82 caras de Hockney

El artista pop regresa al Guggenheim para mostrar sus retratos

Bilbao,
David Hockney. Barry Humphries, 26, 27 y 28 de marzo de 2015. © David Hockney. Fotografía: Richard Schmidt
David Hockney. Barry Humphries, 26, 27 y 28 de marzo de 2015. © David Hockney. Fotografía: Richard Schmidt

No hace mucho que David Hockney dejó buen sabor de boca en el Guggenheim bilbaíno: en 2012 presentó allí paisajes inspirados en su Yorkshire natal, muchos realizados con iPad, y ahora, cuando ha regresado a Los Ángeles, vuelve también al museo para sumarse a su vigésimo aniversario mostrando 82 retratos y un bodegón.

La exhibición, organizada en colaboración con la Royal Academy de Londres, se articula a modo de instalación envolvente, y potencia ese efecto inmersivo y concentrado el hecho de que todas las obras expuestas compartan tamaño y un fondo en tono azul intenso, la huella de la luz vibrante californiana que sedujo al artista pop. Sus modelos varían (son personas que ha conocido en los últimos años o viejos amigos, como John Baldessari y Larry Gagosian), pero unos y otros se sientan sobre la misma silla, de modo que la repetición de ese mobiliario sencillo y del esquema compositivo subraye sus diferencias físicas e internas, los rasgos que explican su personalidad.

Hockney inició esta serie en el verano de 2013 y, sin pretenderlo en inicio, la alargó hasta los noventa retratos, de modo que en el Guggenheim podemos ver una selección más que completa. Él los concibió como grupo, pensando en la articulación de cada uno de ellos en el conjunto y en que pudieran exponerse conforme a un recorrido cronológico, para que al tiempo en que el espectador se fijara en las peculiaridades de los rostros de los modelos pudiera percibir también la evolución del pintor mientras realizaba la serie, una evolución no solo formal y estética, también interior.

Mantener fondos y formatos comunes le permitió así centrarse en la psicología de los personajes, analizar sus rostros, y mientras se fijaba en ellos, se estudiaba Hockney a sí mismo. No suena aventurado pensar que todas estas pinturas, elaboradas cada una de ellas durante tres días, componen un retrato implícito del británico hecho de fragmentos en los que no tuvo la necesidad de exhibirse. Entiende el artista que el modo en que miramos y estudiamos al otro dice mucho de uno mismo; es fruto de las experiencias particulares.

Hablamos de un firme defensor de la individualidad y de un hombre curioso por lo que nos diferencia, que siente claras simpatías hacia el ser humano, en toda su amplitud y con sus fragilidades, por la “comedia humana” de la que dice que todos formamos parte.

Entiende el artista que el modo en que miramos y estudiamos al otro dice mucho de uno mismo; es fruto de las experiencias particulares

David Hockney. Rufus Hale, 23, 24 y 25 de noviembre de 2015. © David Hockney. Fotografía: Richard Schmidt
David Hockney. Rufus Hale, 23, 24 y 25 de noviembre de 2015. © David Hockney. Fotografía: Richard Schmidt
David Hockney. Fruta sobre una banqueta, 6, 7 y 8 de marzo de 2014. © David Hockney. Fotografía: Richard Schmidt
David Hockney. Fruta sobre una banqueta, 6, 7 y 8 de marzo de 2014. © David Hockney. Fotografía: Richard Schmidt

Antes de trabajar en la imprimación de los lienzos -en acrílico, técnica que llevaba veinte años sin emplear-, esbozaba dibujando a carboncillo y concedía a sus modelos amplia libertad en su pose. Quería, literalmente, pintar lo que veía, nada más y nada menos, y por ello se aseguraba de verlo todo: conceder mayor margen a la observación que al impulso. Una de sus modelos, Edith Devaney, comentó que mientras la pintaba se mantenía en silencio y que la perspicacia y concentración de su mirada eran notables, su cabeza moviéndose constantemente de mí al lienzo. A lo largo de todo el proceso, la intensidad de su concentración no disminuye ni un ápice. Cualquier atisbo de fatiga que sienta más tarde se ve compensado por el placer de la creación.

Entrando en lo anecdótico: en el Guggenheim veréis las caras de Margaret, la hermana a la que Hockney se siente más unido; Rufus, el hijo de Tacita Dean (ella lo filmó a él el año pasado, en absoluto silencio, para su serie Retratos), el músico Jean-Pierre Gonçalves de Lima, que fue también su medio ayudante en la ejecución; el director del David Hockney Studio, Gregory Evans; la diseñadora textil Celia Birtwell, íntima amiga suya; o el también artista Bing McGilvray, con quien comparte afición por el tabaco.

Quizá os preguntéis el rol del bodegón en el conjunto: es simple, un punto prosaico y habla mucho del afán de trabajo de Hockney. Uno de sus modelos no se presentó a la cita y él, en racha creadora, decidió pintar frutas y hortalizas que tenía a mano para dar lugar a una naturaleza muerta con fondo azul californiano que, en este caso, podemos considerar más retrato que vanitas.

 

“David Hockney. 82 retratos y un bodegón”

MUSEO GUGGENHEIM BILBAO

Avenida Abandoibarra, 2

Bilbao

Del 10 de noviembre de 2017 al 25 de febrero de 2018

 

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