El rebobinador

Anglada-Camarasa, otro baile gitano

Hermenegildo Anglada-Camarasa (Barcelona, 1873 – Mallorca, 1959) se formó en la Escuela de Bellas Artes de La Lonja de la capital catalana, acudió a París en la década de 1890 y allí triunfaría en el cambio de siglo. También en Europa Central, de hecho fue invitado a exponer junto al grupo de la Secesión Vienesa en Berlín, dejó su huella en Kandinsky y sería aplaudido por la crítica y los artistas de vanguardia. Era diez años menor que Sorolla y compartieron cosmopolitismo, pero si el valenciano optó por mostrarnos visiones soleadas, luminosas y sensuales del litoral mediterráneo, el catalán eligió retratar mujeres y gitanos desde la vía modernista; sin embargo, también estudió a fondo la representación de la luz.

La figura femenina fue uno de los temas esenciales en su trayectoria. Durante sus primeros años en París -todavía bajo cierta influencia de sus maestros catalanes- llevó a cabo obras donde la mujer poseía una importante carga simbolista, para evolucionar rápidamente a una pintura de rasgos más personales y muy original, en la que la luz y las manchas de color dan vida a figuras vaporosas inspiradas en las que encontraba en los locales de la noche parisina. Las escenas de baile gitano, a su vez, le permitieron cultivar una expresividad muy enérgica y profundizar en su interés hondo por la anatomía, aspecto que perduraría en toda su carrera.

Anglada-Camarasa. Interior de un café-concert, hacia 1900. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier
Anglada-Camarasa. Interior de un café-concert, hacia 1900. Museo Nacional del Prado. Donación Gerstenmaier

A partir de 1910 pintará ya otro tipo de figuras femeninas, esbeltas y estáticas, mirando al espectador, que le servirían como excusa para explorar la belleza y el decorativismo en sus ropajes. Su traslado a Mallorca supondrá un giro en su carrera, y allí trabajaría en nuevos arquetipos femeninos, rodeados de los paisajes baleares y de ambientes florales, a modo de escenario, sin abandonar las enérgicas composiciones protagonizadas por mujeres gitanas bailando, una temática que, igualmente, siempre lo atrajo. Hay que subrayar que Anglada-Camarasa fue uno de los primeros artistas en viajar a esa isla, destino más bien exótico al menos hasta la década de los cincuenta, y murió justamente en un palacete de Pollença.

De su etapa más aplaudida data Los ópalos (hacia 1906), obra claramente art nouveau en la que ese estilo se entremezcla con el simbolismo por su temática. La estilización, las formas orgánicas y la linealidad son claramente modernistas, y pueden recordarnos a Klimt, mientras que la coloración irreal de malvas y verdes presenta resonancias a El Greco. Destaca asimismo la plasmación de la moda sofisticada de la Belle Époque.

Anglada-Camarasa. Los ópalos, hacia 1906. Museo de Bellas Artes de Buenos Aires
Anglada-Camarasa. Los ópalos, hacia 1906. Museo de Bellas Artes de Buenos Aires

Su Bailarina española (1906) nos ofrece a una figura más monumentalizada, cuyo traje se entreteje con una cascada de flores, en línea con la estética de la mencionada Secesión Vienesa y con Klimt. Un año posterior es su Gitana con niño, que lleva atado a la espalda, pintada al estilo de los carteles publicitarios del Art Nouveau.

Presenta notabilísimas diferencias respecto a las gitanas de Nonell, de corte mucho más sobrio. Esta vez, la mujer viste de un amarillo radiante, su hijo resulta hermoso y se disponen, no en un ambiente oscuro o ante un fondo neutro, sino junto a un emparrado de flores en el que se cuidan los contrastes lumínicos. Camarasa también ofrece una visión limpia y saludable de lo español.

Anglada-Camarasa. Gitana con niño, 1907. Colección privada
Anglada-Camarasa. Gitana con niño, 1907. Colección privada

En la misma línea, La alicantina (1908) lleva abanico, traje de flores y el peinado típico de la región. Este autor la representó de cuerpo entero, dos años antes de pintar Los enamorados de Jaca, cantando con sus guitarras. Empleó, en este último caso, un friso horizontal, como Sorolla en su serie americana, pero conforme a un estilo distinto. Plasma un grupo contorsionado en su forma de tocar la guitarra, y el ritmo de la imagen viene marcado por esas líneas sinuosas.

Anglada-Camarasa. Los enamorados de Jaca, 1910. Diputación de Barcelona
Anglada-Camarasa. Los enamorados de Jaca, 1910. Diputación de Barcelona

El ídolo (1910) representa a un torero en blanco y oro, despojado de cualquier elemento crítico con la fiesta y restallante de luz, y Novia valenciana (1911) subraya igualmente el lujo de su traje. La representa frontalmente, atendiendo a un hieratismo que evoca el egipcio o el bizantino.

En Sevillana (1913) nos ofrece asimismo un tema convencional de modo nada convencional. En esta obra, colorista y exótica, la modelo aparece de perfil, con la cara vuelta hacia el espectador. Su fondo es de un azul intenso, como contraste que da vigor al vestido y acentúa la luminosidad de la figura.

Anglada-Camarasa. El ídolo, hacia 1910. Fundación "la Caixa"
Anglada-Camarasa. El ídolo, hacia 1910. Fundación “la Caixa”
Anglada-Camarasa. Sevillana, hacia 1913. Museo Nacional de Bellas Artes, Argentina
Anglada-Camarasa. Sevillana, hacia 1913. Museo Nacional de Bellas Artes, Argentina

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