El desarreglo. El curioso caso del arte despeinado
ARTIUM. CENTRO-MUSEO VASCO DE ARTE CONTEMPORÁNEO
C/ Francia, 24
Vitoria-Gasteiz
Quiero ser poeta y me estoy esforzando en hacerme vidente (…) Ello consiste en alcanzar lo desconocido por el desarreglo de todos los sentidos (…) Digo que hay que ser vidente, hacerse vidente. El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Estas palabras de Rimbaud presentes en Cartas del vidente inspiran la nueva presentación de la Colección ARTIUM que el centro vitoriano presenta al público hasta finales del verano que viene y que ha sido comisariada por su director, Daniel Castillejo.
Si las 26 obras que forman parte de esta muestra tienen un nexo común, ése es la sensación de inestabilidad que suscitan en el espectador y su aspiración poética, características ambas que quedan subrayadas por el nuevo aspecto del espacio donde se exhiben: la Sala Sur, que por primera vez aparece ante el visitante sin ningún ornamento, diáfana, sin muros añadidos, a modo de contexto intencionadamente “desarreglado” de las piezas de los fondos de ARTIUM.
Encontramos allí trabajos videográficos, instalaciones, esculturas, pinturas, fotografías y piezas en técnicas mixtas, muchas de gran formato. Dos resultan especialmente llamativas para el público, que puede contemplar la exposición con toda comodidad gracias a la baja densidad de obras integradas en ese espacio limpio de 1400 metros cuadrados: se trata de la instalación P) Punto de vista, realizada en 1982 por Juan Luis Moraza y Marisa Fernández y compuesta por un sinfín de fragmentos de marcos de distintas formas y dimensiones y Cambra-cambril, de Perejaume. La primera constituye una reflexión sobre los límites del arte y emana poesía a partir de su desorden aparente (una de sus versiones puede verse actualmente en el Museo Reina Sofía); la segunda, que mide casi siete metros de altura, ha sido realizada específicamente para ARTIUM y consta de un muro cilíndrico que el artista elaboró sobre una cima rocosa del parque de Urkiola para trasladar después el relieve impreso en su cara inferior al museo.
Cambra-cambril fue planteada como una suerte de sala circular y cuenta con una única puerta de entrada. Despojada del entorno en que se creó, y expuesta inclinada sobre el suelo en un equilibrio difícil, transmite fragilidad.
Entre el resto de obras que componen “El desarreglo. El curioso caso del arte despeinado” hay que subrayar vídeos proyectados en gran pantalla de Cristina Lucas y Pilar Albarracín, instalaciones de Txomin Badiola, Joan Brossa, Eva Lootz, Pepo Salazar o Fernando Sánchez Castillo; esculturas de Susana Solano, Paco San Miguel, Cristina Iglesias y Elena Mendizábal y la pintura Stuck, realizada hace una década por Ángela de la Cruz. Todas parecen encontrarse al filo de lo imprevisible, se basan en estructuras incómodas e inestables.
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