Dan Graham es autodidacta, pero su instinto artístico le llevó a abrir, cuando apenas superaba la veintena, una galería donde expuso obras de artistas fundamentales de los sesenta, como los minimalistas Dan Flavin, Donald Judd y Carl Andre o Robert Smithson y Sol LeWitt. La cerró porque apenas logró ventas y entonces comenzó a fotografiar; también hizo incursiones en el videoarte, grabó filmes muy experimentales ligados al rock, cuestionó en varias performances la naturaleza de la percepción y comenzó a dar forma a proyectos híbridos entre la escultura y la arquitectura.
Aquellos últimos trabajos serían el germen de los pabellones en los que comenzó a trabajar en 1978, seguramente la vertiente más conocida de su obra: estructuras entre arquitectónicas y escultóricas de paredes especulares, transparentes y a la vez reflectantes. Suponen, en el fondo, la materialización de sus anteriores ensayos sobre la percepción: moviéndonos en torno a ellos podemos simultáneamente mirar y ser mirados y compartimos reflejo con nuestro entorno, convirtiéndonos, a veces, casi en un espectro.
Nuestra respuesta ante la contemplación o ante la inmersión en estas piezas, nacidas del profundo interés de Graham por la óptica, es siempre emocional y a veces provocada por nuestra desestabilización ante ese juego de espacios en comunicación. En entrevistas recientes, de hecho, Graham ha vinculado sus pabellones con los reflejos ilusorios propios de algunas atracciones para niños en parques temáticos; también con los espejos presentes en la pintura de Van Eyck.
Se mantuvo atento al desarrollo del arte conceptual y el minimalismo, pero distante a esas corrientes; su producción se ha relacionado a menudo con el movimiento del Behavior Art o arte del comportamiento, porque con estas obras, y también con sus vídeos en circuitos cerrados, trata Graham, en última instancia, de profundizar en los códigos de actuación, tanto sociales como estéticos, que manejamos. Si en sus performances de finales de los sesenta abordaba la relación de los movimientos corporales con el espacio o con un segundo sujeto, en sus pabellones estudia la percepción del espacio desde una perspectiva psicosocial, invitándonos a repensar las dicotomías entre lo interior y lo exterior, lo urbano y lo natural, lo individual y lo colectivo, nociones en constante transformación, porque evidentemente los reflejos no son estáticos.
Los concibe para ser expuestos en exteriores y admiten, al margen de la pura contemplación o interacción artística, distintos usos funcionales de los que el artista no reniega: como recintos arquitectónicos, invernaderos, refugios o incluso salas de juegos infantiles.
El pasado 2016, el Museo Reina Sofía recibió en donación uno de ellos: Pabellón Daca (2008), que forma parte de sus colecciones desde entonces y que remite a una cabaña rústica revisitada desde los planteamientos del racionalismo urbano del siglo XX. Y a modelos de estos pabellones se dedica la primera muestra que la Galería Cayón dedica a este autor estadounidense: “New Classic Models”, abierta hasta el 12 de abril.
Como sus obras de exterior a gran escala, estos modelos están realizados con cristal de espejo, material que Graham incorporó a su producción ya en 1975, etapa en la que reflexionaba sobre el creciente poder en la sociedad y en el arte del consumismo, la cultura y los medios de comunicación de masas; de ahí que estas construcciones supongan, además de un estudio perceptivo sobre nuestra mirada hacia nosotros mismos y al entorno, una reflexión sobre esos comercios y grandes arquitecturas transparentes como templos laicos de nuestra sociedad, devota del lúdico entretenimiento que proporcionan sus estructuras laberínticas y sus reflejos.
La geometría especular de estas piezas alcanza su sentido último cuando el espectador se introduce en ellas dejándose inquietar por los espejos, dudando si se encuentra dentro o fuera.
“Dan Graham: New classic models”
c/ Blanca de Navarra, 7
Madrid
Del 28 de febrero al 12 de abril de 2019
