Variaciones de una línea 1966 – 1986
CENTRO JOSÉ GUERRERO
C/ Oficios, 8
Granada
Del 15 de mayo al 27 de septiembre de 2015
Tanto en la etapa de 16 años en los que José Guerrero vivió en Estados Unidos como tras su regreso a España a mediados de la década de los sesenta, el pintor granadino se mantuvo atento a las trayectorias de los jóvenes artistas de nuestro país, sobre todo a las de aquellos que trabajaban en una línea más o menos similar a la suya, pero también a las de quienes, divergiendo bastante respecto a su personal visión del Expresionismo abstracto, le ofrecían rasgos de interés.
Una de las artistas por las que Guerrero mostró en vida un especial entusiasmo fue Soledad Sevilla: de ella alabó su hábil combinación de sensibilidad estética y rigor a la hora de adentrarse en la abstracción geométrica, y ahora en el centro que lleva el nombre del pintor se examinan, hasta el 27 de septiembre, las dos primeras décadas de la carrera de esta creadora valenciana que exploró las posibilidades que ofrecía la representación espacial a partir de la geometría: primero gráficamente, en dos planos, sobre papel y en tela, y más tarde llegando a utilizar como soporte de sus proyectos el espacio real.
Ese tratamiento del espacio es el eje fundamental que plantea la exposición, titulada “Variaciones de una línea 1966 – 1986”, pero también se incide en las reflexiones plásticas que plantean sus trabajos sobre la luz, la transparencia o las relaciones con la poesía que de ellas pueden derivar y que habitualmente aportan a la apariencia de sus obras un aire de levedad.
Podríamos decir que, respetuosa con la tradición como muchos artistas de su generación (la nacida a mediados de los cuarenta), Sevilla quiso primero conocer y manejar con soltura los principios formales de la pintura para más tarde trascenderla y llevarla al espacio físico, del que sutilmente se apropia; pasó de forma natural de la pintura a la instalación –aunque siga trabajando en ambos medios- con el objetivo de permitir al espectador adentrarse fisícamente en atmósferas que ya estaban presentes en sus lienzos.
“Variaciones de una línea” se despliega en dos edificios: el propio Centro José Guerrero, que alberga este verano obras significativas de la trayectoria de Sevilla desde sus primeros estudios sobre papel ligados a la abstracción geométrica hasta las emblemáticas series pictóricas de La Alhambra y Las Meninas; y la Casa Horno de Oro, que exhibe la instalación Casa de Oro, una obra que la valenciana ha ideado específicamente para esta ocasión y que busca invitarnos a redescubrir nuestro patrimonio histórico sirviéndonos de las herramientas de hoy. Se han instalado hilos de cobre tensados en vertical en el patio de esta casa del Albaicín para generar efectos ópticos que transformen nuestra percepción de la luz y del espacio, y un plano de color negro acharolado que remite al tono brillante de un agua oscura capaz de emitir reflejos que varían en función del punto de vista que adopte el espectador.
En relación con los trabajos que expone el Centro Guerrero, tenemos que subrayar que varios de los dibujos incorporados a esta muestra, pese a fecharse entre mediados de los sesenta y 1980, son inéditos para el público, pues Sevilla no los había presentado con anterioridad al no considerarlos obras acabadas sino investigaciones sobre los conceptos del ritmo y el color a partir de juegos de traslación y rotación, del empleo de la geometría y de módulos. Con los años, la artista da primacía a la pureza en las líneas, recreadas en estructuras en las que la subjetividad y lo emocional no parecen tener cabida.
No encontramos en estos trabajos tema, sino una atención minuciosa a las propiedades de las líneas y a las complejas relaciones de éstas con los fondos. Por la repetición de motivos, estas series parecen constituirse en fragmentos nacidos para evocar totalidades, para sugerirnos la idea de infinito.
También en Las Meninas Sevilla trabajó con tramas basadas en distintos ritmos para conferir a la obra un espacio que pareciese desligado de la materialidad que observamos en la obra de Velázquez. Nada hay aquí de orgánico. Y en La Alhambra, un proyecto que desarrolló durante una residencia en la Fundación Rodríguez-Acosta, recreó algunos de los rincones más atractivos del conjunto monumental en registros abstractos ricos en significados que requieren la participación de quien contempla a la hora de completar datos, de hallar el agua de las albercas en los reflejos, las columnas del Patio de los Leones en líneas verticales, y, en definitiva, las formas esenciales de La Alhambra en mallas y redes de colores que parecen querer transmitirnos misterios a medio camino entre la ocultación y el ser desvelados.
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