El Museo del Prado reordena sus colecciones del siglo XIX

Se exhibirán un centenar de obras más y ganan peso las mujeres artistas

Madrid,

El Museo del Prado ha presentado hoy la nueva museografía correspondiente a sus salas dedicadas al arte del siglo XIX: veremos en ellas 275 piezas, frente a las 170 de su montaje anterior, dado que la pinacoteca se ha propuesto ofrecer a sus visitantes una inmersión más profunda en sus fondos y evidenciar los lazos de estas creaciones decimonónicas con las inmediatamente anteriores y posteriores. Esta revisión tiene lugar doce años después de que el Prado presentara justamente estas salas centradas en el arte del XIX, bajo el epígrafe La colección: La otra ampliación, una sección que contextualiza la pintura española de entonces en el marco europeo y a su vez ofrece de esta época una perspectiva más global.

Los asiduos al Museo encontrarán ahora en estos espacios numerosas novedades: de los 130 autores representados, 57 no se habían incorporado hasta la fecha a las salas, 13 de ellos son mujeres y 37 extranjeros, frente a la decena de internacionales que veíamos hasta ahora en el recorrido. Hay que destacar que se incluye por primera vez, en estos fondos permanentes, una muestra de artistas filipinos y también se suman al conjunto nuevas disciplinas, como la miniatura (veremos cuarenta), la medallística o el grabado.

Además de los autores internacionales y las mujeres artistas, ganan importancia en esta nueva museografía la pintura social, uno de los géneros más relevantes al final del XIX, y los retratos y autorretratos, a los que se dedica una sala propia como una suerte de parnaso escultórico y pictórico español. La sala 75, extensa y abovedada, alberga por su parte pinturas de historia en gran formato y varias esculturas; en esta última se presta atención además a los procesos creativos que las explican: se incorporan una docena de bocetos de algunas de las piezas más significativas.

Sala 75 del Museo Nacional del Prado DESPUÉS de la reordenación de la colección del siglo XIX presentada hoy. Pintura de historia. ©Museo Nacional del Prado
Sala 75 del Museo Nacional del Prado después de la reordenación de la colección del siglo XIX ©Museo Nacional del Prado

El itinerario comienza con las pinturas negras de Goya en la sala 67 y finaliza en la apertura al siglo XX con la coetánea renovación artística e intelectual en nuestro país: hablamos de 15 salas del ala sur del edificio Villanueva, unos 1.600 metros cuadrados, donde se establecen ahora diálogos nuevos entre autores, pinturas y esculturas, relaciones que nos hablan de influencias y admiraciones.

Tras un viaje por las pinturas murales al óleo que ocuparon dos habitaciones de la Quinta del Sordo y por otras obras del aragonés en sus años finales, nos adentraremos en otras realizadas durante las dos primeras décadas del siglo XIX, una época condicionada por la crisis política y social suscitada por la expansión napoleónica: se enfrentan el 2 y 3 de mayo de Goya a la neoclasicista La muerte de Viriato, jefe de los lusitanos de José de Madrazo, junto a su boceto.

El neoclasicismo supuso, en las últimas décadas del siglo XVIII y las primeras del XIX, la revitalización del arte europeo y, pese a que las colecciones del Prado de este tiempo cuentan sobre todo con obras españolas, se incluyen las de artistas europeos como Thomas Lawrence, Pierre Guérin o Gottlieb Schick. No faltan en este episodio José Aparicio, Juan Antonio Ribera o José de Madrazo y las 40 miniaturas de las que hablábamos, entre ellas La amabilidad, una aguada sobre marfil de Marcela de Valencia adquirida por el Museo en abril de este mismo año.

Tras la sala dedicada al Romanticismo, que reúne piezas testimoniales de la recuperación de la tradición pictórica del Siglo de Oro, a cargo de Esquivel y Federico de Madrazo, y del influjo de Goya, en Alenza y Lucas, o la escultura romántica San Jerónimo en bronce de José Piquer, avanzaremos hacia la sala dedicada a Eduardo Rosales, que volvió su mirada desde el purismo académico al realismo velazqueño.

En la sala 75, como avanzamos, quedan representados acontecimientos y personajes históricos al servicio de los valores nacionales entonces dominantes a través de obras de gran formato que, a veces, pueden contemplarse junto a sus bocetos. Entre las esculturas, una de ellas llama nuestra atención por su material no habitual, la cera policromada: hablamos del modelo del sepulcro de Colón en la Catedral de Sevilla, realizado por Arturo Mélida.

En la sala 62 B, Paul Baudry, Jean-Louis Ernest Meissonier, Rosa Bonheur y Franz von Lenbach representan el arte cosmopolita europeo, y Martín Rico y Raimundo de Madrazo, a aquellos que se desarrollaron profesionalmente en París (el primero a través del paisaje y el segundo del retrato).

Ya adentrándonos en el tercer cuarto del siglo XIX, encontraremos a Fortuny en la sala 63 B: podremos contemplar una de sus mejores copias, la del San Andrés de Ribera, y una de sus obras sobresalientes, el célebre Viejo desnudo al sol, enlazado con la tradición pictórica española.

La evolución del paisaje del Romanticismo al Realismo la encarnan Carlos de Haes, Martín Rico, Luis Rigalt y Muñoz Degrain, cuyas pinturas nos esperan en la sala 63 A; en la 62 A, se agrupan aquellos 54 retratos y autorretratos, imágenes de los principales artistas y, entre ellos, todos los que fueron directores del Prado en el siglo XIX.

Tras el declive de la pintura de historia y a raíz del auge del naturalismo, la pintura social fue la más difundida en el arte de la última década del siglo XIX. Esta sección recoge ¡Aún dicen que el pescado es caro! de Sorolla, Una huelga de obreros en Vizcaya de Cutanda, que interpreta las revueltas del sector de la siderurgia; obras de dos mujeres que se incorporaron públicamente a la práctica de la pintura (María Luisa de la Riva y Fernanda Francés) y una representación de pintores nacidos en Filipinas. También el grupo escultórico Eclosión de Miguel Blay, piezas de Benlliure, otras pinturas de Sorolla, el artista español con mayor proyección en el cambio de siglo; obras de Aureliano de Beruete y de autores ligados a corrientes simbolistas e impresionistas, como Regoyos, o modernistas, como Anglada-Camarasa y una de sus discípulas, María Blanchard, que se ha incorporado recientemente a la colección permanente del Prado.

Retratos y autorretratos de artistas. Sala 62 A del Museo Nacional del Prado ©Museo Nacional del Prado
Retratos y autorretratos de artistas. Sala 62 A del Museo Nacional del Prado ©Museo Nacional del Prado
El fin de siglo. Sala 61 A del Museo Nacional del Prado ©Museo Nacional del Prado
El fin de siglo. Sala 61 A del Museo Nacional del Prado ©Museo Nacional del Prado

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