Pessoa decía sentirse múltiple, como una habitación con innumerables espejos fantásticos, y también afirmó que todo arte era una forma de literatura… porque todo arte consistía en decir algo, solo hace falta buscar sus poemas, sus frases silenciosas.
En el marco de su línea de investigación sobre el centro y la periferia en el terreno artístico, en relación con la crisis de la noción de autor y las tensiones entre lo local y lo global, el Museo Reina Sofía presenta desde hoy, bajo el comisariado de Ana Ara y João Fernandes, una revisión del arte portugués de las primeras décadas del siglo pasado a la luz de los textos de este autor, muy presentes en la exposición y también en su catálogo, que no la complementa sino que es una pieza más de la misma.
Son aproximadamente 300 las obras que forman parte de la exposición, y cerca de la mitad de ellas corresponden a material documental, dado que revistas como la entonces escandalosa Orpheu, K4 O Quadrado Azul, presença o Portugal Futurista desempeñaron un rol fundamental tanto en la gestación y consolidación de la creación portuguesa de entonces como en la difusión de las ideas de Pessoa. Algunas contradictorias, ya decía él que para ser respetable había que contradecirse varias veces al día.
Bajo sus distintos heterónimos -más de cien y algunos con su propia carta astral, el más célebre Álvaro de Campos-, el escritor construyó conceptos propios, denominaciones nuevas aptas quizá para un arte de vanguardia como el portugués, que inevitablemente había absorbido los ismos nacidos al calor de la bohemia de París pero presentaba características especiales.
Esos nuevos ismos que bautizó fueron fundamentalmente el paulismo, el interseccionismo y el sensacionismo y en esta exhibición del Reina Sofía podremos asociar las características que el escritor atribuía a cada una de esas corrientes con obras de artistas fundamentales del periodo, figuras que le fueron coetáneas y que articularon la modernidad artística portuguesa. Por número de obras en la muestra, destacan los nombres de Amadeo de Souza-Cardoso y José de Almada Negreiros, tan poco conocidos en nuestro país como familiar nos resulta el autor de El libro del desasosiego. Almada algo más, porque mantuvo relación con Gómez de la Serna y trabajó en la decoración de varios teatros españoles, entre ellos el de san Carlos (la actual discoteca Kapital de Madrid). Él es el autor, precisamente, del gran retrato de Pessoa datado en 1964 que abre esta exhibición.
La vanguardia portuguesa había absorbido los ismos nacidos al calor de la bohemia de París pero presentaba características especiales
Pero entre las piezas cedidas al Reina Sofía por grandes colecciones portuguesas, públicas y privadas (fundamentalmente por la Fundación Calouste Gulbenkian, con la que es previsible que el Reina Sofía inicie un periodo de colaboración), encontramos también trabajos de Sarah Affonso (con un punto místico y naif), de Eduardo Viana o del matrimonio Delaunay, que recaló en Portugal y cultivó allí su simultaneísmo colorista influyendo decisivamente al propio Viana.
Repasando primero caricaturas refinadas e irónicas y escenas bélicas desnudas de Cristiano Cruz, nacidas al calor de la participación portuguesa en la I Guerra Mundial, y después trabajos de mayor formato y ambición vanguardista, podremos comprobar cómo, aunque las corrientes dominantes en Europa (cubismo, futurismo, orfismo) fueron asimiladas por los artistas portugueses del momento, estos decidieron no caer en la mera réplica local sino seguir un camino propio que reflejase la idiosincrasia de su país, su gusto por lo popular y por lo teatral y escenográfico.
Ligadas a la noción pessoana de paulismo, un estilo que conjugaba en la confusión lo objetivo y lo subjetivo y que manejaba asociaciones inesperadas de ideas, se presenta en el Reina Sofía un gran tríptico de António Carneiro dedicado a la vida (la esperanza, el amor y la nostalgia) que nunca había salido de Portugal, y que puede que no vuelva a hacerlo, o varias acuarelas del escritor Teixeira de Pascoaes; en relación con el interseccionismo (ideado por Pessoa por oposición al cubismo como espacio de confluencia de la percepción y la sensación) podemos contemplar trabajos de Viana o del polifacético Amadeo de Souza y, vinculadas al sensacionismo, el término que el escritor acuñó como réplica al futurismo, desde la creencia firme de que la base de todo arte es la sensación, veremos obras, de nuevo, de Viana, Almada Negreiros y Souza-Cardoso y también una decena de pinturas de los citados Sonia y Robert Delaunay, que introdujeron en el país vecino sus ideas sobre el orfismo y el simultaneísmo tras asentarse al norte de Portugal mediada la I Guerra Mundial, buscando distanciarse del clima bélico en Centroeuropa. Del contacto de estos creadores nació el colectivo Corporation Nouvelle, surgido como plataforma artística trasnacional con el objetivo de organizar muestras colectivas, aunque no llegó a materializarse, como tampoco pudieron prosperar nuevas corrientes de modernidad tras la muerte temprana de Mário de Sá-Carneiro, Souza-Cardoso y Santa Rita y la llegada al poder de Oliveira Salazar. La disposición de las obras en esta exhibición no es cronológica, pero el recorrido sí nos conduce hacia ese inicio de la dictadura.
Hubo, no obstante, un periodo de esplendor menos radical que el de los años diez, a mediados de la década de los veinte, llamado segunda modernidad portuguesa y ensalzado y difundido en las publicaciones Revista Portuguesa, Athena y presença. En él tuvieron protagonismo Dos Reis Pereira, Jorge Barradas, Abel Manta o Affonso, presentes también en la muestra.
Para saber más de las ideas artísticas de Pessoa y del arte portugués de las primeras décadas del siglo XX, el Reina Sofía ha organizado ciclos de conferencias y debates y también uno de cine, del que más adelante os hablaremos.
“Pessoa. Todo arte es una forma de literatura”
MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS
c/ Santa Isabel, 52
Madrid
Del 6 de febrero al 7 de mayo de 2018
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