Esta corriente, en línea con los postulados de la Bauhaus, defendía la autonomía de la fotografía respecto a otras artes y la necesidad de que mantuviese unas reglas compositivas y de iluminación propias y experimentales, diferenciadas de las de la pintura. También podemos disfrutar en París de retratos que no se caracterizan por su espontaneidad: realizó numerosos estudios de poses y posturas tomando como modelos a grandes artistas de la época.
Su compromiso social y político tuvo ciertas consecuencias prácticas: abogó por el trabajo colaborativo con intelectuales que cultivaban otras disciplinas y llevó a cabo proyectos junto a escritores como Jacques y Pierre Prévert, hombres de teatro como Antonin Artaud y Roger Vitrac o cineastas como Buñuel, Cavalcanti o Joris Ivens.
El Jeu de Paume nos enseña algunos de ellos y muestra también un centenar de copias de época recientemente halladas en una quincena de colecciones internacionales, además de otro centenar de documentos (entre libros, revistas, cartas, negativos y filmes). El Todo Lotar organizado en cinco secciones temáticas que no se estructuran según criterios estríctamente cronológicos.
En los dos primeros apartados podemos ver sus reportajes para prensa ilustrada Nouvelle Vision y Déambulations urbaines y reproducciones de revistas de época con las que Lotar colaboró y que le proporcionaron una notoriedad precoz (VU, L’Art Vivant, Arts et métiers graphiques, Jazz y Bifur). Desde 1929 además participó en la producción de películas documentales junto a Jean Painlevé, Joris Ivens y Buñuel.
La tercera sección se centra en las obras más socialmente comprometidas de Lotar: podemos contemplar imágenes y filmes que reflejan la complejidad del ambiente sociopolítico de entreguerras. Destaca el crudo realismo, conjugado con cierta austera poesía, de la serie Abattoirs (1929) y su colaboración en la también cruda Tierra sin pan de Buñuel, el filme que en 1933 el aragonés dedicó a Las Hurdes, sin mucha intención de realismo. Ya tras la II Guerra Mundial, Lotar filmó Aubervilliers (1945), un poético documental sobre las condiciones de vida en los suburbios de esa ciudad.
Las dos últimas secciones recogen los encuentros artísticos y literarios del artista con otros creadores, dramaturgos y poetas. Viajó por el Mediterráneo junto a Brunius y Vitrac, realizó fotomontajes para las escenografías de Jarry y Artaud y mantuvo una fructífera amistad con Alberto Giacometti, que le dedicó varios bustos.
Eli Lotar (1905-1969)
GALERIES NATIONALES DU JEU DE PAUME
Jardín des Tuileries. Concorde, París
Del 14 de febrero al 28 de mayo de 2017
