El guiño cómplice de Antonio Ballester a Benjamín Palencia

El artista presenta una doble exposición en Leandro Navarro y Maisterravalbuena, en la que pone su mundo del revés en homenaje al fundador de la Escuela de Vallecas

Madrid,

La exposición “Vivan los campos libres de España”, que La Casa Encendida dedicó a Antonio Ballester Moreno el pasado año, supuso para muchos el descubrimiento de un artista de esos que calan en la retina y que nos devuelve, a través de su pintura, una visión esencial de la naturaleza. Si, además, sumamos a eso su deseo de reivindicar figuras destacadas de la vanguardia madrileña, como los miembros de la llamada Escuela de Vallecas, no es de extrañar que aquella exposición fuera también el punto de partida para el proyecto que ahora, dentro del marco de Apertura Madrid, han presentado de manera conjunta las galerías Leandro Navarro, representante del legado de Benjamín Palencia, y Maisterravalbuena, galería habitual de Ballester en Madrid.

Benjamín Palencia. Mirando el paisaje, 1930
Benjamín Palencia. Mirando el paisaje, 1930

Si en aquella muestra el artista remitía en su título a una frase –casi un grito de guerra– del escultor Alberto Sánchez, en esta ocasión Ballester utiliza una del que fuera colega de aquel y su compañero de caminatas iniciáticas a Cerro Testigo: Benjamín Palencia. “El tomillo y la hierba en el techo de mi habitación”, extraído de un texto de Palencia de 1932, servía bien al artista para anticipar lo que quería transmitir en este proyecto. Por un lado, la vinculación de su obra con la de la Escuela de Vallecas pero, sobre todo, la idea de poder darle la vuelta a todo, y eso incluye la práctica totalidad de las obras de esta exposición. Y es que poco hay aquí de casualidad. La forma en la que Ballester se suma al juego de los dos amigos, que reivindicaban el árido paisaje castellano como espacio de experimentación, sin dejar por ello de atender los nuevos lenguajes –especialmente el surrealista– que llegaban desde París, es literal en esta muestra. Cuando Alberto escribía metíamos la cabeza entre las piernas y veíamos cómo se transformaba toda la visión del paisaje; la pintura modificaba la mirada y así descubríamos por este procedimiento la rutina de los ojos, no se trataba de una mera metáfora, hay constancia documental de que realmente así lo hacían. En las obras de Benjamín Palencia podemos encontrar personas boca abajo, algunas sobre montículos que parecen piedras o montañas, y varios dibujos que el autor firmaba en ambos sentidos. Jugaban a ver el mundo del revés y desafiaban así la lógica de lo aprendido. El impulso de Ballester por seguir este juego tiene que ver con poder lanzar su propio alegato pero también significaba para el artista una buena forma de arropar todas las piezas de la exposición sin que estas se convirtieran en una simple sucesión de cuadros repartidos por las salas. De esta forma, a través del montaje, nos invita como espectadores a cuestionarnos diferentes convenciones en el mirar, a cambiar el puto de vista, quizás multiplicarlo, algo que, por otra parte, siempre fue una característica fundamental de la modernidad y las vanguardias.

La exposición, que se desarrolla en paralelo en las dos galerías madrileñas, ha sido concebida de manera artificialmente diferente en cada una de ellas. En Leandro Navarro vemos de dónde bebe el arte de Antonio Ballester Moreno, su gusto por la tierra, por los colores primarios y los elementos más básicos de la naturaleza. También su vinculación con el trabajo artesanal, en el sentido de poner en valor los materiales y lo natural, algo en lo que el artista incide con la elección de lienzos de arpillera de yute sin imprimar. En el espacio de Maisterravalbuena las fuerzas se invierten y encontramos un Palencia, inédito, que manteniendo en todo momento su esencia se nos muestra totalmente contemporáneo. Ambos comparten el esquematismo del pictograma: el triángulo que representa la montaña, el círculo para el sol o la luna, o los campos de color donde se quiere señalar la línea del horizonte…

Benjamín Palencia. Sin título, 1930 y Antonio Ballester. Luna y planetas, 2018
Benjamín Palencia. Sin título, 1930 y Antonio Ballester. Luna y planetas, 2018

 

Antonio Ballester Moreno. Plantas, 2018. Exposición “El tomillo y la hierba en el techo de mi habitación” en Leandro Navarro y Maisterravalbuena.
Antonio Ballester Moreno. Plantas, 2018

La colaboración entre ambas galerías genera un diálogo intergeneracional entre la obra de ambos autores pero también entre una galería especializada en arte moderno y otra dedicada a la creación más actual. Aun así, lo que verdaderamente tiene de novedoso este proyecto es, como destacan ambos galeristas, el hecho de evidenciar que las diferencias y las fronteras entre arte moderno y contemporáneo son, casi siempre, un tanto ficticias; algo que tiene su repercusión también en el coleccionismo y en los mercados.

Esta exposición, abierta hasta el 27 de octubre en ambas sedes, es sin duda una de las que os recomendamos no perderos en este inicio de temporada. Paralelamente, Antonio Ballester Moreno participa en la 33 Bienal de Sao Paulo como artista y comisario de la muestra “sentido/común”, donde además de exhibir su trabajo y el de otros artistas contemporáneos rescata de nuevo la obra de la Escuela de Vallecas. Para conocer un poco mejor su trabajo, os invitamos a ver este vídeo realizado con motivo de la mencionada “Vivan los campos libres de España”.

 

 

“El tomillo y la hierba en el techo de mi habitación”

GALERÍA LEANDRO NAVARRO

C/Amor de Dios, 1. Madrid

GALERÍA MAISTERRAVALBUENA

C/Doctor Fourquet, 6. Madrid

Hasta el 27 de octubre de 2018

 

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